2015-09-14 11:00:00

El Papa a Radio Renascença: “Prefiero una Iglesia accidentada”


(RV).- Tras la Visita “ad Limina Apostolorum” de los Obispos de Portugal, el Papa Francisco concedió una entrevista en días pasados a la emisora portuguesa “Radio Renascença”.

En su conversación con la periodista Aura Miguel, el Pontífice – hablando en nuestro idioma – se refirió a las dos preocupaciones que manifestó a los Obispos portugueses, a saber los jóvenes y la catequesis. De los jóvenes el Santo Padre afirmó que  es necesario hacerlos crecer y, sobre todo, acompañarlos “con prudencia, hablando en el momento oportuno, por lo que es importante que la catequesis no sea puramente teórica”.

“La catequesis  – subrayó el  Papa –  es una doctrina para la vida y, por tanto, debe tener tres lenguajes: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos”, de modo que el joven “piense y sepa cuál es la fe, pero al mismo tiempo, sienta en su corazón lo que es la fe y, en consecuencia, se organice para hacer cosas concretas”. De modo que los tres lenguajes son: “Pensar lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que se piensa y lo que se hace, hacer lo que se siente y lo que se piensa”.

La periodista recordó que Portugal espera la visita del Papa para el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, y le  preguntó qué espera el Santo Padre del pueblo portugués, en preparación a tan importante aniversario. Naturalmente, Francisco manifestó su deseo de viajar a esta nación y añadió que “la Virgen lo que pide siempre es que recemos, que cuidemos la familia, los mandamientos. No pide cosas raras. Que recemos por la gente que está desorientada”.

También añadió que todos somos pecadores y que él es el primero. Pero la Virgen pide, y de ahí la necesidad de prepararse con esas peticiones de María, esos mensajes tan de madre; a la vez que destacó que Ella siempre busca almas muy sencillas.

Hablando del fenómeno migratorio en acto,  que preocupa tanto en Europa, el Santo Padre dijo que se trata de “la punta de un iceberg”, puesto que se ven a estos prófugos, a esta pobre gente que escapa de la guerra, del hambre, pero en la base está la causa: "un sistema socioeconómico malo e injusto”. A la vez que sobre el problema ecológico, afirmó que "la persona debe estar en el centro de la sociedad socioeconómica, de la política”, porque “el sistema económico dominante hoy ha descentrado a la persona, poniendo en el centro al 'dios dinero', que es 'el ídolo de moda'”.

Además, el Pontífice insistió en la acogida y en la importancia, especialmente, de “acoger a las personas como son”, recordando que él mismo es hijo de emigrantes en Argentina, nación que no ha caído en la xenofobia y, por tanto, ha sabido acoger a todos los emigrantes procedentes de diversos países europeos, y no sólo.

Entre otros temas que se tocaron en esta amplia entrevista del Papa Francisco destacamos la felicitación del Pontífice a Radio Renascença, que adhirió en Portugal a una iniciativa conjunta que comprende instituciones cristianas y de otras religiones, con el deseo de acoger y trabajar en favor de los prófugos.

El Santo Padre también recordó que una vida sin problemas es aburrida. Y que el hombre tiene en su interior la necesidad de enfrentar y resolver conflictos, y resolver problemas; a la vez que el riesgo, es siempre proponer metas.

Además, explicó su imagen de la Iglesia, que corresponde a una imagen de vida, como un cuarto cerrado durante mucho tiempo, en que se siente el mal olor de la humedad. Si una iglesia, una parroquia, una diócesis, un instituto, vive encerrado en sí mismo, se enferma, reafirmó el Papa, tal como sucede con la habitación cerrada. De ahí la necesidad de que la Iglesia salga, de modo que, “entre una Iglesia enferma y una Iglesia accidentada, prefiero la accidentada – dijo –  porque, por lo menos, salió”.

Tras añadir que “Dios está bendiciendo mucho a su Iglesia” afirmó que con el Jubileo de la Misericordia espera que mucha gente sienta a la Iglesia madre, porque a la Iglesia le puede pasar lo mismo que a Europa, ¿no? Ser demasiado abuela y no madre, e incapaz de engendrar vida.

En cuanto a la pregunta relacionada con los procesos de declaración de nulidad matrimonial, el Papa dijo que hay que agilizar los procesos en manos del Obispo. Mientras sobre el inminente Sínodo de los Obispos sobre la familia, el Santo Padre recordó que el Papa Benedicto dijo claramente que “la gente que está en una segunda unión, no está excomulgada y tiene que ser integrada a la vida de la Iglesia”. “Eso fue clarísimo”, añadió Francisco.

Hacia el final de la entrevista el Papa Francisco dijo que muchas veces se pregunta cómo será su cruz, cómo es su cruz. Porque las cruces existen. No se ven pero están. “Jesús también en un momento era muy popular –  agregó – y después terminó como terminó, ¿no? O sea, ninguno tiene comprada la felicidad mundana. Yo lo único que pido, que me conserve la paz del corazón y que me conserve en su gracia, porque hasta el último momento uno es pecador y puede renegar de su gracia”.

