2015-12-17 16:00:00

En la Iglesia sentimos un hogar, nunca nos dejaron solas: testimonio de una inmigrante mexicana


(RV).- Sabemos que el hecho de las migraciones es un factor antropológico: grandes migraciones se cumplieron de oriente a occidente y de sur a norte. La búsqueda de la seguridad familiar lleva a los núcleos a tomar decisiones a veces dolorosas, a veces inciertas, para procurar el desarrollo, la continuidad y el bienestar ya sea de los miembros más jóvenes, como de aquellos más ancianos. 

“¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos?” Preguntaba el Papa Francisco en su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos. “No debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación”.

En los Estados Unidos las personas en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos llegan por tierra, también cruzan el río, pero también muchos mueren en el desierto y muchos son reportados y devueltos al país de origen. En el caso de los migrantes que provienen de otros países de América Latina, como Guatemala, El Salvador, Honduras, además de afrontar el difícil trayecto desde su país hacia México, corren el riesgo de quedarse en la frontera mexicana, sin recursos para poder regresar.

De ahí la necesidad de intervenciones en favor del desarrollo de los países de origen que debe ofrecer al ciudadano un futuro digno, con políticas que incluyan desde la educación hasta la inserción laboral, pasando por la seguridad y la sanidad. Tal como dijo el Papa Francisco, si por un lado las migraciones ponen de manifiesto las carencias y lagunas de los estados y de la comunidad internacional, por otro, revelan también las aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto de las diferencias, la acogida y la hospitalidad que hacen posible la equitativa distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la dignidad y la centralidad de todo ser humano.

En este servicio escuchamos el testimonio de María, mexicana, que atravesó la frontera hacia los Estados Unidos junto a su pequeña hija de tres años y medio para reunirse con su esposo, en la búsqueda de un futuro mejor para ellos y para su niña.  ¿Por qué decidió enfrentar este trayecto? ¿Qué significa llegar ‘de mojado’?:

“Me vine de mojada con mi hija chiquita y sufrimos en el camino pero llegamos bien”. “Es muy triste venir ‘de mojado’ -  señala - mayormente cuando llegas con tus niños pequeños”. “Es difícil venir con personas desconocidas, tienes temor a que te quiten tus niños o que te agarre migración”. “Si en ese momento no te vuelves a Dios te sientes realmente perdido”.  “En la Iglesia sentimos un hogar. Nos recibieron y nos ayudaron, nunca nos dejaron solas”.

Desde la Comunidad hispana de Chicago, Griselda Mutual, Radio Vaticana.

 








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