2014-11-15 15:32:00

No una teología de escritorio, reflexionan en la Gregoriana


jesuita Guillermo Ortiz

(Radio Vaticana) Las ocho personas asesinadas en la Universidad Centro Americana del Salvador, el 16 de noviembre de 1989, seis jesuitas y dos colaboradoras de la casa, fueron motivo de un Encuentro organizado por la Universidad Gregoriana de Roma, el 14 de noviembre, para reflexionar sobre la misión universitaria en los tiempos actuales.

¿Qué nos enseña esta universidad del Salvador? Se trata de una Universidad que siguiendo su inspiración cristiana, en tiempos de una guerra civil que causa muerte y destrucción, no piensa ni actúa separada de la realidad que el pueblo está viviendo, especialmente los más frágiles y pobres. Y estos jesuitas ejercitaron su trabajo en una situación especialmente conflictiva en la que buscar y decir la verdad, defender la dignidad de la persona y trabajar por la paz costaba la vida.

Papa Francisco quiere una Iglesia pobre para los pobres y esto implica una teología no de escritorio sino en contacto con la realidad social, cultural, geográfica. En este contexto la Gregoriana puede ayudar a que los estudiantes hagan historia de sus iglesias regionales con sus propias culturas. Que puedan pensar por si mismos en sus iglesias locales sin olvidar sus propias raíces; inserirse en sus propias iglesias y discernir allí la presencia de Dios en su propia realidad.

Sobre esto escuchamos al jesuita Jorge Costadoat, teólogo, uno de los expositores en el encuentro:

Los jesuitas asesinados en el 89 están presentes hoy en la memoria del pueblo salvadoreño

El 16 de noviembre de 1989 fueron brutalmente asesinados los jesuitas Ignacio Ellacuría, rector de la Universidad Centro Americana del Salvador. Los pobres, aquellos que sufren y que tienen gran capacidad de soportar las adversidades, estuvieron siempre presentes en su preocupación por impulsar una solución negociada a la guerra en ese país. Tenía 59 años. Mataron aquel día a Juan Ramón Moreno, que había sido maestro de los novicios y secretario de la Provincia. Tenía 56 años. Asesinaron a Joaquín López y López, que dirigía Fe y Alegría, un programa de educación básica para las poblaciones más pobres. Tenía 71 años. Segundo Montes, uno de los primeros jesuitas que se preocupó por los refugiados de guerra fue también eliminado. Fundó el Instituto de Derechos Humanos de la UCA, tenía 56 años. Los otros masacrados fueron los jesuitas Amando López de 53 años y Ignacio Martín-Baró que fundó el Instituto de Opinión Pública de la UCA, de 47 años. Junto a ellos también mataron a Julia Elba, que trabajaba en la casa del teologado jesuita y a su hija Celina, de 15 años. Escuchamos el testimonio de dos jóvenes salvadoreños estudiantes en la Universidad Gregoriana de Roma: 

16 de Noviembre 1989-2014: la historia vivida Testimonio del jesuita Michael Czerny en el encuentro sobre el tema en la Gregoriana

En la década de los 70’s, los movimientos campesinos, los sindicatos y organizaciones de base que existían en El Salvador buscaban un cambio económico, político y social. Una década más tarde, en los años 80, esta efervescencia derivó en una guerra civil, debido a que varias organizaciones guerrilleras se unieron en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y así luchar contra el gobierno dominado por los militares, que, en la lógica de la Guerra fría, contaba con el apoyo incondicional de los Estados Unidos. La guerra llegó a su clímax militar en noviembre de 1989, cuando el FMLN atacó y tomó el control de la mitad de la capital. En ese momento de máxima tensión, lo que más temían las fuerzas armadas era que Padre Ignacio Ellacuría pudiera ser nombrado mediador, obligándoles a reconocer al FMLN y a hacerle concesiones.

El lunes 13 de noviembre, Padre Ellacuría regresó de España y volvió a casa, a la Universidad Centroamericana (UCA) de la que era el Rector. Con anterioridad, la residencia de los Jesuitas se encontraba en el barrio cercano pero, por motivos de seguridad, recién se había construido una nueva residencia en el campus. Esa misma noche, la casa fue allanada por los comandos de un batallón de antimotines, entrenados por los repartos especiales americanos, supuestamente en busca de armas.

En la noche del miércoles 15 de noviembre, el Alto Mando se reunió en la base militar situada aproximadamente a un kilómetro del campus de los Jesuitas. Al evaluar el riesgo de una mediación del Rector de la UCA, se dio la orden: “Maten a Ellacuría sin dejar ningún testigo.”

