2015-08-14 18:42:00

Padre Kolbe: Mártir de la Caridad, amando hasta ser víctima


 

Hoy  la Iglesia Católica recuerda con veneración el aniversario de la muerte de Maximiliano María Kolbe, sacerdote polaco y franciscano, que dedicó su vida a la propagación de la Fe en Cristo y la devoción a la Virgen de la Inmaculada, a la que consagró íntegramente su vida. Nació en el seno de una familia humilde pero profundamente religiosa, donde descubrió desde su niñez, el amor por Jesús y su madre, María; un amor que poco a poco fue despertando en su interior, el deseo de seguir el llamado de Dios, a la vocación religiosa.

En 1910, con tan sólo 16 años; escuchó decir a un sacerdote durante la homilía, que  los padres franciscanos iban a abrir un seminario y ese mismo año fue aceptado como fraile. Cambió su nombre original, de Raimundo a Maximiliano María. Terminados sus estudios de filosofía y teología, fue ordenado sacerdote el 29 de abril de 1928. Entre las intenciones escritas en latín que ofreció al celebrar su primera misa, destacaba una fundamental: “Amorem usque ad victimam”; el amor hasta ser víctima; una oración que resume perfectamente  su visión caritativa de entrega total por amor al prójimo, que llevó a Maximiliano María Kolbe, a la entrega completa de sí mismo, al ofrecimiento de su propia vida, por amor.

Fundó Niepokalanow, una ciudad dedicada a la Virgen de la Inmaculada, que progresivamente fue creciendo y aumentando en número de vocaciones religiosas. Miles de hombres, venidos de todas partes del país, deseaban vivir allí y unirse al Padre Kolbe; consagrando sus vidas a la Virgen y al servicio por la caridad. Entre todos, edificaron un convento que servía como seminario de los franciscanos conventuales, como centro de evangelización, actividades caritativas e imprenta.

Desde 1927 hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial Una de las publicaciones más importantes producidas allí y con un claro propósito de apostolado mariano, fue el “Caballero de la Inmaculada”, que llegó a producirse cada mes con 750.000 copias, que se distribuían en toda Polonia.

En 1930, San Maximiliano marchó a Japón, donde permaneció seis años, para fundar la misma obra en Nagasaki. La misión pronto dio iguales frutos de santidad y perdura también hasta hoy. A pesar de su frágil estado de salud, limitado físicamente por la grave enfermedad de tuberculosis, el Padre Kolbe trabajó con pasión por la extensión del Evangelio. Estuvo como misionero en Japón, y sus publicaciones llegaron a la India, a China, incluso a Arabia.

Con la invasión de los nazis a Polonia, fue  llevado al campo de concentración de Auschwitz, donde fue obligado realizar horripilantes trabajos forzosos,  como levantamiento de cadáveres y recogida de las cenizas de los cuerpos que ardían en los hornos.  A finales de 1941, se fugó un preso de este campo de concentración. Como castigo, los soldados nazis eligieron al azar a diez personas que morirían cruelmente en represalia por la fuga de este preso. Así fue como, el Padre Kolbe entregó voluntariamente su vida para salvar la de uno de los prisioneros elegidos para morir; un hombre que era padre de familia y suplicaba piedad por su vida.

 Murió el 14 de Agosto de 1941, tras pasar semanas encerrado junto con los otros prisioneros, sufriendo hambre y  sed extremas. Los soldados tuvieron que suministrarle una inyección de fenol para acabar con su vida.

Hasta el último suspiro, Maximiliano María Kolbe, conservó su fe y su amor por la Santísima  Virgen Inmaculada, a la que consagró íntegramente su vida y a la que se encomendó en la hora de su muerte. Hoy, 74 años después de su muerte; el legado del Padre Kolbe y su apostolado mariano, continúan dando frutos de generosidad y caridad; un camino de fe que recorrió desde niño, siguiendo siempre el modelo de Jesús, quien nos dijo: “Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por su amigos”. 

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