2016-05-20 15:46:00

Para consolidar nuestra pertenencia a Jesús, el Espíritu nos hace entrar en una nueva dinámica de fraternidad, dice el Papa


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

 

 

Por el Espíritu santo que Jesús nos infunde en los sacramentos, somos hijos de Dios. Y, a su vez, esta pertencencia a Jesús nos hace hermanos.

A la condición de huérfanos que vivimos –dijo Francisco en la solemnidad de Pentecostés-, “se opone la condición de hijos, que es nuestra vocación originaria, aquello para lo que estamos hechos, nuestro «ADN» más profundo, pero que fue destruido... Del inmenso don de amor, como la muerte de Jesús en la cruz, ha brotado para toda la humanidad la efusión del Espíritu Santo, como una inmensa cascada de gracia”. Y afirmó “Quien se sumerge con fe en este misterio de regeneración renace a la plenitud de la vida filial”.

Pero el Papa también aclaró bien, que, “para consolidar nuestra relación de pertenencia al Señor Jesús, el Espíritu nos hace entrar en una nueva dinámica de fraternidad. Por medio del Hermano universal, Jesús, podemos relacionarnos con los demás de un modo nuevo, no como huérfanos, sino como hijos del mismo Padre bueno y misericordioso. Y esto hace que todo cambie. Podemos mirarnos como hermanos, y nuestras diferencias harán que se multiplique la alegría y la admiración de pertenecer a esta única paternidad y fraternidad”.








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