No sólo asistencia, sino también desarrollo de la persona, Papa Francisco al Apostolado
laico
(RV).- (Actualizado con voz del Papa) El último discurso
de este sábado 16 de agosto de Papa Francisco en el cuarto día del viaje apostólico
en Corea fue dirigido a los líderes del Apostolado laico, en el Centro de Espiritualidad
de Kkottongnae. En reconocimiento del rol primordial de los laicos en la Iglesia
en Corea, fue instituido en 1968 el Consejo Católico para el apostolado de los laicos.
El Consejo, presente en 16 diócesis y con 27 sedes en todo el país, tiene por misión
central el diálogo con los no creyentes. El Papa inició su discurso ante los 150 laicos,
hombres y mujeres, agradeciendo al Presidente del Consejo del Apostolado Seglar Católico,
el señor Paul Kwon Kil-joog, sus amables palabras de bienvenida en nombre de todos. Poniendo
de manifiesto que la Iglesia en Corea “ha heredado la fe de generaciones de laicos
que perseveraron en el amor a Jesucristo y en la comunión con la Iglesia, a pesar
de la escasez de sacerdotes y de la amenaza de graves persecuciones”, Francisco mostró
su reconocimiento, en modo particular, a la labor de las numerosas asociaciones que
se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados. Destacando la importancia
la asistencia, que debe estar también orientada al desarrollo de la persona, los animó
a multiplicar esfuerzos en el ámbito de la promoción humana. También palabras
de gratitud y reconocimiento fueron dirigidas a las mujeres católicas coreanas, que
contribuyen a la vida y misión de la Iglesia como madres de familia, como catequistas,
maestras y de tantas otras formas. Finalmente el Obispo de Roma destacó la importancia
del testimonio dado por las familias cristianas. En una época de crisis de la vida
familiar - dijo - la familia sigue siendo la célula básica de la sociedad y la primera
escuela en la que los niños aprenden los valores humanos, espirituales y morales que
los hacen capaces de ser faros de bondad, de integridad y de justicia en nuestras
comunidades. “Cualquiera sea su colaboración con la misión de la Iglesia, les pido
que sigan promoviendo en sus comunidades una formación cada vez más completa de los
fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual. Les pido
que todo lo hagan en completa armonía de mente y corazón con sus pastores, intentando
poner sus intuiciones, talentos y carismas al servicio del crecimiento de la Iglesia
en unidad y en espíritu misionero”, concluyó.
(GM – RV)
Texto completo
del Discurso del Papa en el Encuentro con el Apostolado Seglar Queridos
hermanos y hermanas:
Me alegro de tener la oportunidad de encontrarme con
ustedes, que representan las diversas manifestaciones del floreciente apostolado de
los laicos en Corea: ¡floreciente, porque siempre ha sido floreciente! ¡Es una flor
que perdura! Agradezco al Presidente del Consejo del Apostolado Seglar Católico, el
señor Paul Kwon Kil-joog, sus amables palabras de bienvenida en nombre de todos.
La
Iglesia en Corea, como todos sabemos, ha heredado la fe de generaciones de laicos
que perseveraron en el amor a Jesucristo y en la comunión con la Iglesia, a pesar
de la escasez de sacerdotes y de la amenaza de graves persecuciones. El beato Pablo
Yun Ji-chung y los mártires que hoy han sido beatificados constituyen un capítulo
extraordinario de esta historia. Dieron testimonio de la fe no sólo con los tormentos
y la muerte, sino también con su vida de afectuosa solidaridad de unos con otros en
las comunidades cristianas, que se distinguían por una caridad ejemplar.
Este
precioso legado sigue vivo en sus obras actuales de fe, de caridad y de servicio.
