Testimonio de un cuerpo ausente, como una crisálida, el Santo Sudario

REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

El Santo Sudario nos muestra claramente que el cuerpo de Cristo no está ahí. Porque es una fotografía. Es el negativo de la foto de un cuerpo que se imprimió como a partir del flash de una poderosa luz interior, en el momento mismo que el cuerpo resucitado se libera de la mortaja. Es el rastro último de un cuerpo que hay que seguir buscando. Por eso pienso y siento que el santo Sudario es como el mantel de la mesa del altar, allí donde se hace y se comulga el pan de la Eucaristía. Se trata de un misterio mayor que el del Santo Sudario, porque después de la consagración ese pan es Jesús vivo y entero en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

En los dos casos se trata de Jesús. En la Eucaristía la presencia viva de Jesús entero y el santo sudario es el último rastro visible hoy de Jesús, para buscar y encontrar su Cuerpo.

¿Y cómo encontramos este Cuerpo, a Jesús vivo y entero? Poniendo el propio cuerpo, el alma, la vida, como lo hizo Jesús de Nazaret. Es el único modo de seguirlo y de alcanzar la Vida plena. Y Francisco, pone el cuerpo entero en el seguimiento de Jesús y en la invitación que nos hace al Encuentro con Jesús, en las llagas actuales del hermano que sufre.

Con su peregrinación al santo Sudario, Papa Francisco nos llama a contemplar a Jesús mismo, a dejarnos mirar por los ojos cerrados del rostro majestuoso del santo Sudario y a ver en ese Cuerpo martirizado a los que hoy son maltratados, perseguidos y asesinados por su fe en Jesús. A encontrar a Jesús en ellos en los que sufren.

¿Que ven hoy en mí los ojos de Jesús? Ven ¿mi propio yo en el espejo, mezquino y egoísta; víctima de la vida, de la gente que no me comprende o que no puedo manipular a mí capricho?, o ¿ven mi corazón de padre-madre cargado de hijos y de hermanos que sufren, trabajan y ruegan buscando sentido, esperanza, liberación en el amor Jesús resucitado?