2016-10-22 11:56:00

Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. La Oración en las lecturas del domingo


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Con lectura del Evangelio del Domingo 5 minutos

¿Cuál es la oración que toca el corazón de Dios y nos pone en contacto con él, en el abrazo de su misericordia, fuerte, sanador, plenificador?

Sería loco rezar y no querer ser escuchado por Dios. Pero, aunque varias personas entren al mismo templo, no todos tienen la misma actitud.

'¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!', dijo el mismo Jesús que rezaba aquel publicano que sí fue escuchado por Dios.

Igual que hoy, también en los tiempos de la vida pública de Jesús, había algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás, que están ahí rezando al lado de ellos. ¿Puede ser esto religión y culto a Dios? El verdadero culto consiste en el cambio del corazón y en la apertura al otro.

A Jesús no se le pasó por alto esta situación y refirió la historia del fariseo que rezaba de pié: “Señor, te doy gracias porque no soy como los demás, ladrones, injustos y adúlteros”. Mientras que el publicano en el último rincón del templo no se animaba a levantar los ojos al cielo y se golpeaba el pecho diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.

La súplica del humilde atraviesa las nubes. Dios escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja”.

EVANGELIO según San Lucas 18,9-14. Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: "Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado". 








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