2016-10-07 20:04:00

Solo uno volvió alabando a Dios y se arrojó a los pies de Jesús dándole gracias por haber sido curado de la lepra


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Con lectura del Evangelio del domingo 5 minutos

Nos alegramos por las cosas buenas y lindas que nos pasan. Y si pensamos un poco, esta alegría está llena de gratitud porque todo lo bueno y lindo nos viene de Dios nuestro Padre. Negar que todo lo bueno y lindo viene de Dios es como negar que los rayos de la luz descienden del sol; que las aguas descienden de la fuente.

Por eso la ingratitud es un gran pecado y se confunde con la soberbia. El diablo nos hace creer que lo bueno y lindo es fruto del propio esfuerzo y astucia. Pero el amor de Dios es tan grande que si reconocemos su amor por nosotros y lo alabamos y lo servimos, él nos perdona, nos limpia de la lepra del pecado, nos libera de las redes y cadenas de las adicciones, las dependencias, los vicios que nos atan.

Y esto es ocasión de mayor alegría y gratitud por el amor misericordioso de Dios que nos cura del mal y nos llena con la fuerza de la vida plena.

Un santo como Ignacio de Loyola, patrono de los ejercicios espirituales, insiste mucho en el espíritu de gratitud y es el punto de partida del examen espiritual de conciencia. Ver cómo Dios estuvo presente en el día con su amor por mí en las grandes y pequeñas cosas, para sentir y gustar internamente el amor de Dios que fortalece nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro servicio por amor a los demás. @jesuitaGuillo

EVANGELIO según San Lucas 17,11-19. Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".

Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".

 








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