2015-09-08 19:39:00

Veintisiete puertas cerradas golpea el Papa con sus propias manos y abriendo primero él la puerta de casa en el Vaticano


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz @jesuitaguillo

Son veintisiete países de la Europa de puertas cerradas, donde algunos políticos hacen lindas declaraciones y discuten cupos de acogida a los prófugos, ¿esperando quizá que los traficantes de personas, de armas, de guerra, de muerte, de terror, se arrepientan de lucrar enviando gente a Europa, si es que escapan de las fauces abismales del mar, que solo algunas veces vomita sus cadáveres?

Papa Francisco golpea estas puertas sin miedo. Con coraje nos invita a asilar una familia de prófugos en cada parroquia, en cada comunidad, aunque esto sea contra la «ley», porque todo prófugo es indocumentado, ilegal.

La vida de un ser humano, de una familia, está por sobre todo y según el mismo Francisco, la razón es que «el Evangelio nos llama a ser ‘prójimos’ de los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta», según lo dijo el mismo domingo 6 de setiembre, cuando exhortó: «en proximidad del Jubileo de la Misericordia, dirijo un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen lo concreto del Evangelio y acojan a una familia de prófugos… empezando por mi diócesis de Roma y las dos parroquias del Vaticano. …la Misericordia es el segundo nombre del Amor:  “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25.40).»

Algún obispo europeo dijo que en su país no se puede asilar un prófugo porque sería contra la ley. Es que se trata precisamente de eso: salvar la vida de seres humanos a los que la ley no refugia y los convierte en «prófugos»; asilarlos asumiendo las consecuencias porque son ilegales; porque mas vale obedecer a Dios que a los hombres. La invitación de Francisco a «hacerse prójimo» implica estar dispuesto a dar hasta la vida por el otro y no solamente un plato de comida o una casa, como el mismo Jesús enseña en el Evangelio. Llegarse hasta llagarse, hasta ser uno solo con el otro, prófugo con el prófugo. Esta es la respuesta de Francisco a los que dicen que es muy lindo lo que propone pero imposible. La práctica del Evangelio es posible. Y somos o no somos seguidores de Jesús, más allá de todas la fronteras.








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