(RV).- El Cardenal Peter Erdö, Relator general
del Sínodo, presentó la “Relatio post disceptationem”, es decir la “Relación después
de la discusión” de esta III Asamblea General Extraordinaria sobre la familia, que
recopila las reflexiones principales que los Padres Sinodales han emitido durante
estos días y que constituye la base para los documentos finales del Sínodo.
Asimismo se anunció el tema del 14º Sínodo general
ordinario, que se celebrará del 4 al 25 de octubre de 2015, sobre el tema: “La vocación
y la misión de la familia de la Iglesia en el mundo contemporáneo”.
Esta Relación consta de tres líneas-guía, a saber:
escuchar el contexto socio-cultural en el que viven las familias hoy; confrontarse
sobre las perspectivas pastorales que hay que emprender y, sobre todo, tener la mirada
puesta en Cristo, y en su Evangelio de la familia.
También se afirma que se necesita una “dimensión
nueva de la pastoral familiar”, que haga madurar las semillas, como esos matrimonios
civiles caracterizados por la estabilidad, el afecto profundo, la responsabilidad
con respeto a los hijos y que pueden conducir al vínculo sacramental. También porque
con frecuencia las convivencias o las uniones de hecho son dictadas por exigencias
prácticas, como la obtención de un trabajo fijo.
Verdadera “casa paterna”, “antorcha en medio de
la gente” – dijo el purpurado – la Iglesia, entonces, debe acompañar “con paciencia
y delicadeza”, “con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, aquellos marcados
por el amor herido y perdido”, dándoles “confianza y esperanza”.
En cuanto al acceso al sacramento de la Eucaristía
para los divorciados vueltos a casar, la Relación enumera las principales sugerencias
que surgieron del Sínodo: mantener la disciplina actual; poner en práctica una apertura
mayor para casos particulares, insolubles sin nuevas injusticias y sufrimientos; u
optar por la vía “penitencial”.
Permanece aún abierta la cuestión de la “comunión
espiritual”, para la cual se pide mayor profundización teológica, así como también
se pide mayor reflexión sobre los matrimonios mixtos y sobre los “problemas graves”
ligados a la diversa disciplina nupcial de las Iglesias ortodoxas.
En cuanto a las personas homosexuales, se subraya
que tienen “dotes y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana”. Por lo tanto,
se pide que la Iglesia sea “casa acogedora”, manteniendo el firme no a las uniones
homosexuales y a aquellas presiones de organismos internacionales que ligan las ayudas
financieras a la introducción de normativas inspiradas en la ideología del gender.
Sin negar las problemáticas morales relacionadas a las uniones homosexuales se toma
en conocimiento que hay casos en el que el mutuo apoyo hasta el sacrificio constituye
un apoyo precioso para la vida de los partners. Además, la Iglesia tiene una atención
especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reafirmando que en
primer lugar deben ponerse siempre las exigencias y los derechos de los pequeños.
En fin, el Cardenal Erdö subrayó que el diálogo
sinodal se ha desarrollado “con gran libertad y con un estilo de escucha recíproca”.
Y recordó que las reflexiones propuestas hasta ahora no son decisiones ya tomadas:
el camino, en efecto, proseguirá con el Sínodo general ordinario, también sobre el
tema de la familia, programado para octubre del próximo año 2015.
Texto completo de la Relatio post disceptationem
III ASAMBLEA GENERAL EXTRAORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
RELATIO POST DISCEPTATIONEM
Su Eminencia Cardenal Péter Erdő
Relator General
(Traducción no oficial)
Introducción
I Parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto socio-cultural
La importancia de la vida afectiva
Los desafíos pastorales
II Parte
La mirada en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada en Jesús y la gradualidad en la historia de la salvación
La familia en el plan salvífico de Dios
El discernimiento de los valores presentes en las
familias heridas y en las situaciones irregulares
Verdad y belleza de la familia y misericordia
III Parte
El encuentro: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los novios en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar los primeros años de la vida matrimonial
Lo positivo en las uniones civiles y en las convivencias
Sanar las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar)
Acoger a las personas homosexuales
La trasmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
Conclusión
Introducción
- En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado 4 de octubre
de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa Francisco ha evocado de manera
simple y concreta la centralidad de la experiencia familiar en la vida de todos, expresándose
así: «Cae ya la noche sobre nuestra asamblea. Es la hora en la cual gustoso se regresa
a casa para reunirse en la misma mesa, en espesor de los afectos, del bien realizado
y recibido, de los encuentros que calientan el corazón y lo hacen crecer, del vino
bueno que anticipa en los días del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora
más pesada para quien se encuentra a “tú a tú” con su propia soledad, en el crepúsculo
amargo de los sueños y de los proyectos rotos: cuantas personas arrastran sus jornadas
en el callejón sin salida de la resignación, del abandono, también del rencor; en
cuantas casas se ha terminado el vino de la alegría y, por consiguiente, el sabor
– la sabiduría misma – de la vida [...] De unos y de otros esta noche somos sus voces
con nuestra oración, una oración para todos».
