2015-06-19 18:06:00

"He aquí al Hombre", en el Santo Sudario


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Cientos de miles de peregrinos afluyen en estas semanas a Turín para pasar pocos minutos en recogimiento silencioso ante el Santo Sudario, contemplando la imagen del cuerpo martirizado de un hombre crucificado. El hecho se repite cada vez que la gran y antigua sábana se expone al público y también los últimos Papas se han unido a los peregrinos devotos.

Lo que atrae no es tanto el origen misterioso de esta imagen, sino su correspondencia impresionante, en numerosísimos detalles, a la narración de la Pasión de Cristo de los Evangelios: las llagas, la sangre derramada, las heridas de la corona de espinas, los golpes de la flagelación. “¡He aquí el hombre! decía Pilato, presentando a Jesús al gentío. He aquí el hombre muerto en la cruz por nosotros, nos repetimos a nosotros mismos, deteniéndonos conmocionados y finalmente admirados, ante la imagen más concreta de la Pasión.

Y en el centro, el rostro solemne del crucificado, un rostro que corresponde a los esquemas más antiguos de la iconografía cristiana y, a su vez, la confirma y la inspira. Deseamos conocer a Dios y lo podemos conocer a través del rostro de Cristo. Por eso nos gustan las imágenes que la tradición acredita como caminos preciosos para entrever aquel rostro, tanto en Manuppello, como en Turín y todas nuestras estampitas. Sabemos que debemos mirar más allá de la imagen, desear ver cara a cara el rostro del Resucitado. Pero estamos humildemente agradecidos por la ayuda ofrecida a nuestros ojos terrenales, en esta reliquia del santo sudario, para contemplar el amor sin reservas por nosotros, hasta la muerte de cruz.

 

 

 








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