La trata de personas crimen contra la humanidad y derrota de la comunidad mundial,
tema que preocupa mucho al Papa
(RV).- (con audio) ¡Debemos y podemos
poner fin a este horrible comercio y plaga que afecta a millones de víctimas! Es una
de las numerosas exhortaciones que el Papa Francisco no se cansa de reiterar y que,
con su misma voz, hacemos que resuene en la Jornada contra el tráfico de personas,
que por primera vez celebra la ONU, el 30 de julio. Es un tema que el Obispo de Roma
sigue con apremiante preocupación, como él mismo ha señalado en varias oportunidades,
recordando que los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo en los más necesitados
y vulnerables. Éstas eran sus palabras al recibir a 17 nuevos embajadores ante la
Santa Sede, en diciembre pasado:
«Hoy deseo afrontar con ustedes un tema
que me preocupa mucho y que amenaza actualmente la dignidad de las personas: la trata
de seres humanos. Es una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más
difundida, que afecta a todos los países, incluso a los más desarrollados, y que afecta
a las personas más vulnerables de la sociedad: a mujeres y muchachas, niños y niñas,
discapacitados, a los más pobres, a los que provienen de situaciones de desintegración
familiar y social. En ellos, de manera especial, los cristianos reconocemos el rostro
de Jesucristo, que se ha identificado con los más pequeños y los más necesitados».
«La trata de personas es un crimen contra la humanidad», reiteró el Papa
Bergoglio, señalando que podemos y debemos aunar esfuerzos para derrotar semejante
vergüenza:
«Juntos podemos y debemos comprometernos para que sean liberados
y se pueda poner fin a este horrible comercio. Se habla de millones de víctimas del
trabajo forzoso – trabajo esclavo - la trata de personas con fines de mano de obra
y explotación sexual. Todo esto no puede continuar: es una grave violación de los
derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, así como una derrota
para la comunidad mundial. Todas las personas de buena voluntad, que se profesen religiosas
o no, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados
como objetos, engañados, violados, a menudo vendidos más de una vez, con diferentes
propósitos, y, finalmente, asesinados, o de todas maneras, dañados en el cuerpo y
la mente, para acabar siendo desechados y abandonados. Es una vergüenza. La trata
de personas es un crimen contra la humanidad».