Poco después de la medianoche del 16 de noviembre, los miembros del mismo batallón invadieron el campus e irrumpieron en la residencia de los Jesuitas. Llevaron a cinco sacerdotes afuera, los obligaron a acostarse boca abajo en el césped y les dispararon en la cabeza. El más anciano de los sacerdotes fue asesinado en el interior, junto a dos mujeres que se habían refugiado en un cuarto cercano.

A fin de dar la impresión de que la operación había sido un ataque de los rebeldes, los soldados perpetraron los asesinatos con fusiles de asalto soviéticos AK-47. Dañaron la fachada de la residencia con ametralladoras, cohetes y granadas, y garabatearon en un pedazo de cartón: "¡FMLN ejecutó a los delatores! ¡Victoria o muerte, FMLN!" Nunca nadie llegó a creérselo.

¿Quiénes son los ocho mártires de la UCA?

Permítanme comenzar con las dos mujeres. Asustadas por los combates ocurridos cerca de la casita del guardián, buscaron cobijo en la nueva residencia de los Jesuitas. El esposo y padre de esa familia, Obdulio Ramos, escondido en esa casita, sobrevivió...para así descubrir, al amanecer, las 8 víctimas asesinadas…

Julia Elba Ramos era una mujer muy sencilla, semi-analfabeta, fiel y alegre. Trabajó en el Teologado Jesuita (donde yo viví durante 2 años). Julia Elba se ocupaba de la cocina y de la limpieza pero también era "formadora" de los jóvenes seminaristas jesuitas. Intuitiva y discreta, sabía reconocer en las caras de los teólogos sus altibajos. A los desanimados les hablaba con palabras sensatas y sabias. Tenía 42 años.

Julia Elba murió abrazando a su hija Celina, de 15 años, como si estuviese protegiéndola de las balas. Celina, estudiante del primer año de la universidad, quería ser enfermera. No pudo decirle a sus padres que ella y su novio estaban planeando casarse pronto. Su hermano menor, que se encontraba aquella noche en otro lugar con otros de sus familiares, sobrevivió; tenía 12 años.

Julia Elba y Celina simbolizan al pueblo de Dios, al cual los mártires de la UCA dedicaron su labor y por el cual ofrendaron su vida. En el jardín, donde yacían los cuerpos, Obdulio viudo, con el corazón destrozado, sembró rosas y cuidó de ellas hasta su muerte…

Permítanme continuar con dos de los jesuitas a quienes había conocido brevemente:

Juan Ramón Moreno, bien preparado en filosofía y teología, era Maestro de los novicios de la Provincia Centroamericana y fue luego secretario de la Provincia. Él era un jesuita pastoral, muy solidario, cortés y con un tono de voz bajo, muy cercano a los pobres. Tenía 56 años.

 

Joaquín López y López procedía de una de las familias más ricas de El Salvador, pero era un jesuita humilde y sencillo. Dirigía Fe y Alegría, un programa de educación básica fundado por los jesuitas para las poblaciones más pobres. Lolo murió a la edad de 71 años.

Permítanme hablarles también de los dos jesuitas de los cuales fui el sucesor:

Por más de diez años, Ignacio Ellacuría fue Rector de la UCA. Ferviente intelectual, fue filósofo y teólogo. Sus mayores aportes fueron, su gran intuición política y su capacidad mediadora. Los pobres, aquellos que sufren y que tienen gran capacidad de soportar las adversidades, estuvieron siempre presentes en su preocupación por impulsar una solución negociada a la guerra en ese país. Su curso de filosofía se titulaba "Producción latinoamericana" lo que significaba que, en lugar de imitar a la filosofía europea, los latinoamericanos necesitaban crear su propio pensamiento, pertinente a la realidad de su continente. Además de impartir aquel curso, le sucedí como Vice-Rector responsable de la sensibilización (proyección) de la Universidad. Como tal, fundé la emisora de radio YSUCA que Ellacuría quería, y de la que todavía estoy muy orgulloso. Él murió a los 59 años.

 

Segundo Montes era muy alto, pelirrojo y con barba. Lo llamaban "Zeus". Uno de los primeros jesuitas que se preocupó por los refugiados de guerra. Como sociólogo, generó estudios avanzados sobre la agricultura salvadoreña y sobre la cultura indígena y sus creencias religiosas. Segundo fundó el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA), en el que le sucedí como director. Heredé: su equipo de colaboradores, su jeep, su oficina, su escritorio. En mi primer día, al abrir el cajón del escritorio, encontré todo tal y como él mismo lo había dejado aquel 15 de noviembre. Él tenía 56 años. Yo le sucedí a los 43.