- Vientre de gozo y de prueba, de profundos afectos y de relaciones a veces heridas,
la familia es verdaderamente “escuela de humanidad” («Familia schola quaedam uberioris
humanitatis est»: Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia en el
mundo contemporáneo, Gaudium et Spes, 52), de la cual se advierte fuertemente
la necesidad. No obstante las diversas señales de crisis de la institución familiar
en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia permanece vivo,
especialmente entre los jóvenes, y esto motiva la necesidad de que la Iglesia anuncie
sin descanso y con profunda convicción el “Evangelio de la familia” que le ha sido
confiado con la revelación del amor de Dios en Jesucristo.
- Sobre la realidad de la familia, decisiva y preciosa, el Obispo de Roma ha invitado
a reflexionar al Sínodo de los Obispos en la Asamblea General Extraordinaria de octubre
2014, para después profundizar la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que se
tendrá en octubre de 2015, además durante el entero año que trascurre entre los dos
eventos sinodales. «Ya el convenire in unum alrededor del Obispo de Roma
es un evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino
de discernimiento espiritual y pastoral»: así el Papa Francisco ha descrito la experiencia
sinodal, indicando las tareas en la doble escucha de los signos de Dios y de la historia
de los hombres y en la consiguiente y única fidelidad que sigue.
- A la luz del mismo discurso hemos recogido los resultados de nuestras reflexiones
y de nuestras conversaciones en las siguientes tres partes: la escucha, para
mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y de sus sombras;
la mirada fija en Cristo para repensar con renovada frescura y entusiasmo
cuanto la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza
y sobre la dignidad de la familia; el encuentro con el Señor Jesús para discernir
los caminos con los cuales renovar la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la
familia.
Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto socio-cultural
- El cambio antropológico y cultural actual; influye en todos los aspectos
de la vida y necesita un enfoque analítico y diversificado, capaz de tomar las formas
positivas de la libertad individual. Es señalado también el creciente peligro representado
por un individualismo exasperado que desnaturaliza las relaciones familiares y termina
por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo prevalecer,
en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos tomados
como un absoluto.
- La prueba más grande para las familias de nuestro tiempo a menudo es
la soledad, que destruye y provoca una sensación general de impotencia con relación
a la realidad socio-económica que muchas veces termina por aplastarlos. Esto se debe
a la creciente precariedad laboral que es vivida tantas veces como una verdadera pesadilla,
o por motivo de los impuestos demasiado pesados que, por cierto, no anima a los jóvenes
al matrimonio.
- Existen contextos culturales y religiosos que ponen desafíos particulares.
En las sociedades africanas rige todavía la práctica de la poligamia y en algunos
contextos tradicionales el hábito del “matrimonio por etapas”. En otros contextos
persiste la práctica de los matrimonios combinados. En los países en los cuales la
religión católica es minoría son numerosos los matrimonios mixtos con todas las dificultades
que conlleva en orden a la configuración jurídica, la educación de los hijos y el
recíproco respeto del punto de vista de la libertad religiosa, pero también con las
grandes potencialidades del encuentro en la diversidad de la fe que estas historias
de vida familiar presentan. En muchos contextos, y no sólo occidentales, se va difundiendo
ampliamente la praxis de la convivencia antes del matrimonio o también de la convivencia
no orientada a asumir la forma de un vínculo institucional.
- Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente
en algunos países, y muchos aquellos que después crecen con uno solo de los padres
o en un contexto familiar extendido o reconstituido. El número de los divorciados
es creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores
de orden económico. La condición de la mujer todavía tiene necesidad de ser defendida
y promovida ya que se registran no pocas situaciones de violencia al interno de las
familias. Los niños frecuentemente son objeto de disputas entre padres y los hijos
son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. También las sociedades
afectadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia
de la criminalidad organizada, observan situaciones familiares deterioradas. Las migraciones
además representan otro signo de los tiempos para afrontar y comprender, con toda
la carga de consecuencias sobre la vida familiar.
La importancia de la vida afectiva
- Frente al cuadro social delineado se encuentra en los individuos una
mayor necesidad de tener cuidado de su propia persona, de conocerse interiormente,
de vivir mejor en sintonía con sus propias emociones y propios sentimientos, de buscar
una cualidad relacional en la vida afectiva. Del mismo modo, se puede encontrar un
deseo generalizado de la familia que acompaña la búsqueda de sí mismo. Pero, ¿Cómo
cultivar y sostener esta tensión del cuidado de sí mismo y este deseo de familia?
Aquí también existe un gran desafío para la Iglesia. El peligro individualista y el
riesgo de vivir en clave egoísta son relevantes.
- El mundo actual parece valorizar una afectividad sin límites de la
cual se quieren explorar todos sus componentes, también aquellos más complejos. De
hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad
narcisista, inestable y mutable que no ayuda siempre a los sujetos a alcanzar una
mayor madurez. En este contexto, las parejas son a veces inciertas, dudosas y luchan
por encontrar los modos para crecer. Muchos son aquellos que tienden a permanecer
en las etapas primarias de la vida emocional y sexual. La crisis de la pareja desestabiliza
la familia y puede llegar a través de las separaciones y los divorcios a producir
serias consecuencias para los adultos, los hijos y la sociedad, debilitando al individuo
y los lazos sociales. También la disminución demográfica no sólo determina una situación
en la cual la sucesión de las generaciones no está asegurada, sino que corre el riesgo,
con el pasar del tiempo, de llegar a un empobrecimiento económico y una pérdida de
esperanza en el futuro.
Los desafíos pastorales
- En este contexto la Iglesia advierte la necesidad de dar una palabra
de esperanza y de sentido. Es necesario partir de la convicción de que el hombre viene
de Dios y que, por lo tanto, una reflexión capaz de proponer las grandes cuestiones
sobre el significado del ser hombres, puede encontrar un terreno fértil en las expectativas
más profundas de la humanidad. Los grandes valores del matrimonio y de la familia
cristiana corresponden a la búsqueda que atraviesa la existencia humana también en
un tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo. Es necesario aceptar a las
personas con su existencia concreta, saber sostener la búsqueda, alentar el deseo
de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso de quien
ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más desesperadas. Esto
exige que la doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus contenidos
fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia.
II Parte
La mirada en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada en Jesús y la gradualidad en la historia
de la salvación
- Con el fin de «verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos
contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo, detenerse
en la contemplación y en la adoración de su rostro [...] De hecho, cada vez que regresamos
a la fuente de la experiencia cristiana se abren nuevos caminos y posibilidades impensables»
(Papa Francisco, Discurso del 4 octubre 2014). Jesús ha mirado a las mujeres y a los
hombres que ha encontrado con amor y ternura, acompañando sus pasos con paciencia
y misericordia, al anunciarles las exigencias del Reino de Dios.
- Desde el momento en que el orden de la creación es determinado por
la orientación a Cristo, es necesario distinguir sin separar los diversos grados mediante
los cuales Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En razón de la ley
de la gradualidad (cf. Familiaris Consortio, 34), propia de la pedagogía
divina, se trata de leer en términos de continuidad y novedad la alianza nupcial,
en el orden de la creación y en el de la redención.
- Jesús mismo, refiriéndose al plan original sobre la pareja humana,
reafirma la unión indisoluble entre el hombre y la mujer, mientras comprende que «por
la dureza de sus corazones Moisés les ha permitido repudiar a sus esposas, pero desde
el principio no fue así» (Mt 19,8). De tal modo, Él muestra cómo la condescendencia
divina acompaña siempre el camino humano, orientándolo hacia su principio, no sin
antes pasar a través de la cruz.