También respondió que necesita salir y que su contacto con la gente de los miércoles, lo ayuda mucho,  puesto que extraña de Buenos Aires salir a “callejear”, andar por la calle.

(María Fernanda Bernasconi - RV). 

Texto y audio integral de la entrevista

Antes que nada, Santidad, gracias por esta entrevista. Es de verdad un privilegio para Rádio Renascença hablar con Usted en una conversación exclusiva.

R. Para mí también es un gusto porque estos días están aquí todos los Obispos del Portugal y ayer estuve toda la mañana con los Obispos portugueses. Así que esta entrevista coincide.

Un Papa que viene “del final del mundo”, ¿Cómo ve a Portugal y a los portugueses?

R. En Portugal estuve sólo una vez en el aeropuerto, hace años, cuando venía para Roma, en un avión de la Varig, que hacía escala en Lisboa y, así, conozco el aeropuerto, pero sí conozco muchos portugueses. Y en el Seminario de Buenos Aires, había muchos empleados migrantes portugueses. Y gente buena, que tenía mucha familiaridad con los seminaristas. Y papá tenía un compañero de trabajo portugués. Me acuerdo el nombre, Adelino, bueno y una vez me tocó conocer una señora portuguesa de más de 80 años, que también me causó buena impresión. Es decir, no conocí ningún portugués malo.

¡Qué suerte! En su discurso a los obispos portugueses, además de elogiar el pueblo portugués y mirar la Iglesia con serenidad, el Santo Padre manifiesta dos preocupaciones: una que se refiere a los jóvenes y la otra a la catequesis. El Santo Padre usa una imagen diciendo que “los vestidos de la primera comunión no sirven más a los jóvenes”, pero que “existen algunas comunidades que insisten en vestirlos”… ¿Cuál es el problema?

R. Es un modo de decir, ¿no cierto? Los jóvenes son más informales y tienen su propio ritmo. A un joven hay que dejarlo crecer. A un joven hay que acompañarlo. No dejarlo solo, acompañarlo. Y saber acompañarlo con prudencia, saber hablar en el momento oportuno, saber escuchar mucho. Un joven es inquieto. No quiere que lo molesten. Y en ese sentido, se puede decir que el vestido de primera comunión no les va. En cambio, a los chicos, cuando hacen la comunión, les gusta el vestido de primera comunión. Es una ilusión. Los jóvenes tienen otras ilusiones, que son muchas veces muy buenas, pero hay que respetar porque ellos mismos no se entienden, porque están cambiando, están creciendo, están buscando, ¿no? Luego al joven hay que dejarlo crecer, hay que acompañarlo, respetarlo y hablarle muy paternalmente, ¿no?

Porque, al mismo tiempo, hay una exigencia de proponer… pero, a menudo, esta exigencia ¡no es atractiva!

R. Por eso hay que buscar cuál es lo atractivo de un joven y que le exija. Por ejemplo, un caso concreto. Si usted a un joven le propone –y esto lo vemos en todas partes- hacer una caminata, un campamento o ir a misionar a otro lado, o a veces ir a un “cotolengo” a cuidar enfermos una semana o quince días, se entusiasma, porque quiere hacer algo por los demás. Está involucrado.

¿“Involucrado”?

R. Sí, entra dentro. Se compromete. No mira de afuera. Se involucra, o sea, se compromete.

Entonces, ¿Por qué no permanece?

R. Porque está caminando.

¿Y cuál es el desafío que la Iglesia debe afrontar? El Santo Padre ha hablado también de la catequesis que a menudo permanece teórica y falta esta capacidad de proponer el encuentro…

R. Pues es importante que la catequesis no sea puramente teórica. No sirve. La catequesis es darle doctrina para la vida y, por lo tanto, tiene que ser de tres lenguajes, con tres idiomas: el idioma de la cabeza, el idioma del corazón y el idioma de las manos. Y que la catequesis entre en esos tres idiomas. Que el joven piense y sepa cuál es la fe, pero que, a la vez, sienta con su corazón lo que es la fe. Y a la vez, haga cosas. Si la catequesis le falta una de las tres lenguas, de los tres idiomas, no va. Los tres lenguajes: pensar lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que se piensa y lo que se hace, hacer lo que se siente y lo que se piensa.

Escuchando Su Santidad, parece obvio… y sin embargo, mirando alrededor – sobre todo en la vieja Europa, en la vieja cristiandad – no es así. ¿Qué falta? ¿Cambiar la mentalidad? ¿Cómo se hace?

R. No, el cambiar mentalidad, no sé, porque no conozco todo, ¿no?, pero sí metodología catequética, a veces no es completa, es verdad. Buscar la metodología catequística que junte las tres cosas: las verdades que se deben creer, lo que se debe sentir y lo que se hace, lo que se debe hacer, todo junto.

