2014-11-03 16:30:00

Ángelus: "Que nadie tenga temor de encontrarte a Ti, Señor"


(RV).- Este domingo a la hora del Ángelus dominical en la solemnidad de todos los fieles difuntos, recordando también la solemnidad de todos los santos de este sábado, el Obispo de Roma destacó el vínculo que une estas dos solemnidades, unidas entre ellas como “la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza”.

“Por una parte, en efecto, la Iglesia, peregrina en la historia se alegra por la intercesión de los Santos y de los Beatos que la sostienen en la misión de anunciar el Evangelio; por otra, ella, como Jesús, comparte el llanto de quien sufre la separación de las personas queridas y, como Él y gracias a Él hace resonar el agradecimiento al Padre que nos ha liberado del dominio del pecado y de la muerte”.

Jesús mismo nos ha revelado que la muerte del cuerpo es como un sueño del cual Él nos despierta. Y con esta fe, constató el Papa, nos detenemos también espiritualmente ante las tumbas de nuestros seres queridos.

¡Es bello pensar que será Jesús mismo a despertarnos!

“Pero hoy estamos llamados a recordar a todos, también a aquellos que nadie recuerda. Recordemos a las víctimas de las guerras y de las violencias, a tantos “pequeños” del mundo aplastados por el hambre y por la miseria. Recordemos a los anónimos que reposan en el osario común. Recordemos a los hermanos y las  hermanas asesinados por ser cristianos;  y a cuantos han sacrificado su vida por servir a los demás. Confiemos al Señor especialmente a cuantos nos han dejado en el curso de este último año.

La tradición de la Iglesia ha exhortado siempre a rezar por los difuntos, en particular, ofreciendo por ellos la Celebración Eucarística: esa es la mejor ayuda espiritual que nosotros podemos dar a sus ánimas, particularmente a aquellas más abandonadas. El fundamento de la oración de sufragio se encuentra en la comunión del Cuerpo Místico. Como ratifica el Concilio Vaticano II, “la Iglesia peregrinante sobre la tierra, bien consciente de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de nuestro Señor Jesucristo, hasta los primeros tiempos de la religión cristiana, ha cultivado con gran piedad la memoria de los difuntos” (Lumen Gentium, 50)”.

El recuerdo de los difuntos- dijo Francisco -  el cuidado de los sepulcros y los sufragios, son testimonio de una confiada esperanza, radicada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre el destino humano, porque el hombre está destinado a una vida sin límites, que tiene su raíz y su cumplimiento en Dios.

“Con esta fe en el destino supremo del hombre, nos dirigimos ahora a la Virgen, que ha sufrido bajo la Cruz el drama de la muerte de Cristo y ha participado después en la alegría de su resurrección. Nos ayude Ella, Puerta del cielo, a comprender siempre más el valor de la oración de sufragio por los difuntos. Nos sostenga en la cotidiana peregrinación sobre la tierra y nos ayude a no perder jamás de vista la meta última de la vida que es el Paraíso. Y con esta esperanza que no nos defrauda jamás, ¡sigamos adelante!”

 

 

(GM - RV)








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