Hoy, como siempre, la Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos
sobre la verdad salvífica del Evangelio, su poder para purificar y trasformar el corazón,
y su fecundidad para edificar la familia humana en unidad, justicia y paz. Sabemos
que no hay más que una misión en la Iglesia de Dios, y que todo bautizado tiene un
puesto vital en ella. Sus dones como hombres y mujeres laicos son múltiples y sus
apostolados variados, y todo lo que hacen contribuye a la promoción de la misión de
la Iglesia, asegurando que el orden temporal esté informado y perfeccionado por el
Espíritu de Cristo y ordenado a la venida de su Reino. De modo particular, me gustaría
reconocer la labor de las numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la
atención a los pobres y necesitados. Como demuestra el ejemplo de los primeros cristianos
coreanos, la fecundidad de la fe se expresa en la práctica de la solidaridad con nuestros
hermanos y hermanas, independientemente de su cultura o condición social, ya que en
Cristo «no hay judío ni griego» (Ga 3,28). Quiero manifestar mi profundo agradecimiento
a cuantos, con su trabajo y su testimonio, llevan la presencia consoladora del Señor
a los que viven en las periferias de nuestra sociedad. Esta tarea no se puede limitar
a la asistencia caritativa, sino que debe extenderse también a la consecución del
crecimiento humano. No sólo asistencia, sino también el desarrollo de la persona.
Asistir a los pobres es bueno y necesario, pero no basta. Los animo a multiplicar
sus esfuerzos en el ámbito de la promoción humana, de modo que todo hombre y mujer
llegue a conocer la alegría que viene de la dignidad de ganar el pan de cada día y
de sostener a su propia familia. He aquí que esta dignidad, en este momento, es amenazada
con ser eliminada por esta cultura del dinero, que deja sin trabajo a tantas personas.
Nosotros podemos decir: “Padre, nosotros les damos de comer”. ¡Pero no es suficiente!
Él y ella, que están sin trabajo, deben sentir en su corazón la dignidad de llevar
a casa el pan, de ganarse el pan. Les confío a ustedes esta tarea. También quiero
reconocer la valiosa contribución de las mujeres católicas coreanas a la vida y la
misión de la Iglesia en este país como madres de familia, como catequistas y maestras
y de tantas otras formas. Asimismo, no puedo dejar de destacar la importancia del
testimonio dado por las familias cristianas. En una época de crisis de la vida familiar
- ¡lo sabemos todos! - nuestras comunidades cristianas están llamadas a ayudar a los
esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y
de la sociedad. La familia sigue siendo la célula básica de la sociedad y la primera
escuela en la que los niños aprenden los valores humanos, espirituales y morales que
los hacen capaces de ser faros de bondad, de integridad y de justicia en nuestras
comunidades. Queridos hermanos, cualquiera que sea su colaboración con la misión
de la Iglesia, les pido que sigan promoviendo en sus comunidades una formación cada
vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección
espiritual. Les pido que todo lo hagan en completa armonía de mente y corazón con
sus pastores, intentando poner sus intuiciones, talentos y carismas al servicio del
crecimiento de la Iglesia en unidad y en espíritu misionero. Su colaboración es esencial,
puesto que el futuro de la Iglesia en Corea, como en toda Asia, dependerá en gran
medida del desarrollo de una visión eclesiológica basada en una espiritualidad de
comunión, de participación y de poner en común los dones (cf. Ecclesia in Asia,
45).
Una vez más les expreso mi gratitud por todo lo que hacen para la edificación
de la Iglesia en Corea en santidad y celo. Que encuentren constante inspiración y
fuerza para su apostolado en el Sacrificio eucarístico, que comunica y alimenta “el
amor a Dios y a los hombres, alma de todo apostolado” (Lumen gentium, 33).
Para ustedes, sus familias y cuantos participan en las obras corporales y espirituales
de sus parroquias, de las asociaciones y de los movimientos, imploro la alegría y
la paz del Señor Jesucristo y la solícita protección de María, nuestra Madre.
Les
pido, por favor, que recen por mí. Y ahora todos juntos recemos a la Virgen y luego
les daré la bendición. (Ave María….) ¡Muchas gracias y recen por mí, no se olviden!