2016-02-03 11:49:00

Solamente respondiendo al mal con el bien, el mal puede ser realmente vencido


(RV).- "La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta". En su catequesis del miércoles 3 de febrero, el Santo Padre explicó cómo se concilian estas dos cosas:

"Queridos hermanos y hermanas: La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta. Parecerían dos realidades que se contraponen. Pero no es así, porque la misericordia de Dios es lo que hace que se cumpla la verdadera justicia. La justicia humana solamente limita el mal, no lo vence, no lo hace desaparecer. La justicia divina, en cambio, supera el mal contraponiéndolo al bien".

Hablando en italiano el Santo Padre señaló que si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima de un atropello, se dirige al juez y le pide que se haga justicia. Esta justicia da una pena al culpable, dijo, según el principio de dar "a cada quien lo suyo". Pero se trata de un camino que "no lleva a una verdadera justicia", porque "no vence el mal sino que simplemente lo limita".

"El camino privilegiado que la Biblia nos señala para alcanzar una auténtica justicia es aquel en el que la víctima, sin recurrir al tribunal, se dirige directamente al culpable, apelando a su conciencia, para que comprenda que está realizando el mal y pueda convertirse. Sólo así, el culpable, reconociendo su culpa, puede abrirse al perdón que la parte ofendida le ofrece". Éste es un camino difícil, prosiguió el Sucesor de Pedro, porque necesita que quien haya sufrido el agravio, esté listo a perdonar y además desee la salvación y el bien de quien lo ha ofendido. Pero es también "la única manera en la cual la justicia puede triunfar", agregó, porque "si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, el mal desaparece", y así, "quien era injusto se vuelve justo" porque fue perdonado y ayudado a reencontrar el camino del bien.

"Esta es la manera de resolver los problemas y contrastes en la familia, entre esposos o entre padres e hijos. El ofendido ama al culpable, no quiere perderlo, sino recuperar la relación desgarrada. Dios actúa con nosotros, pecadores, de la misma manera. Nos ofrece continuamente su perdón, nos ayuda a acogerlo y tomar conciencia de nuestro mal, para poder liberarnos de él y salvarnos, porque no quiere nuestra condenación sino nuestra felicidad eterna".

"Jesús es el portador de la justicia misericordiosa". En Él la misericordia de Dios se hizo carne, concluyó Francisco, y la verdadera justicia alcanzó su cumplimiento, mostrando, en el perdón, su fuerza salvífica capaz de vencer el mal, recuperándolo y transformándolo en bien. Así es como nosotros, hijos de este Padre bueno, estamos llamados a recibir el perdón divino y a perdonar a nuestros hermanos: "Que el Señor Jesús, rostro misericordioso del Padre, nos conceda, con su fuerza salvadora, acoger el perdón divino y aprender a perdonar a nuestros hermanos. Muchas gracias".

(GM - RV)








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