2016-01-16 13:57:00

Benedicto XVI en la Sinagoga de Roma: paz en Tierra Santa, Oriente Medio y el mundo


«Cristianos y judíos tienen en común gran parte de su patrimonio espiritual, rezan al mismo Señor, tienen las mismas raíces», reiteró el Papa Ratzinger

(RV).- La fecha elegida para la visita del Obispo de Roma Francisco a la Sinagoga romana, 17 de enero, es la misma que se eligió para su predecesor  Benedicto XVI, en el 2010. Es la Jornada de profundización y desarrollo del diálogo entre católicos y judíos, que celebra la Conferencia Episcopal italiana.

«Un encuentro que refuerce nuestra fraternidad y haga más sólido nuestro entendimiento», deseó Benedicto XVI destacando el clima cordial de su visita  y reiterando «la estima y el afecto que el Obispo y la Iglesia de Roma, al igual que toda la Iglesia católica, albergan hacia la comunidad judía romana y hacia las comunidades judías esparcidas por el mundo».

Reconciliación, fraternidad y unidad fueron las palabras que más resonaron en su discurso, reiterando la doctrina del Concilio Vaticano II y las raíces bíblicas que nos unen. Y recordó su peregrinación a Tierra Santa, sus encuentros en las sinagogas de Colonia y de Nueva York y su visita al campo de exterminio de Auschwitz, donde se perpetró el drama desconcertante del holocausto:

«El culmen de un camino de odio que nace cuando el hombre olvida a su Creador y se pone a sí mismo en el centro del universo. Como dije en la visita del 28 de mayo de 2006 en el campo de concentración de Auschwitz, que sigue profundamente grabada en mi memoria, "los potentados del Tercer Reich querían aplastar al pueblo judío en su totalidad" y, en el fondo, "con la aniquilación de este pueblo (...), querían matar a aquel Dios que llamó a Abrahán, que hablando en el Sinaí estableció los criterios para orientar a la humanidad, criterios que son válidos para siempre" (Discurso en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de junio de 2006, p. 15)».

Benedicto XVI culminó su denso discurso alentando la cooperación entre judíos y católicos en impulsar la fraternidad e invocó la paz para todo el mundo, sobre todo para Tierra Santa y señaló que judíos y católicos, con el ejercicio de la justicia y de la misericordia, están llamados testimoniar al único Dios a toda la humanidad, «en este mundo creado por Dios, el Omnipotente y el Misericordioso».

«Invoco del Señor el don precioso de la paz en el mundo entero, sobre todo en Tierra Santa. Durante mi peregrinación de mayo del año pasado, en Jerusalén, ante el Muro del Templo, pedí a Aquel que todo lo puede: "Derrama tu paz sobre Tierra Santa, sobre Oriente Medio, sobre toda la familia humana; despierta el corazón de todos los que invocan tu nombre, para caminar humildemente por la senda de la justicia y la compasión" (Oración en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, 12 de mayo de 2009)».

(CdM – RV)








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