Santidad, para el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, nosotros lo esperamos en Portugal. Tres Papas nos han visitado (Juan Pablo II por tres veces). Usted – que ama tanto la Virgen – qué espera de su visita en 2017?

R. Bueno, vamos a aclarar las cosas. Yo tengo ganas de ir a Portugal para el centenario. También en 2017 se cumplen trescientos años del encuentro de la imagen de la Virgen de Aparecida.

Una fecha estereofónica, ¡En dos lados!

R. Así que estoy también con ganas de ir allí. Allá prometí ir. Portugal, dije, tengo ganas de ir y me gustaría ir. Es más fácil ir a Portugal porque uno puede ir y volver en el día, un día pleno o, al más, un día y medio o dos días. Ir a la Virgen. La Virgen es Madre, es muy madre, y su presencia acompaña al pueblo de Dios. Por eso quisiera ir a Portugal, que es privilegiada.

¿Y qué espera de nosotros portugueses? ¿Cómo podemos prepararnos para recibirlo y también para seguir los pedidos de la Virgen?

R. La Virgen lo que pide siempre es que recemos, que cuidemos la familia, los mandamientos. No pide cosas raras. Que recemos por la gente que está desorientada, que se dice los pecadores. Todos somos, yo soy el primero. Pero la Virgen pide y prepararse con esas peticiones de la Virgen, ¿no?, esos mensajes tan de madre, ¿no? Tan de madre, ¿no? Y que se manifiesta a los niños. Es curioso, siempre busca almas muy sencillas, ¿no?, muy sencillas.

Esta entrevista se realiza en plena crisis de los refugiados. Santo Padre, ¿cómo está viviendo esta situación?

R. Es la punta de un iceberg. Vemos estos refugiados, esta pobre gente, que escapa de la guerra, que escapa del hambre, pero esa es la punta del iceberg. Pero debajo de eso, está la causa, y la causa es un sistema socioeconómico y malo, injusto, porque dentro de un sistema económico, dentro de todo, dentro del mundo, hablando del problema ecológico, dentro de la sociedad socioeconómica, dentro de la política, el centro siempre tiene que ser la persona. Y el sistema económico dominante hoy día descentró a la persona y al centro está el dios dinero, es el ídolo de moda. O sea, hay estadísticas, yo no me acuerdo bien, pero -esto no es exacto y me puedo equivocar- que el 17% de la población del mundo tiene el 80% de las riquezas.

Y esta explotación de las riquezas de los países más pobres en el futuro próximo trae como resultado que todas estas personas ahora quieran venir a Europa…

R. Que es lo mismo que sucede en las grandes ciudades. ¿Por qué se forman las “favelas” en las grandes ciudades?

El criterio es el mismo…

R. El mismo. Es gente que viene del campo porque han deforestado, han hecho el monocultivo, no tienen trabajo, y van a las grandes ciudades.

También en África, es lo mismo…

R. En África… O sea, es el mismo fenómeno. Entonces, esta gente emigrada viene a Europa -es lo mismo- buscando un sitio y, claro, para Europa en este momento es una sorpresa, porque es difícil de creer que esté sucediendo esto, ¿no?, pero sucede.

Pero Santo Padre, cuando Usted ha ido a Estrasburgo, ha dicho que es “necesario actuar sobre las causas y no sólo sobre los efectos”. Pero parece que ninguno ha escuchado los efectos que son visibles…

R. Hay que ir a las causas.

Y ninguno ha escuchado, muy probablemente…

R. Donde las causas son el hambre, poner fuentes de trabajo, inversiones. Donde la causa es la guerra, buscar la paz, el trabajo por la paz. Hoy día, el mundo está en guerra, está en guerra contra sí mismo, o sea, el mundo está en guerra –como yo digo- guerra por entregas, por pedazos, pero también está en guerra contra la tierra, porque está destruyendo la tierra, o sea nuestra casa común, el ambiente, los glaciales se están disolviendo. En el ártico, el oso blanco se va cada vez más al norte para poder sobrevivir.

Y la preocupación por el hombre y su destino parece ignorada… Cómo ve Usted la reacción de Europa, ahora, con tantas tomas de posiciones: unos construyen muros, otros eligen los refugiados según la religión, otros aprovechan la situación para hacer discursos populistas…

R. Cada cual saca de su cultura una interpretación, ¿no? Y a veces, la interpretación ideológica o de las ideas es más fácil que el hacer las cosas, que la realidad, ¿no? Vamos lejos de Europa, otro fenómeno que a mí me dolía mucho. Los “rohingya” que fueron expulsados de su país y, bueno, están en un barco y van, llegan a un puerto o a una playa, les dan agua, les dan de comer y, después, otra vez al mar. No los acogen, o sea, la capacidad de acogida de la humanidad falta.

Porque no basta tolerar; es más que la tolerancia: ¡es la acogida!

