2015-11-11 18:39:00

Una experiencia fundamental en la vida de cada persona, termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

La familia reunida en torno a la mesa doméstica, donde se comparte no solo la comida, sino también los  afectos, los acontecimientos alegres y también los tristes, es el símbolo más evidente de que en la vida familiar aprendemos desde pequeños la convivialidad, bellísima virtud que nos enseña a compartir, con alegría, los bienes de la vida, explicó Francisco. Una familia que no come unida y no dialoga mientras come es una familia poco familiar.

En la Catequesis del 11 de noviembre de 2015 Francisco afirmó que la virtud de la convivialidad “constituye una experiencia fundamental en la vida de cada persona y es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares. Una familia que no come unida o que mientras lo hace no dialoga es una familia “poco familiar”.”

El Papa fundó su reflexión en el mismo evangelio y explicó: “Los cristianos tenemos una especial vocación a la convivialidad. Jesús no desdeñaba comer con sus amigos. Y representaba el Reino de Dios como un banquete alegre. Fue también en el contexto de una cena donde entregó a los discípulos su testamento espiritual, e instituyó la Eucaristía. Y es precisamente en la celebración Eucarística donde la familia, inspirándose en su propia experiencia, se abre a la gracia de una convivialidad universal y a una fraternidad sin fronteras, según el corazón de Cristo, que entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por la salvación de todos.”

“En un tiempo marcado por cerrazones y muros, la convivialidad generada por la familia y ensanchada en la Eucaristía puede construir puentes de hospitalidad y caridad” –dijo Francisco-, y calificó de vergonzoso el “negocio insensato que distrae la atención del hambre verdadera, del cuerpo y del alma, mientras tantos hermanos y hermanas nuestros quedan afuera de la mesa”.

El Sucesor de Pedro concluyó: “Roguemos para que cada familia participando en la Eucaristía, se abra al amor de Dios y del prójimo, especialmente para con quienes carecen de pan y de afecto. Que el próximo Jubileo de la Misericordia nos haga ver la belleza del compartir.”








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