2015-04-20 12:06:00

Adán, dónde estás. Caín, dónde está tu hermano. ¿Quién llora por estos hermanos? Resuenan las preguntas del Papa


«¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas?»

(RV).-  Las preguntas que presentó el Papa Francisco, en Lampedusa, vibran dolorosamente una vez más, ante la nueva tragedia de la emigración en el Mediterráneo.

Para el primer viaje apostólico de su Pontificado, el 8 de julio de 2013, el Papa Bergoglio eligió la isla símbolo de otros muchos lugares del mundo, rezando por los hermanos que han muerto buscando una vida mejor, bendiciendo la caridad y acogida de los que reciben a los más necesitados.

Alentó a no caer en la indiferencia, rogando por la conversión de los corazones de los que explotan y esclavizan y de los que toman decisiones socio-económicas, que abren el camino a las tragedias de la migración.

Allí en una Misa - que adquirió un carácter penitencial, pidiendo perdón por la globalización de la  indiferencia, que anestesia los corazones y los hace insensibles – el Santo Padre hizo hincapié en que Dios nos vuelve a dirigir también hoy las preguntas que dirigió al comienzo de la historia de la humanidad.

“¿Adán, dónde estás?”: es la primera pregunta, y la segunda es “Caín, ¿dónde está tu hermano?”. “¡Estas dos preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda su fuerza!”, enfatizó el Papa Francisco subrayando luego que “esos hermanos y hermanas nuestros trataban de salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un lugar mejor para ellos y para sus familias, pero han encontrado la muerte”.

¡Y sus voces suben hasta Dios!

Lamentando asimismo la terrible acción de los traficantes, que explotan la pobreza de los demás, el Obispo de Roma volvió a recordar las dos primeras preguntas de Dios y propuso una tercera:

«“¿Adán dónde estás?”, “¿dónde está tu hermano?”, son las dos preguntas que Dios hace al inicio de la historia de la humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a nosotros.

Pero yo querría que nos hiciéramos una tercera pregunta: “¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?”. ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias?

Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del “padecer con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!

En el Evangelio hemos escuchado el grito, el llanto, el gran lamento: “Raquel llora a sus hijos… porque ya no están”. Herodes ha sembrado muerte para defender su propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y esto sigue repitiéndose… Pidamos al Señor que borre lo que queda de Herodes también en nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de llorar sobre nuestra indiferencia, sobre la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como éste.

¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado hoy en el mundo?”

Señor, en esta Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado, se ha encerrado en su propio bienestar que lleva a la anestesia del corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas. ¡Perdón Señor!

Señor, que escuchemos también hoy tus preguntas: ¿“Adán, dónde estás?”, “¿dónde está la sangre de tu hermano?”»

(CdM - RV)








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