La familia en el plan salvífico de Dios
- Porque, con el compromiso de la recíproca aceptación y con la gracia
de Cristo los novios se prometen fidelidad y apertura a la vida, ellos reconocen como
elementos constitutivos del matrimonio, los dones que Dios les ofrece a ellos, tomando
en serio su mutuo empeño, en su nombre y frente a la Iglesia. Ahora, en la fe es posible
asumir los bienes del matrimonio como compromiso mejor sostenido mediante la ayuda
de la gracia del sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y les confirma la
indisolubilidad, ofreciéndoles la ayuda para vivir la fidelidad y abrirse a la vida.
Por lo tanto, la mirada en la Iglesia no se dirige solamente a la pareja, sino a la
familia.
- Podemos distinguir tres etapas fundamentales en el plan divino sobre
la familia: la familia de los orígenes, cuando Dios creador instituyó el matrimonio
primordial entre Adán y Eva, como fundamento sólido de la familia: hombre y mujer
los creó (cf. Gn 1,24-31; 2,4b); la familia histórica, herida por el pecado
(cf. Gn 3) y la familia redimida por Cristo (cf. Ef 5,21-32), a
imagen de la Santísima Trinidad, misterio del cual brota todo amor verdadero. La alianza
nupcial, inaugurada con la creación y revelada en la historia entre Dios e Israel,
llega a su plenitud con Cristo en la Iglesia.
El discernimiento de los valores presentes en las familias heridas y en las
situaciones irregulares
- En consideración del principio de gradualidad en el plan salvífico
divino, nos preguntamos ¿Qué posibilidades tienen los cónyuges que viven el fracaso
de su matrimonio? o ¿Cómo es posible ofrecerles a ellos la ayuda de Cristo por medio
del ministerio de la Iglesia? A este propósito, una significativa clave hermenéutica
proviene de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual, mientras afirma que
«la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica», también reconoce que
«fuera de su organismo se encuentran diversos elementos de santificación y de verdad,
que, perteneciendo propiamente por don de Dios a la Iglesia de Cristo, impulsan hacia
la unidad católica» (Lumen Gentium, 8).
- Bajo esta luz, son sobre todo reafirmados los valores y la consistencia
propia del matrimonio natural. Algunos se preguntan si es posible que la plenitud
sacramental del matrimonio no excluya la posibilidad de reconocer elementos positivos
también en las formas imperfectas que se encuentran fuera de tal realidad nupcial,
a ella de todos modos ordenada. La doctrina de los grados de comunión, formulada por
el Concilio Vaticano II, confirma la visión de un modo articulado de participar en
el Mysterium Ecclesiae por parte de los bautizados.
- En la misma perspectiva, que podríamos llamar inclusiva, el Concilio
también abre el horizonte en el cual se aprecian los elementos positivos presentes
en las otras religiones (cf. Nostra Aetate, 2) y culturas, no obstante sus
límites y sus insuficiencias (cf. Redemptoris Missio, 55). De la mirada dirigida
a la sabiduría humana presente en ella, de hecho, la Iglesia comprende como la familia
viene considerada universalmente una forma necesaria y fecunda de convivencia humana.
En este sentido, el orden de la creación, en el cual planta sus raíces la visión cristiana
de la familia, se despliega a nivel histórico, en las diversas expresiones culturales
y geográficas.
- Se hace por lo tanto necesario un discernimiento espiritual, acerca
de las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar,
compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de sus
confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de Cristo, cuya luz
ilumina a todo hombre (cf. Gv 1,9; cf. Gaudium et Spes, 22), la
Iglesia se dirige con respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto
e imperfecto, apreciando más los valores positivos que custodian, en vez de los límites
y las faltas.
Verdad y belleza de la familia y misericordia
- El Evangelio de la familia, mientras resplandece gracias al testimonio
de tantas familias que viven con coherencia la fidelidad al sacramento, con sus frutos
maduros de auténtica santidad cotidiana, nutre además estas semillas que todavía esperan
madurar, y debe sanar aquellos árboles que se han marchitado y piden no ser descuidados.
