REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
“El reinado de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón”, dijo Francisco en la solemnidad de Cristo Rey de 2015.
El Sucesor de Pedro explicó que en el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la cruz, y lo desafiaban: “¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!” (Mc 15,30). Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella ironía de sus adeversarios porque no puede salvarse a sí mismo, dado que si Jesús hubiera bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo. “Él no puede salvarse a sí mismo justamente para poder salvar a los demás, porque ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros”.
Por esto el Vicario de Cristo pidió: Hoy cada uno diga en su corazón: ¡Ha dado su vida por mí!, para poder salvarnos a cada uno de nosotros de sus pecados.
Esto lo entendió muy bien uno de los dos ladrones que fueron crucificados con Jesús, explicó Francisco. El buen ladrón le suplica: “Jesús, acuérdate de mí cuando entraras a tu reino” (Lc 23,42). “Este era un malhechor, era un corrupto y estaba ahí condenado a muerte por todas las brutalidades que había hecho en su vida. Pero ha visto en la actitud de Jesús, en la humildad de Jesús el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo es el amor. Por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón”.
El Papa invitó: “Miremos la Cruz de Jesús y al buen ladrón cuando nos sentimos débiles, pecadores, derrotados y digamos: “Tu estás ahí Jesús. No te olvides de mí”.”
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