R. Acoger, acoger a la gente, ¿no?, y acoger como venga. Yo soy hijo de migrantes y soy de la oleada migrante del año 29, pero en Argentina, desde el año 84 -1884-, empezaron a llegar italianos, españoles, portugueses no sé cuándo llegó la primera “ondata” portuguesa, pero portugueses, sobre todo de estos tres países, ¿no? Y llegaban allá y algunos tenían dinero, otros iban al hotel de inmigrantes y allá los mandaban a ciudades. Iban a trabajar, buscaban trabajo. Es verdad que en aquella época hubo trabajo, pero en mi misma familia, que tenían trabajo –llegaron en el 29-, en el año 32, con la crisis económica del 30, se quedaron en la calle, sin nada, y mi abuelo compró un almacén con dos mil pesos que le prestaron. Y mi papá, que era contador –“ragioniere”- hacía el reparto con la canasta, o sea, tenían ganas de luchar, de vencer, ¿no? Yo sé lo que es la migración. Y después vinieron las migraciones de la segunda guerra, sobre todo del centro de Europa, muchos polacos, muchos polacos, eslovacos, croatas, eslovenos y también de Siria y del Líbano. Y siempre nos llevamos bien ahí. En Argentina no hubo xenofobia y ahora hay migración interna de América, de otros países de América vienen a Argentina, aunque estos últimos años disminuyó por la falta de trabajo en Argentina.

Y también de México hacia los Estados Unidos… es un fenómeno grandísimo.

R. El fenómeno migratorio es una realidad, pero yo quisiera tocar un tema que, sin reprochar a nadie, ¿no?, pero cuando hay un espacio vacío, la gente busca de llenarlo. Si un país no tiene hijos, vienen migrantes a ocupar el lugar. Pienso en el nivel de nacimientos de Italia, Portugal y España. Creo que es casi el 0%. Entonces, si no hay hijos, hay espacios vacíos. O sea, ese no querer tener hijos, que, en parte –es una interpretación mía, no sé si es correcta-, es un poco la cultura del “benessere”, ¿no? Yo he escuchado dentro de mi familia mismo, acá de mis primos italianos, hace años que “no, chicos no, preferimos viajar en las vacaciones o comprar una villa, o esto o aquello”. Y entonces, los ancianos quedan solos. Creo que el gran desafío de Europa es volver a ser la madre Europa…

… Y no allí…

R. …abuela Europa... Perdón, hay países de Europa que son jóvenes. Por ejemplo, Albania. Albania, a mí me impresionaba. Gente de 40 años, 45 años. Bosnia-Herzegovina. O sea, países que se han rehecho después de una guerra, ¿no?

Por eso el Santo Padre los ha visitado…

R. Ah, sí, claro. Es un signo a Europa.

Pero este desafío de la acogida de estos refugiados que están entrando, en su perspectiva, puede ser muy positiva para Europa… ¿Es un bien? ¿Es una provocación? Finalmente, en algún modo, Europa ¿puede despertar? ¿Cambiar de rumbo?

R. Puede ser. Es verdad, también quiero reconocer que las condiciones de seguridad territorial hoy día no son las mismas de otra época, porque, es verdad que tenemos a 400 kilómetros de Sicilia una guerrilla terrorista sumamente cruel, ¿no? Entonces, el peligro de la infiltración, eso es verdad, ¿no?

Y que puede llegar hasta Roma…

R. Ah sí. Nadie aseguró que Roma sea inmune a esto, ¿no?, pero se pueden tomar precauciones y la gente que viene… toda a trabajar. Claro, también hay otro problema, es que Europa tiene una crisis laboral muy grande. En un país -hablo de tres países, no los voy a nombrar-, pero importantes de Europa. De 25 años para abajo, la desocupación de jóvenes de 25 para abajo es, en un país del 40%, en otro país del 47%, y en otro del 50%. Hay una crisis laboral. El joven no encuentra trabajo. O sea que se mezclan muchas cosas. No hay que ser simplistas en esto. Evidentemente, viene un refugiado con las medidas de seguridad de todo tipo y hay que recibirlo porque es un mandamiento de la Biblia. Moisés le dice a su pueblo: “recibí al forastero porque acordate que vos fuiste forastero en Egipto”, ¿no?

Pero ¿el ideal sería que ellos no tengan que huir, que se queden en sus tierras, no?

R. Eso, sí.

Santo Padre, en el Ángelus del domingo, Usted ha lanzado el llamamiento a la acogida capilar. ¿Hay reacciones? ¿Qué espera en concreto?

R. Yo lo que pedí fue esto, que cada parroquia, cada instituto religioso, cada monasterio, acoja una familia. Una familia, no una persona. Una familia da más seguridad de contención, un poco para evitar que haya infiltraciones de otro tipo. Cuando hablo de que una parroquia acoja una familia, no digo que vayan a vivir a la canónica, a la casa parroquial, sino que toda la comunidad parroquial vea si hay un lugar, un rincón de un colegio para hacer un “departamentito” o, en el peor de los casos, que alquile un modesto departamento para esa familia, pero que tengan techo, que sean acogidos, y que se los integre dentro de la comunidad. Ya hubo muchas reacciones, muchas, muchas, ¿no? Hay conventos que están casi vacíos.

