2015-12-12 15:24:00

Su manto celeste y estrellado es porque en su corazón de Madre, tan grande como el cielo, entramos todos


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz 

Continúa sucediendo hoy. Como aquella vez que -según relata el mismo Evangelio- María de Nazaret fue de prisa a visitar a su prima Isabel, la Madre de Dios no deja de salir de sí para ir al otro, porque el embarazo de Jesús, que es embarazo del Amor mismo en persona, la llena de solicitud y caridad por los otros; la llena de gracia, de amor a Dios y al prójimo.

Continúa sucediendo hoy -y el que no lo ha experimentado que lo pruebe- que la Madre del Amor hermoso viene a nosotros, como sucedió en el monte Tepeyac, en Méjico, cuando movida por este amor por sus hijos más frágiles se le presentó a un hombre pobre, para decirle que quería un templo ahí para abrazar a sus hijos.

Y se quedó con nosotros allí, impresa milagrosamente en el poncho pobre de Juan Diego, en una imagen inexplicable, no pintada por manos humanas y con tanto misterio de cercanía, ternura, amor de Madre. Y para que no dudemos de su cariño de Madre solícita, y nada nos detenga en cobijarnos bajo su manto, su manto es celeste y estrellado porque en su corazón de Madre, tan grande como el cielo, entramos todos.

Nuestra Señora de Guadalupe, acaricia con tu ternura de Madre a todos y cada uno de aquellos de nuestra familia, de la querida Audiencia y amigos en la redes sociales que más necesitan hoy tu cariño de Madre. Curá sus heridas y llenálos de la misericordiosa ternura de Dios que nos vivifica y nos pone en camino para ser fieles discípulos misioneros como vos.








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