- En este sentido, una nueva dimensión de la pastoral familiar actual,
consiste en captar la realidad de los matrimonios civiles y, hechas las debidas diferencias,
también de las convivencias. De hecho, cuando la unión alcanza una notable estabilidad
a través de un vínculo público, está marcada por un afecto profundo, por una responsabilidad
en relación a los hijos, con la capacidad de resistir a las pruebas, pueden ser vistos
como un germen para acompañar el desarrollo hacia el sacramento del matrimonio. Muchas
veces, en cambio, la convivencia se establece no en vista de un posible futuro matrimonio,
sino sin alguna intención de establecer una relación institucional.
- De acuerdo a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar
con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y perdido,
dándoles confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o una antorcha llevada
en medio de la gente para iluminar a aquellos que han perdido la dirección o se encuentran
en medio de la tempestad.
III Parte
El encuentro: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en diversos
contextos
- El diálogo sinodal ha permitido acordar algunas instancias pastorales
más urgentes para confiarlas a su concretización en las Iglesias locales particulares,
en comunión cum Petro et sub Petro.
- El anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para
la nueva evangelización. La Iglesia debe realizarlo con ternura de madre y claridad
de maestra (cf. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosis misericordiosa
de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla, sino para
sanarla.
- Evangelizar es responsabilidad compartida de todo el pueblo de Dios,
cada uno según su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio alegre de los esposos
y de las familias, el anuncio, aunque sea correcto, corre el riesgo de ser incomprendido
o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad (cf. Novo
Millennio Ineunte, 50). Los Padres sinodales han subrayado varias veces que las
familias católicas están llamadas a ser en sí mismas los sujetos activos de
toda la pastoral familiar.
- Será decisivo resaltar la primacía de la gracia, y la posibilidad
que el Espíritu da en el sacramento. Se trata de hacer experimentar que el Evangelio
de la familia sea alegría que «llena el corazón y la vida entera», porque en Cristo
somos «liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento»
(Evangelii Gaudium, 1). A la luz de la parábola del sembrador (cf. Mt
13, 3), nuestra tarea es de cooperar en la siembra: el resto es obra de Dios. Es necesario
no olvidar que la Iglesia que predica sobre la familia es signo de contradicción.
- Para esto se requiere una conversión misionera: es necesario
no detenerse en un anuncio meramente teórico y desconectado de los problemas reales
de las personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de la fe ha comportado una crisis
del matrimonio y de la familia, y como consecuencia, se ha interrumpido frecuentemente
la transmisión de la fe de los padres a los hijos. Frente a una fe fuerte, la imposición
de algunas perspectivas culturales que debilitan a la familia y al matrimonio no tienen
ninguna incidencia.
- La conversión debe ser sobretodo aquella del lenguaje para que resulte
efectivamente significativa. El anuncio debe hacer experimentar que el Evangelio de
la familia como respuesta a las expectativas más profundas de la persona humana: a
su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad y en la comunión. No se trata
solamente de presentar una normativa sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad
de estos, que se constata hoy también en los países más secularizados.
- La indispensable profundización bíblica-teológica va acompañada del
diálogo, en todos los niveles. Muchos han insistido sobre un acercamiento más positivo
con las riquezas contenidas también en las diversas experiencias religiosas, sin callar
las dificultades. En las diversas realidades culturales son acogidas en primer lugar
las posibilidades y a su luz rechazados los límites y las radicalizaciones.
- El matrimonio cristiano no puede ser considerado sólo como una tradición
cultural o una exigencia social, sino que debe ser una decisión vocacional asumida
con una adecuada preparación en un itinerario de fe, con un discernimiento maduro.
No se trata de poner dificultades y complicar los ciclos de formación, sino de ir
en profundidad y de no contentarse con encuentros teóricos o con orientaciones generales.
- Ha sido concordante el reclamo de la necesidad de una conversión de
toda la praxis pastoral en perspectiva familiar, superando las ópticas individualistas
que todavía la caracterizan. Por esto, se ha insistido muchas veces en la renovación
-bajo esta luz- de la formación de los presbíteros y de los otros agentes pastorales,
a través de una implicación mayor de las mismas familias.