Hace dos años el Santo Padre ha hecho este llamamiento ¿Qué resultados se han logrado?

R. Hay cuatro solamente. Uno de ellos, los jesuitas. Muy bien, los jesuitas. Pero es serio. Es que ahí también hay una tentación del dios dinero. Algunas congregaciones dicen “no, ahora que está el convento vacío, vamos a hacer un hotel, un ‘albergo’, y podemos recibir gente y, bueno, y con eso nos mantenemos o ganamos dinero”. Bueno, si querés hacer eso, pagá los impuestos. Un colegio religioso porque el religioso está exento de impuestos, pero si trabaja como hotel que pague los impuestos como cualquier hijo de vecino. Si no el negocio no es muy sano.

Y el Santo Padre ya ha dicho que aquí en el Vaticano se acogerán dos familias…

R. Dos familias, sí. Cierto, ayer me dijeron que ya estaban ubicadas las familias, las dos parroquias del Vaticano se encargaron de buscar.

¿Ya han sido elegidas?

R. Sí, sí, sí, ya están. Y eso lo hizo el Cardenal Comastri, que es mi Vicario General para el Vaticano, con el encargado de la Limosnería, que es Monseñor Konrad Krajewski, que trabaja con la gente, con los “homeless”, es el que hizo las duchas debajo de la columnata, el servicio de peluquería. Realmente es una maravilla, que lleva a ver los Museos y la Sixtina a la gente de la calle.

¿Y hasta cuándo se quedarán estas familias?

R. Hasta que el Señor quiera. No se sabe esto, cómo va a terminar esto, ¿no? De todas maneras, yo quiero decir que Europa tomó conciencia, ¿eh? Y yo le agradezco, le agradezco a los países de Europa que hayan tomado conciencia de esto.

La  Rádio Renascença, esta radio que lo entrevista, se ha sumado en Portugal a una iniciativa conjunta que reúne instituciones cristianas y también de otras religiones, con el deseo de acoger y de moverse a favor de los refugiados. El Santo Padre ¿puede decir algunas palabras de apoyo para aquellos que ayudan y también a nuestros radioescuchas y a nuestros colegas de trabajo?

R. Los felicito, les agradezco lo que están haciendo y les doy un consejo: el día del Juicio Final, ya sabemos sobre qué vamos a ser juzgados –está escrito en el capítulo 25 de San Mateo-, cuando Jesús les diga: “estuve con hambre, ¿me diste de comer?”. Y ellos van a decir: “sí”. “¿Y cuando estuve sin refugio, como refugiado, me ayudaste?”. “Sí”. Los felicito, van a aprobar el examen. Una cosa quería decirle también. El trabajo con los jóvenes desocupados. Creo que acá es urgente que, sobre todo en las congregaciones religiosas que tienen como carisma la educación, pero también los laicos, los educadores laicos, inventen cursos pequeños, escuelas de emergencia. Entonces, un joven que está desocupado, estudia seis meses cocina, o estudia seis meses para gasista o para calefaccionista o –siempre se rompe un techo- o para pintor. Entonces, siempre con ese oficio tiene la posibilidad encontrar un trabajo, aunque sea parcial, de momento. Hacer lo que nosotros llamamos hacer una “changa”, no sé cómo… (la periodista pregunta: ¿changa?) Changa, sí. Es un trabajo ocasional, ¿eh?, una “changa”, bueno. Y con eso no está del todo desocupado, pero hoy es el día de la, es el momento de la educación de emergencia, que es lo que hizo Don Bosco. Don Bosco, cuando vio la cantidad de chicos que había en la calle, dijo hay que hacer educación, pero mandar los chicos a hacer la media, y la media humanística, no. Oficios. Entonces, preparó carpinteros, plomeros, que los enseñaban a trabajar y ya tenían para ganarse el pan. Y Don Bosco tuvo eso. Y ahora quiero contar una anécdota de Don Bosco. Aquí, en Roma, cerca de Trastevere, donde (la periodista interviene: “era una zona pobre”) Sí, era una zona muy pobre, pero es ahora la zona de moda de los jóvenes para la “movida”, ¿no? Bueno. Don Bosco pasó por ahí, iba en una carroza ahí, un carro, no sé, y le tiraron una pedrada que rompió el vidrio. Hizo detener y dijo: “este es el lugar donde tenemos que fundar”. O sea, frente a una agresión, no lo vivió como agresión. Lo vivió como desafío para ayudar a gente, a chicos, a jóvenes, que solamente sabían agredir. Y hoy día, hay una parroquia salesiana ahí que forma jóvenes y chicos, con sus escuelas, sus cosas. Bueno, esto –vuelvo al tema de los jóvenes, ¿no?- lo importante que es hoy, a los jóvenes que no tienen trabajo, dar educación de emergencia sobre algún oficio para que puedan ganarse la vida.

