2014-11-08 11:12:00

El lugar Físico de la Presencia divina es el Cuerpo de Cristo


REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

RV.-¿Cuál es tu lugar de oración, de encuentro con Dios?

La gruta, la ermita, el oratorio, donde nos reunimos a rezar; la capilla del barrio, del pueblo; la iglesia parroquial donde se celebran los misterios sagrados del nacimiento espiritual, la purificación de los pecados y la comunión con el poder celestial; el gran santuario donde los peregrinos llegamos con flores, velas, agradecimientos y súplicas, a la Presencia sobrenatural de Dios que nos toca muy de cerca con sus milagros y bendiciones del cielo, como medicina y alimento, son imágenes del Templo santo de Dios; del lugar físico concreto de la Presencia poderosa de Dios fuente de vida, que purifica, que sana, que vivifica.

Los altares de los sacrificios del Antiguo Testamento en Tierra Santa, se transforman en el gran Templo de Jerusalén, lugar de la Presencia de Dios.

Jesús de Nazaret peregrina desde niño al Templo de Jerusalén. Y un día hace un látigo y expulsa a los vendedores que profanaban el Templo; que habían convertido la Casa de oración en “una cueva de ladrones” (Cfr. Jn.2,13-22). Y cuando los judíos le preguntan, Jesús revela que él mismo, su cuerpo es el Templo santo de Dios. Sí, mediante la carne del Hijo de Dios hecho hombre, el mismo Dios viene a nuestro encuentro; se hace presente entre nosotros, nos toca, nos cura, nos alimenta, nos vivifica.

De aquel antiguo Templo de Jerusalén, que fue destruido, solo queda alguna sólida pared de piedras. Mientras que la resurrección de Jesús nos descubre que el verdadero Templo de la Presencia divina: el Cuerpo de Cristo, no puede ser destruido. A su vez, soporta la pregunta que Pablo de Tarso nos hace a vos y a mí: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en Uds.?” (Cfr. 1 Cor. 3,16).

Hoy el sagrario de los templos; el tabernáculo iluminado en las iglesias, indica la Presencia de Dios en el misterio Eucarístico. Y por la comunión eucarística vos y yo somos templos vivos, por el Espíritu del Resucitado que habita en nosotros. Somos espacio físico concreto de la Presencia espiritual del Dios de la vida que purifica y alimenta con su Amor.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2,13-22

En aquel tiempo, se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Palabra del Señor. ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!








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