- A la vez, se ha subrayado la necesidad de una evangelización que denuncie
con sinceridad los factores culturales, sociales y económicos; por ejemplo, el espacio
excesivo dado a la lógica del mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando
discriminaciones, pobreza, exclusiones, violencia. Por eso, es necesario desarrollar
un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales, animar y sostener a los
laicos que se comprometen en el ámbito cultural y socio-político.
Guiar a los novios en el camino de preparación
al matrimonio
- La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada
hoy a enfrentar requieren un mayor compromiso de toda la comunidad cristiana para
la preparación de los novios al matrimonio. Con respecto a esta necesidad, los Padres
sinodales han acordado el subrayar la exigencia de una mayor simplificación de la
entera comunidad privilegiando el testimonio de las mismas familias, así como un arraigamiento
de la preparación al matrimonio en el camino de iniciación cristiana, subrayando la
relación del matrimonio con los otros sacramentos. También se puso de relieve la necesidad
de programas específicos para la preparación próxima al matrimonio, para que sean
una verdadera experiencia de participación en la vida eclesial y se profundicen los
diversos aspectos de la vida familiar.
Acompañar los primeros años de la vida matrimonial
- Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado, durante
el cual las parejas crecen en la conciencia de los desafíos y del significado del
matrimonio. De aquí la exigencia de un acompañamiento pastoral que vaya más allá de
la celebración del sacramento. Es de gran importancia en esta pastoral la presencia
de parejas con experiencia. La parroquia es considerada como el lugar ideal donde
parejas expertas pueden ponerse a disposición de aquellas más jóvenes. Es necesario
animar a las parejas con una actitud fundamentalmente de recepción al gran don de
los hijos. Se subraya la importancia de la espiritualidad familiar y de la oración,
alentando a las parejas a reunirse regularmente para promover el crecimiento de la
vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de la vida. Liturgias
significativas, prácticas devocionales y Eucarísticas celebradas en familia, han sido
mencionadas como vitales para favorecer la evangelización a través de la familia.
Lo positivo en las uniones civiles y en las convivencias
- Una sensibilidad nueva de la pastoral actual, consiste en acoger la
realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas diferencias
entre las convivencias. Es necesario que en la propuesta eclesial, aún presentando
con claridad el ideal, indiquemos también elementos constructivos en aquellas situaciones
que no corresponden todavía o aún no a tal ideal.
- Ha estado también puesto en relieve que en muchos países hay un «número
creciente de parejas que conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico
ni civil y sin ningún registro» (Instrumentum Laboris, 81). En África esto
se lleva a cabo especialmente en el matrimonio tradicional, acordado entre familias
y a menudo celebrado en diversas etapas. De frente a tales situaciones, la Iglesia
está llamada a ser «siempre la casa abierta del Padre […]es la casa paterna donde
hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Evangelii Gaudium, 47) y
a ir al encuentro de quien siente la necesidad de reemprender su camino de fe, aunque
no sea posible celebrar el matrimonio canónico.
- También en Occidente está en continuo crecimiento el número de aquellos
que, después de haber vivido juntos desde hace mucho tiempo, solicitan la celebración
del matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia es a menudo elegida a causa de
la mentalidad general, contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos,
pero también por la expectativa de una seguridad existencial (trabajo y salario fijo).
En otros países, las uniones “de hecho” son muy numerosas, no por motivo del rechazo
de los valores cristianos sobre la familia y el matrimonio; sino sobre todo por el
hecho de que casarse es un lujo, de modo que la miseria material empuja a vivir en
uniones “de hecho”. También en tales uniones es posible acoger los valores familiares
auténticos o al menos el deseo de ellos. Es necesario que el acompañamiento pastoral
parta siempre de estos aspectos positivos.
- Todas estas situaciones deben ser abordadas de manera constructiva,
buscando transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio
y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas con paciencia
y delicadeza. Con esta finalidad, es importante el testimonio atractivo de auténticas
familias cristianas, como sujetos de evangelización de la familia.
Sanar las familias heridas (separados, divorciados
no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar)
- En el Sínodo ha resonado la clara necesidad de opciones pastorales
valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio de la familia, los Padres
sinodales, han advertido la urgencia de nuevos caminos pastorales, que partan de la
efectiva realidad de las fragilidades familiares, reconociendo que estas, la mayoría
de las veces, han sido “sufridas” más que elegidas en plena libertad. Se trata de
situaciones diversas por factores ya sean personales o culturales y socio-económicos.