El Santo Padre es muy crítico del estilo de vida occidental y de Europa, el llamado primer mundo, demasiado centrado en el bienestar. ¿Qué le incomoda más?

R. Bueno, es decir, también en las grandes ciudades americanas, sea de Norteamérica o de Suramérica, existe este mismo problema. No es solamente de Europa. (Interviene la periodista “es llamado primer mundo…”). Sí, grandes ciudades. En Buenos Aires hay un gran sector de la cultura del bienestar, ¿no?, y por eso también hay esos cordones alrededor de las ciudades, “favelas”, todas esas cosas, ¿no? Yo a Europa no le echaría en cara tanto hoy eso, ¿no? Hay que reconocer que Europa tiene una cultura excepcional. Realmente, son siglos de cultura, ¿no? Y eso da también un bienestar intelectual y, yo, en todo caso, lo que yo diría de Europa es su capacidad de retomar un liderazgo en el concierto de las naciones. O sea, que vuelva a ser la Europa que marca rumbos, pues tiene la cultura para hacerlo.

Pero ¿Europa mantiene hoy su identidad? ¿Está en condiciones de afirmar su identidad?

R. Lo que dije en Estrasburgo lo pensé mucho antes de decirlo. O sea, que repetiría un poco eso, ¿no? Europa todavía no se murió. Está media abuelita, pero puede volver a ser madre. Y yo tengo confianza en los políticos jóvenes. Los políticos jóvenes hablan otra música. Hay un problema mundial que afecta no solo a Europa, sino a todo el mundo, y es el problema de la corrupción. La corrupción en todos niveles. Eso también indica un bajo nivel moral, ¿no?

El Santo Padre habla de esto en la última encíclica y pide a los pueblos ser más conscientes. Sin embargo, hay una gran abstención: si miramos los resultados de las elecciones, la abstención es casi más grande de un partido…

R. Porque la gente… está desilusionada. En parte, por la corrupción. En parte, por la ineficacia. En parte, por los compromisos adquiridos previamente. Y, sin embargo, Europa puede, puede e debe -y yo afirmo lo que dije en Estrasburgo-, Europa tiene que tomar su rol, o sea, recuperar su identidad. Es verdad que Europa se equivocó. No se lo echo en cara, lo recuerdo no más. Cuando quiso hablar de su identidad, no quiso reconocer, quizá lo más hondo de su identidad, que es su raíz cristiana, ¿no? Ahí se equivocó. Bueno, pero todos en la vida nos equivocamos. Está a tiempo de volver a su…

Santidad, una pregunta para el “simple radioescucha” también por causa de esta onda de individualismo: ¿Qué puede tocar la libertad de uno que “hace lo que quiere”? ¿Y que ha estado educado de niño con un concepto de felicidad en el cual “la felicidad es no tener problemas”? En general, se educan a los niños con este deseo, que “la felicidad es no tener problemas y es hacer lo que se quiere…”

R. Una vida sin problemas es aburrida. Es aburrimiento. El hombre tiene en su interior la necesidad de enfrentar y resolver conflictos, y resolver problemas. Evidentemente, una educación para no tener problemas es una educación aséptica, aséptica. Y haga la experiencia usted misma. Tome un buen vaso de agua mineral, un agua común o agua del “rubinetto”, y después tome un vaso de agua destilada. Le va a dar asco. El agua destilada no tiene problemas. Es educar a los chicos en el laboratorio, ¿no?, por favor.

Arriesgar es importante…

R. El riesgo, siempre proponer metas. Para educar, hace falta usar los dos pies. Educar bien. Tener un pie bien apoyado en la baldosa (periodista: “¿baldosa?”) el pavimento, el pedazo de pavimento, bien apoyado. ¿El otro pie bien apoyado ahí? No, el otro pie un paso adelante y ver si puedo apoyar. Y cuando lo tengo apoyado el otro, levanto este y… eso es educar. Apoyarse sobre algo seguro, pero intentar de dar un paso adelante hasta que lo tengo seguro y, de ahí, saco este.

Es más cansado educar así…

R. Es arriesgar. ¿Por qué? Porque quizás, piso mal y me caigo. Y bueno, te levantás y seguís.

Santidad, en la onda individualista que vivimos -el Santo Padre ha hablado de esto en Estrasburgo- parece un capricho el exigir más derechos separados de la búsqueda de la verdad. ¿Cree que esto sea también un problema en el modo de vivir la fe?

R. Puede ser. Y exigencias… y sin la generosidad de dar. O sea, es exigir mis derechos y no mis deberes hacia la sociedad, ¿no es cierto? Creo que derechos y deberes van juntos, ¿no? Además, eso crea la educación del espejo, porque la educación del espejo es narcisismo y hoy estamos en una civilización narcisista.

¿Cómo se vence? ¿Cómo se combate?

