2015-06-15 20:16:00

Abierto de par en par para vos, para mí, para todos


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

A los testigos les quedó grabado para siempre. Y ellos lo contaron como lo vieron, especialmente el predilecto del “maestro” en su libro sagrado. Como si cavaran una vertiente profunda, inagotable, cuando el romano Longinus remató con la lanza el pecho dilatado del crucificado, brotó sangre y agua suave y mansa, que bajó curando y vivificando por la empuñadura, la mano, el brazo, hasta el corazón del soldado.

Y continúa abierto todavía, porque después que Jesús resucitó, Tomás no creyó cuando los otros discípulos le contaron y entonces Jesús se presentó vivo y le dijo: “Aquí están mis manos y mis pies, meté tu dedo en mis heridas y tu mano en mí costado”. ¡Quién se atrevería a describir el estupor sagrado de Tomás cuando entró su mano por el mismo hueco de la lanza y sintió el latido poderoso de amor del corazón de Cristo! Balbuceó: “Señor mío y Dios mío”.

Pero Jesús no terminó en una historia de hace ya 2000 años. Jesús sigue encontrándose cuerpo a cuerpo con los que lo buscan, sobre todo a través del misterio de fe de la Eucaristía. Y entre los tantos que se encontraron después con el Hijo de Dios y de María de Nazaret, está santa Margarita María, una monja francesa que relató al jesuita De la Colombiere, que varias veces cuando rezaba frente al sagrario, Jesús le hizo ver su Corazón ardiente de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la que brota sangre y agua. Entre otras cosas Jesús le dijo: “este es el corazón que tanto ama a los hombres y solo recibe desprecio en este sacramento de amor”.

Hoy este Corazón continúa abierto como fuente inagotable para vos, para mí, para todos. Si te ponés a pensar, vos y yo tenemos pruebas suficientes del amor de Jesús con tantos dones, beneficios y milagros como el pulso de tu propio corazón ahora. Y, sobre todo, con esta oportunidad que hoy nos da de dejar lo que nos envenena y ofende a Dios y a los demás, para aceptar el camino humilde del servicio por amor a los hermanos más necesitados.

¡Gracias Jesús! Que tu abrazo fuerte haga sentir a cada uno de los míos el poderoso latido de tu Corazón lleno del amor herido y victorioso, que cura del mal y llena de alegría y Vida plena.








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