Partir, como Jesús regresa al Padre y como envía a sus discípulos a partir hacia el
mundo, Francisco en la oración del Regina Coeli en la Ascensión
(RV).- (Con audio y video) “Ir” o mejor “partir”
es la palabra clave de la fiesta de hoy, afirmó el Obispo de Roma en su reflexión
previa a la oración mariana Regina Coeli, refiriéndose a la Ascensión de Jesús.
“Jesús parte hacia el Padre y manda a sus discípulos a partir hacia el mundo.”
No
se trata de una separación, porque Jesús permanece con nosotros en una forma nueva,
dijo Francisco a los fieles y peregrinos en la plaza del Santuario de san Pedro en
Roma. Y con la Ascensión el Señor resucitado atrae nuestra atención hacia el Cielo,
para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre.
“Aunque no lo vemos
con los ojos él está”, dijo el Papa. Permanece presente y operante con el poder y
los dones del Espíritu Santo, junto a cada uno de nosotros. Explicó que Jesús nos
acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos. Jesús resucitado
está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados y de cada hombre y mujer
que sufre.
Seguidamente el Sucesor de Pedro manifestó que Jesús esta presente
también mediante la Iglesia, que prolonga su misión. Su última palabra es un mandato
preciso, no facultativo, de partir: “Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos”.
Por eso, insistió “la comunidad cristiana es una comunidad “en salida”, “en partida”.
También las comunidades de clausura, también los ancianos y enfermos, con la oración
y la unión con las llagas de Jesús.
El Vicario de Cristo concluyo aseverando
que con Jesús también nos acompaña María, después de haber dicho que “sin la presencia
del Señor y la fuerza de su Espíritu, nuestro trabajo, aunque esté bien organizado,
resulta ineficaz”.
(jesuita Guillermo Ortiz- RV).
Texto
de la alocución del Papa antes de rezar el Regina Coeli:
Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días!
Hoy en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión
de Jesús al Cielo, que se produjo cuarenta días después de la Pascua. Los Hechos de
los Apóstoles relatan este episodio, la separación final del Señor Jesús de sus discípulos
y de este mundo (Cfr. Hch 1, 2.9). En cambio, el Evangelio de Mateo, refiere
el mandato de Jesús a los discípulos: la invitación a ir, a partir para anunciar a
todos su mensaje de salvación (Cfr. Mt 28, 16-20). “Ir”, o mejor, “partir”
se convierte en la palabra clave de la fiesta de hoy: Jesús parte hacia el Padre y
manda a los discípulos que partan hacia el mundo.
Jesús parte, asciende al
Cielo, es decir, regresa al Padre de quien había sido enviado al mundo. Hizo su trabajo,
y regresa al Padre. Pero no se trata de una separación, porque Él permanece para siempre
con nosotros, en una forma nueva. Con su Ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada
de los Apóstoles – y también nuestra mirada – a las alturas del Cielo para mostrarnos
que la meta de nuestro camino es el Padre.
Él mismo había dicho, que se habría
ido para prepararnos un lugar en el Cielo.
Sin embargo, Jesús permanece presente
y operante en las vicisitudes de la historia humana con la potencia y los dones de
su Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: incluso si no lo vemos con los ojos,
¡Él está! Nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos.
Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados; está cerca
de cada hombre y mujer que sufre. ¡Está cerca de todos nosotros! También hoy, está
aquí con nosotros en la Plaza. ¡El Señor está con nosotros! ¿Ustedes creen esto?
Digámoslo
juntos: ¡El Señor está con nosotros! Todos: ¡El Señor está con nosotros! Otra vez:
¡El Señor está con nosotros!
Y Jesús, cuando va al Cielo, le lleva al Padre
un regalo. ¿Pensaron en esto? ¿Cuál es el regalo que Jesús lleva al Padre? Sus llagas.
Este es el regalo que Jesús lleva al Padre. Su cuerpo es bellísimo, sin las heridas
de la flagelación, no, todo hermoso, pero, ha conservado las llagas. Y cuando va al
Padre, le dice al Padre: Mira Padre, éste es el precio del perdón que tú das. Y cuando
el Padre mira las llagas de Jesús, nos perdona siempre. No porque nosotros somos buenos,
no. Porque Él ha pagado por nosotros. Mirando las llagas de Jesús el Padre se vuelve
más misericordioso, más grande, ¡eh! Y este es el gran trabajo que hace Jesús hoy
en el Cielo. Hacer ver al Padre el precio del perdón, sus llagas. ¡Qué cosa bella
esta eh! No tengas miedo de pedir perdón. Él siempre perdona. ¡No tengas miedo! Porque
Él mira las llagas de Jesús, mira nuestro pecado, y lo perdona.
Jesús también
está presente mediante la Iglesia, a la que Él ha enviado a prolongar su misión. La
última palabra de Jesús a los discípulos es la orden de partir: “Vayan, pues, y hagan
discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, ¡no es facultativo!
La comunidad cristiana es una comunidad “en salida”, una comunidad “en partida”. Es
más: la Iglesia ha nacido “en salida”. Y ustedes me dirán: ¿pero y las comunidades
de clausura? Sí, también ellas, porque están siempre “en salida” con la oración, con
el corazón abierto al mundo, a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos?
También ellos, con la oración y la unión a las llagas de Jesús.
A sus discípulos
misioneros Jesús les dice: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”
(v. 20). Solos, sin Jesús, ¡no podemos hacer nada! En la obra apostólica no bastan
nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestras estructuras, si bien son necesarias.
Pero no bastan. Sin la presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro trabajo,
aun si bien organizado, resulta ineficaz.
Y así vamos a decir a la gente quién
es Jesús. Pero yo no quisiera que ustedes se olviden del regalo que Jesús ha llevado
al Padre. ¿Cuál es el regalo? Las llagas. Así. Porque con estas llagas hace ver al
Padre el precio de su perdón.
Junto a Jesús nos acompaña María, nuestra Madre.
Ella ya está en la casa del Padre, es Reina del Cielo y así la invocamos en este tiempo;
pero como Jesús está con nosotros, es la Madre de nuestra esperanza.