R. Con la educación. Por ejemplo, derechos y deberes. Con la educación a los riesgos razonables. Buscando metas, avanzando, pero no quedándose quieto o mirándose en el espejo, ¿no? Nos va a pasar lo que le pasó a Narciso, que de tanto mirarse en el agua tan lindo, tan lindo, blup, se ahogó. (ríe)

Santidad, Usted dice que prefiere una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma ¿Qué quiere decir con “Iglesia accidentada?

R. Sí, me explico: es una imagen de vida. Si uno tiene en su casa una pieza, una habitación cerrada mucho tiempo, la humedad, la “muffa”, el mal olor. Si una iglesia, una parroquia, una diócesis, un instituto, vive encerrado en sí mismo, se enferma. Le pasa lo mismo que a la habitación cerrada. Y tenemos es una Iglesia raquítica, con normas fijas, sin creatividad, segura, más que segura, no, asegurada, con una compañía de seguros, pero no segura. En cambio, si uno sale –una iglesia, una parroquia- sale hacia afuera a evangelizar, le puede pasar lo mismo que le pasa a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Entonces, entre una Iglesia enferma y una Iglesia accidentada, prefiero la accidentada porque, por lo menos, salió. Y ahí –quiero repetir una cosa que dije otra vez en otra ocasión-: en la Biblia, en el Apocalipsis, hay una cosa linda de Jesús –creo que en el capítulo segundo, al final del primero, o segundo- donde le está hablando a una Iglesia y le dice: “estoy a la puerta y llamo”. Está golpeando Jesús. “Si me abres, entro y voy a cenar contigo”. Pero yo me pregunto: “¿cuántas veces, en la Iglesia, Jesús golpea a la puerta, pero desde adentro para que lo dejemos salir a anunciar el Reino”. A veces, nos apropiamos para nosotros de Jesús y nos olvidamos que una Iglesia que no es una Iglesia en salida, una Iglesia que no sale, tiene a Jesús preso, aprisionado.

¿Y por eso, Usted ha sido elegido Papa?

R. Eso pregúnteselo al Espíritu Santo. (Ríe).

Santo Padre, desde cuando Usted ha sido Papa ¿considera que la Iglesia está más “accidentada”?

R. No sé. Sé que, por lo que me dicen, Dios está bendiciendo mucho a su Iglesia. Es un momento que no depende de mi persona, sino de la Bendición que Dios quiso dar a su Iglesia en este momento, ¿no? Y ahora, con este Jubileo de la Misericordia, yo espero que mucha gente sienta a la Iglesia madre, porque a la Iglesia le puede pasar lo mismo que a Europa, ¿no? Ser demasiado abuela y no madre, ¿no?, e incapaz de engendrar vida, ¿no?

Este es el motivo del Jubileo de la Misericordia…

R. En que vengan todos. Que vengan y sientan el amor, el perdón de Dios. Yo conocí, en Buenos Aires, un fraile capuchino –un poco menor que yo- que es un gran confesor. Siempre tiene una fila, mucha gente, sí, más gente, todo el día confesando. Y él es un gran perdonador. Y perdona, pero, a veces, le agarran escrúpulos de haber perdonado mucho. Y entonces, una vez charlando, me dice: “a veces, tengo esos escrúpulos”. Y yo le pregunté: “¿y qué hacés cuando tenés esos escrúpulos?” - “y voy delante del sagrario, lo miro al Señor, y le digo: Señor, perdóname, hoy he perdonado mucho, pero que quede claro, ¿eh?, que la culpa la tenés vos porque me diste el mal ejemplo”.

Por esto Usted también ha decidido, en la carta [a Mons. Fisichella] proponer el perdón para las situaciones más difíciles y ahora ha publicado estas nuevas cartas [Motu proprio] que aceleran los procesos de declaración de nulidad del matrimonio. ¿Esto tiene que ver también con el Jubileo?

R. Sí, simplificar… Facilitar la fe a la gente, ¿no? Y que una Iglesia sea madre, ¿no?

El motivo de estas cartas Motu proprio sobre la nulidad ¿es exactamente hacer más ágil el proceso?

R. Agilizar, agilizar los procesos en manos del Obispo. Un juez, un Defensor del Vínculo, una sola sentencia, porque, hasta ahora había dos sentencias. No, una sola. Si no hay apelación, ya está. Si hay apelación, al Metropolitano, pero agilizar y también la gratuidad de los procesos.

¿El Santo Padre lo ha hecho también pensando en el Sínodo y en el Jubileo?

R. Todo viene.

Sé que Usted no quiere hablar del Sínodo, pero, en su corazón de pastor universal, ¿Qué pide?

R. Yo pido que recen mucho. El Sínodo, ustedes ya, los periodistas, conocen el Instrumentum Laboris. Se va a hablar de eso. De lo que está ahí, se va a hablar. Son tres semanas, un tema, un capítulo, para cada semana. Y se esperan muchas cosas. Porque, evidentemente, la familia está en crisis. Los jóvenes no se casan. No se casan. O con esta cultura del provisorio, “bueno, convivencia, o me caso, mientras dura el amor, después, chao”.