No es sabio pensar en soluciones únicas o inspiradas en la lógica del “todo o nada”.
El diálogo y el debate vividos en el Sínodo deberán continuar en las Iglesias locales,
involucrando los diversos componentes, en manera de que las perspectivas que se han
delineado puedan encontrar la plena madurez en el trabajo de la próxima Asamblea General
Ordinaria. La guía del Espíritu, constantemente invocado, permitirá a todo el pueblo
de Dios vivir la fidelidad al Evangelio de la familia como un misericordioso hacerse
cargo de todas las situaciones de fragilidad.
- Cada familia herida debe ser primero escuchada con respeto y amor
haciéndose de ellas compañeros de camino como Cristo con los discípulos de Emmaus.
Valen en manera particular para estas situaciones las palabras del Papa Francisco:
«La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en
este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias
ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro
caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión,
pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii
Gaudium, 169).
- Un tal discernimiento es indispensable para los separados y divorciados.
Debe ser respetado sobretodo el sufrimiento de aquellos que han sufrido injustamente
la separación y el divorcio. El perdón por la injusticia sufrida no es fácil, pero
es un camino que la gracia hace posible. Del mismo modo, va siempre subrayado que
es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias
de la separación o del divorcio, en los hijos: ellos no pueden convertirse en un “objeto”
de contienda y se deben buscar las formas mejores para que puedan superar el trauma
de la división familiar y crecer en el modo más posible sereno.
- Diversos Padres han subrayado la necesidad de hacer más accesibles
y ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad. Entre las
propuestas han sido indicadas la superación de la necesidad de la doble sentencia
conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad
del obispo diocesano; un proceso sumario para realizar en los casos de nulidad notoria.
Según propuestas autorizadas, se debe considerar la posibilidad de dar relevancia
a la fe de los novios en orden a la validez del sacramento del matrimonio. Hay que
destacar que en todos los casos se trata de establecer la verdad sobre la validez
del vínculo.
- Sobre la agilización del procedimiento de las causas matrimoniales,
solicitado por muchos, además de la preparación de suficientes operadores, clérigos
y laicos con dedicación prioritaria, se pide el aumento de la responsabilidad del
obispo diocesano, el cual en su diócesis podría encargar a un sacerdote debidamente
preparado que pueda gratuitamente aconsejar a las partes sobre la validez del matrimonio.
- Las personas divorciadas pero no vueltas a casar son invitadas a encontrar
en la Eucaristía el alimento que los sostenga en su estado. La comunidad local y los
pastores deben acompañar a estas personas con preocupación, sobre todo cuando hay
hijos o es grave su situación de pobreza.
- También las situaciones de los divorciados y vueltos a casar requieren
un discernimiento atento y un acompañamiento lleno de respeto, evitando cualquier
lenguaje o actitud que les haga sentir discriminados. Hacerse cargo de ellos no supone
para la comunidad cristiana un debilitamiento de la fe y del testimonio de la indisolubilidad
matrimonial, sino que expresa su caridad con este cuidado.
- Con respecto a la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Penitencia
y de la Eucarística, algunos han argumentado a favor de la disciplina actual en virtud
de su fundamento teológico, otros se han expresado por una mayor apertura a las condiciones
bien precisas cuando se trata de situaciones que no pueden ser disueltas sin determinar
nuevas injusticias y sufrimientos. Para algunos, el eventual acceso a los sacramentos
debe ir precedido de un camino penitencial –bajo la responsabilidad del obispo diocesano-,
y con un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de una posibilidad no
generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso, según una ley de la
gradualidad, que tenga presente la distinción entre el estado de pecado, estado de
gracia y circunstancias atenuantes.
- Sugerir de limitarse a la sola “comunión espiritual” para no pocos
Padres sinodales plantea algunas preguntas: ¿si es posible la comunión espiritual,
por qué no es posible acceder a la sacramental? Por eso ha sido solicitada una mayor
profundización teológica a partir de los vínculos entre el sacramento del matrimonio
y Eucaristía en relación a la Iglesia-sacramento. Del mismo modo, debe ser profundizada
la dimensión moral de la problemática, escuchando e iluminando la consciencia de los
cónyuges.
