La más hermosa, tierna y pulcra morada

RV -. REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Después de escuchar el grito del último profeta en el desierto: Preparen el camino del que derrotará al que domina este mundo con el mal y muerte, fijamos la mirada en una mujer.

Sí, una mujer de Nazaret tan joven y pobre, que solo puede preparar y disponer su corazón y sus brazos para abrigar al niño que crece en su vientre, cuando nazca. Y la veneramos el 8 de diciembre Inmaculada, sin sombra de mal, porque Dios mismo la modeló como la más hermosa, la más tierna y pura morada de su querido hijo. “Bendita entre las mujeres” le decimos porque no hay mujer y madre más hermosa y tierna.

 

Y el 12 la miramos absortos por la belleza de la imagen pintada -no por manos humanas- en el milagro de Guadalupe, en el que aparece la Madre de Dios embarazada, con la figura de los presentes grabada en la pupila de sus ojos, y con las manos juntas en oración al Altísimo por aquellos hijos pobres, predilectos como el indio Juan Diego, a quienes mira con desbordada ternura.

 

Podríamos pedirle a María de Nazaret hacer con ella, de su mano, en sus ojos y bajo su manto, la peregrinación a Belén. De tal modo, que la ternura de sus brazos, de su mirada, de su manto sea nuestro pesebre, nuestro hogar, nuestra casa. Que sea ella ese abrigo cálido del Amor de Dios que cura del mal y llena de la fuerza de la Vida plena, que ya palpita en el corazón de Jesús que crece en sus entrañas. Un Jesús poderoso, que viene a derrotar tu muerte y la mía. Pero que, como dice Francisco, no viene como un capitán, un general de ejército, un gobernante potente, sino “como un retoño” (Homilía 02-12-14), en brazos de María, que también al decir de Papa Francisco: “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (EG.286).

Dios te salve María…

Dios te salve Reina y madre de Misericordia…

Bendita sea tu pureza…