2015-10-24 14:13:00

Programa en español para Guinea Ecuatorial y África


(RV).- En la víspera de la Santa Misa presidida por el Papa Francisco, para la clausura del Sínodo de la familia 2015, nos preparamos a escuchar la homilía del Obispo de Roma, sobre este «acontecimiento de gracia», como dijo él mismo, inaugurando los trabajos sinodales.

Y lo hacemos, evocando esa homilía, del 4 de octubre, que había comenzado con las palabras de la primera Carta de San Juan: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado en nosotros a su plenitud» (1 Jn 4,12).

El Santo Padre señaló que «solo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem».

Y que para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su criatura predilecta estará destinada a la soledad.

Reflexionando, con las lecturas bíblicas, sobre el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia, el Sucesor de Pedro, recordó que Jesús nos enseña que Dios bendice el amor humano y restablece el orden original.

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9).

Ante la actual paradoja de un mundo globalizado - en el que vemos tantas casas de lujo, y cada vez menos calor de hogar y de familia; egoísmo y soledad, violencia destructiva, esclavitud del placer y del dios dinero – el Papa recordó que el amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es, cada vez más, objeto de burla y considerado como algo anticuado. Y que parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social.

El Papa Francisco reiteró que en este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad a su Maestro; en la verdad, que protege al hombre y a la humanidad; y en la caridad, que la impulsa como madre a buscar con misericordia y curar a las parejas heridas, a ser ‘hospital de campo’, con las puertas siempre abiertas.

En comunión con el Papa y el magisterio de la Iglesia, el camino del Sínodo es enriquecimiento mutuo, nos dice el Obispo de Bata, en Guinea Ecuatorial, Mons. Juan Matogo.

A través de Radio Vaticano, el prelado ecuatoguineano envía un mensaje no sólo a los oyentes de su país sino también a los de todo el continente africano, con especial aliento y gratitud a los numerosos misioneros y misioneras.

Con gran preocupación por la tensión y violencia que aflige Oriente Medio, el Papa Francisco dirigió un apremiante llamamiento por la paz en Tierra Santa, «nos lo pide Dios y el bien de la humanidad», afirmó, exhortando a gobernantes y ciudadanos a tener el coraje de decir no a la violencia y al odio y a cumplir gestos concretos de distensión.

El llamamiento del Santo Padre fue al concluir la Misa del pasado domingo, con la canonización de cuatro nuevos santos: Luis y María Celia, papá y mamá de Santa Teresita del Niño Jesús, a quienes encomendó a todas las familias del mundo. María de la Purísima, superiora de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, cuyo testimonio – dijo – nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía a los más necesitados. Y el P. Vicente Grossi, fundador de las hermanas del Oratorio, cuyo ejemplo – deseó – sostenga el compromiso para la educación cristiana de las nuevas generaciones.

En su homilía del pasado domingo, el Obispo de Roma recordó que Jesús realiza esencialmente un sacerdocio de misericordia y de compasión, incompatible con el afán de poder y de éxito mundano.

En su audiencia general, de esta semana, el Papa Francisco invitó a pedir la intercesión de la Madre de Dios y de San Juan Pablo II - el Papa de la familia – por el Sínodo y las familias del mundo.

Y recordando que octubre es el mes del rezo del Santo Rosario y de las misiones, alentó asimismo a rezarle a la Virgen María, rogando por las familias del mundo y por el Sínodo, «para que nos ayude a comprender la voluntad de Dios».

(CdM – RV)








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