- Los problemas en relación a los matrimonios mixtos han estado presentes
a menudo en las intervenciones de los Padres sinodales. La diversidad de la disciplina
matrimonial de las Iglesias ortodoxas plantea en algunos contextos graves problemas
a los que se deben dar respuestas adecuadas en comunión con el Papa. Lo mismo vale
para los matrimonios interreligiosos.
Acoger a las personas homosexuales
- Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a
la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles
un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia
que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo,
aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica
sobre la familia y el matrimonio?
- La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo
elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica
integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío
educativo. La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas del mismo
sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer. Tampoco
es aceptable que se quieran ejercitar presiones sobre la actitud de los pastores o
que organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de
normas inspiradas a la ideología gender.
- Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales,
se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio,
constituye un valioso soporte para la vida de las parejas. Además, la Iglesia tiene
atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando
que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños.
La trasmisión de la vida y el desafío de la disminución
de la natalidad
- No es difícil constatar la difusión de una mentalidad que reduce la
disminución de la generación de la vida a una variable del proyecto individual o de
pareja. Los factores de orden económico ejercitan un peso a veces determinante contribuyendo
a la fuerte caída de la natalidad que debilita el tejido social, compromete la relación
entre las generaciones y hace que sea más incierta la mirada sobre el futuro. La apertura
a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal.
- Probablemente también en este ámbito es necesario un lenguaje realista,
que sepa comenzar por la escucha de las personas y que sepa dar razones de la belleza
y de la verdad de una apertura incondicionada a la vida, como aquello de lo que el
amor humano necesita para ser vivido en plenitud. Y sobre esta base se puede apoyar
una enseñanza adecuada acerca de los métodos naturales, que permita vivir de manera
armónica y consciente la comunicación entre los esposos, en todas sus dimensiones,
junto a la responsabilidad generativa. En esta luz, se redescubre el mensaje de la
Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, que subraya la necesidad de respetar
la dignidad de la persona en la evaluación moral de los métodos de regulación de la
natalidad.
- Por lo tanto, se debe ayudar a vivir la afectividad, también en el
vínculo conyugal, como un camino de madurez, en la siempre más profunda aceptación
del otro y en una donación siempre más plena. En este sentido, cabe destacar la necesidad
de ofrecer caminos formativos que alimenten la vida conyugal y la importancia de un
laicado que ofrezca un acompañamiento hecho de testimonio vivo. Indudablemente es
de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y profundo hecho de ternura, respeto, capaz
de crecer en el tiempo y que en su concreta apertura a la generación de la vida, hace
la experiencia de un misterio que trasciende.
El desafío de la educación y el rol de la familia
en la evangelización
- El desafío fundamental que encuentran las familias hoy es seguramente
aquel educativo, que se convierte en más difícil y complejo por la realidad cultura
de hoy. Se requiere tener en cuenta las exigencias y las expectativas de las familias
capaces de testimoniar en la vida cotidiana, lugares de crecimiento, de transmisión
concreta y esencial de las virtudes que dan forma a la existencia.
- La Iglesia puede desarrollar un papel importante de apoyo a las familias,
comenzando por la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. A esta
pide, hoy más que ayer, en las situaciones complejas como en las ordinarias, de sostener
a los padres en su compromiso educativo, acompañando a los niños, adolescentes y jóvenes
en su crecimiento a través de caminos personalizados capaces de introducir al sentido
pleno de la vida y de suscitar elecciones y responsabilidad, vividas a la luz del
Evangelio.
Conclusión
- Las reflexiones propuestas, fruto del diálogo sinodal llevado a cabo
en gran libertad y en un estilo de escucha recíproca, buscan plantear cuestiones e
indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por las reflexiones de
las Iglesias locales en el año que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los obispos prevista para octubre de 2015. No se trata de decisiones tomadas,
ni de perspectivas fáciles. Sin embargo, el camino colegial de los obispos y la implicación
de todo el pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, podrán guiarnos para
encontrar vías de verdad y de misericordia para todos. Es la esperanza que desde al
comienzo de nuestros trabajos el Papa Francisco nos ha dirigido invitándonos a la
valentía de la fe y a la acogida humilde y honesta de la verdad en la caridad.