¿Y qué dice el Santo Padre a quien no vive en modo coherente con las indicaciones de la Iglesia y que tiene el ansia del perdón?

R. Ahí, en el Sínodo, se va a hablar de todas las posibilidades de ayudar a esta familia. Que quede una cosa clara –que el Papa Benedicto lo dijo clarito, clarito-: la gente que está en una segunda unión, no está excomulgada y tiene que ser integrada a la vida de la Iglesia. Eso fue clarísimo. Y yo, en la catequesis, lo dije claro el otro día, ¿no?... acercar a la Misa, a la catequesis, a la educación de los hijos,  a las obras de caridad, mil cosas, ¿no?

Santidad, me gustaría terminar con preguntas sobre su vocación. Al inicio de marzo de 2013, Usted se preparaba para “jubilarse”. Había elegido donde vivir, etc. En cambio se ha convertido en uno de los hombres más famosos del mundo ¿Cómo vive esta situación?

R. No perdí la paz. Es un regalo… la paz es un regalo de Dios. Es un regalo que Dios me dio, algo que yo ni imaginaba, por mi edad, por todo eso. Más aún, había calculado la vuelta, pensando en ningún Papa va a asumir en Semana Santa. Entonces, si tardamos en elegirlo, adelantará la función al sábado antes del Domingo de Ramos. Y saqué boleto para volver, de manera que el Domingo de Ramos pudiera celebrar la Misa y dejé preparado sobre mi escritorio la Homilía. Ha sido una cosa que no esperaba y, ya en diciembre, dejaba el cargo al que iba a ser nombrado sucesor. Así que…

… Hay toda una aventura, ahora, frente a Usted…

R. Todo… pero no perdí la paz. No perdí la paz.

El Papa Francisco es amado en todo el mundo, su popularidad crece, como revelan los sondeos, muchos lo quieren ver como candidato al Premio Nobel… pero Jesús ha advertido a los suyos: “Serán odiados a causa de mi nombre” ¿Cómo se siente, Santidad?

R. Yo muchas veces me pregunto cómo será mi cruz, cómo es mi cruz. Porque las cruces existen. No se ven pero están. Y Jesús también en un momento era muy popular y después terminó como terminó, ¿no? O sea, ninguno tiene comprada la felicidad mundana. Yo lo único que pido, que me conserve la paz del corazón y que me conserve en su Gracia, porque hasta el último momento uno es pecador y puede renegar de su Gracia. Me consuela una cosa, que San Pedro cometió un pecado muy grave –renegar a Jesús-. Después de eso lo hicieron Papa. Si con ese pecado lo hicieron Papa, con todos los que yo tengo, me consuelo, bueno, el Señor me cuidará como lo cuidó a Pedro. Pero Pedro murió crucificado, así que no sé cómo terminaré yo. Que decida Él. Mientras me de la paz, que haga lo que quiera.

Santo Padre, ¿Cómo vive su libertad siendo Papa? Recientemente ha aparecido en una Misa matutina en San Pedro y ha ido a un oculista a reparar sus anteojos… ¿Le falta la gente?

R. Sí. Yo necesito salir, pero todavía es un poco… no son los tiempos, ¿no? Pero, poco a poco, el contacto con la gente lo tengo los miércoles y eso me ayuda mucho, ¿no? Sí, lo único que extraño de Buenos Aires es salir a “callejear”, andar por la calle.

Y terminamos con unas preguntas rápidas: ¿Qué le quita el sueño?

R. ¿Le puedo decir la verdad? Yo duermo como un tronco. (Ríe)

¿Qué lo hace correr?

R. Cuando hay mucho trabajo.

¿Qué cosa no es nunca urgente? ¿Qué puede esperar?

R. ¿Cosa no urgente? Pequeñas cosas que pueden esperar hasta mañana, pasado. Hay cosas que son muy urgentes. Otras que no son urgentes. Pero no sabría decirle en concreto esto es más urgente que esto otro.

¿Con qué frecuencia se confiesa?

R. Cada quince días, veinte días. Me confieso con un Padre Franciscano, Padre Blanco, que tiene la bondad de venir acá, a confesarme. Y sí, nunca tuve que llamar una ambulancia que lo llevara de vuelta, asustado de mis pecados. (ride)

¿Cómo y dónde le gustaría morir?

R. Donde Dios quiera. En serio, no… donde Dios quiera y…

La última: ¿Cómo imagina la eternidad?

R. Cuando era más joven, la imaginaba muy aburrida. (Ríe) Ahora pienso que es un Misterio de encuentro. Es casi inimaginable, pero debe ser algo muy lindo, muy hermoso, encontrarse con el Señor.

Gracias, Santo Padre.

R. Gracias a usted y un gran saludo a todos los oyentes de esta radio. Y, por favor, le pido que recen por mí. Que Dios los bendiga y la Virgen de Fátima los cuide.

Para Radio Vaticano, MTC.








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