2015-05-25 18:25:00

El obispo Romero es modelo de sacerdote que juega su vida por Jesús, la Iglesia y el Pueblo


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Un sicario lo mató de un tiro cuando celebraba la misa el 24 de marzo de 1980 en la capilla del hospital La Divina Providencia, en El Salvador.

Amenazado de muerte por defender a los pobres, había repetido públicamente: “La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación, queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben al cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios cese la represión”.

Aunque su asesinato conmocionó al país y a la comunidad internacional, el caso judicial fue "congelado" en 1987 y archivado por la aplicación de la Ley de Amnistía de 1993. Pero siguiendo el sentir del pueblo fiel del Salvador que considera a Romero un santo por la causa de los pobres, el Papa impulsó el proceso en la Congregación para la Causa de los Santos y lo declaró beato el 23 de mayo de 2015 en El Salvador en una celebración presidida por el cardenal Amato.

Al día siguiente Francisco dijo ante los peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro para rezar el Reina del Cielo: “Mons. Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador, asesinado por odio a la fe mientras estaba celebrando la Eucaristía. Este diligente pastor, siguiendo el ejemplo de Jesús, ha elegido estar en medio de su pueblo, especialmente de los pobres y de los oprimidos, incluso a costa de su vida”.








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