Permítanme concluir con los dos jesuitas que conocía mejor: Fue en 1978 que conocí a Amando López, en Managua, donde él era responsable del Colegio Centro América. Hombre de gran corazón, como sugiere su hermoso nombre "Amando": amable, cálido, accesible y complaciente. Con un irónico sentido del humor… Mostró saber cuidar de las almas, de sus compañeros jesuitas y de todo necesitado. Tenía 53 años.

En el mismo año, 1978, Ignacio Martín-Baró y yo éramos ambos doctorandos en la Universidad de Chicago. Con gran capacidad intelectual, Nacho aplicó la psicología social para el pueblo "sin voz" fundando el Instituto de Opinión Pública de la UCA (IUDOP), con el fin de conocer sus inquietudes, sentimientos y preferencias. Estudió los costos sociales, psicológicos y espirituales que la guerra provocó a la gente común. En la parroquia rural de Jayaque, los campesinos analfabetos apreciaban sus sermones. Los niños lo amaban mucho. Jugaba con ellos, les regalaba confites y cantaba cantos religiosos y profanos con su guitarra. Aunque yo era incapaz de cantar, seguí a Nacho como pastor. Él tenía 47 años.

 

Todo esto ocurrió en noviembre de 1989, justo cuando se produjo la caída del muro de Berlín. Así la masacre de la UCA puede ser considerada una de las últimas atrocidades de la Guerra Fría. Alrededor de 2 años más tarde, en la víspera de Año Nuevo del 1991, las negociaciones auspiciadas por la ONU, que he seguido como una especie de capellán, pusieron fin oficialmente a la guerra civil. El acuerdo negociado, para el cual Ellacuría y los jesuitas de la UCA habían trabajado incansablemente, finalmente se logró gracias también a su sacrificio.

El fin de un conflicto armado, sin embargo, no comporta necesariamente que se consiga la justicia y la paz. La guerra civil, que hizo estragos durante 12 años, causó 75.000 víctimas. Desde entonces, hasta el 2013, otros 73 mil salvadoreños han sido asesinados. Sí, así es: 12 años de guerra, 75.000 víctimas; alrededor de 20 años de "paz", 73.000 víctimas.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una tasa por encima de 10 homicidios por 100.000 habitantes cuenta como una epidemia de violencia. Un informe más reciente del 2013, muestra El Salvador con una tasa de homicidios de 69,2 por 100.000 habitantes, sería el segundo país más violento del mundo.

En El Salvador, dominan la oligarquía tradicional y las nuevas élites económicas (compuestas por los políticos ex guerrilleros). Resuelven sus problemas de inseguridad blindando los coches, levantando muros alrededor de sus casas como castillos medievales, contratando seguridad privada e instalando sofisticados sistemas de vigilancia electrónica. Los pobres, por el contrario, siguen siendo totalmente vulnerables a la violencia. Las familias destruidas y disfuncionales proliferan; falta el respeto por la vida; toda norma de convivencia social, familiar y comunitaria es violada. Lo anterior parece sugerir que la familia, la escuela y la Iglesia han fracasado en formar la conciencia moral.

Como plantea con precisión el actual rector de la UCA, Padre Andreu Oliva S.J., los pobres siguen siendo las principales víctimas: "Pareciera que el pueblo está condenado a vivir en la pobreza y la violencia. Demasiados salvadoreños se han acostumbrado a sortear día a día esta dura realidad. Así, se está generando un cansancio vital, una pérdida del sentido social y de la vida misma, que explica la deshumanización de una sociedad que ha sido conocida en el mundo por su capacidad de entrega, generosidad y solidaridad. Ya es constatable la pérdida de algunos de los valores más auténticamente humanos y éticos. De no controlarse la violencia, ni disminuirse drásticamente a mediano plazo, el futuro de El Salvador está comprometido”.

El legado que nuestros compañeros nos han dejado, es su testimonio de fe y de amor profundo por los pobres y los vulnerables. Ésta es su gran fortaleza: ser discípulos de Jesús y ser fieles a su Palabra hasta el punto de ofrendar su propia vida. Es por ello que representan, en medio de la creciente miseria y la globalización de la indiferencia, un signo del amor infinito de Dios.

Per fidem martyrum pro veritate morientum cum veritate viventium. Con estas palabras San Agustín resume el misterio: Por la fe de los mártires que mueren por la verdad y que viven con la verdad (La Ciudad de Dios, IV, 30). Tal verdad no es cierta si no incluye a Jesucristo, la justicia y la paz. Por esta plenitud de la verdad, ellos han entregado sus vidas.

 








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