El Papa preside en la basílica de San Pedro la ordenación presbiteral de 13 diáconos
(RV).- (actualizado con video y audio) El Papa Francisco presidió la mañana de este
domingo la Santa Misa en la basílica de san Pedro con la ordenación presbiteral de
13 diáconos, a quienes pidió que no se cansen nunca de ser misericordiosos.
Después
de la presentación de los ordenándoos el Papa reflexionó sobre la importancia del
sacramento presbiteral y les recordó que si cierran "las puertas de la Iglesia", no
serán buenos "pastores". Les pidió que se empeñaran en "unir a los fieles en una única
familia y que tengan siempre delante la figura del Buen Pastor".
Durante la
homilía reconoció que le duele mucho ver "que las personas no van a confesarse porque
han sido tratadas mal por el sacerdote, porque les han regañado o porque han visto
que las puertas de la Iglesia se les cerraban en la cara". Por eso ha insistido a
los diáconos en que tengan "tanta misericordia".
Una vez terminada la homilía,
el Papa preguntó uno a uno si querían tomar el sacramento sacerdotal. Después de las
letanías, el Santo Padre impuso las manos sobre la cabeza de cada elegido, y continuando
con el rito, los ordenandos, ayudados por otros presbíteros, se pusieron la estola
sacerdotal y la casulla. Luego el Papa les ungió con el sagrado crisma las palmas
de las manos, y también entregó a cada uno el pan sobre la patena y el cáliz con el
vino preparados para la celebración de la misa. Finalmente abrazó a todos los recién
ordenados. Escuchemos seguidamente la homilía completa del Papa.
Homilía
completa del Santo Padre Francisco audio: Queridos hermanos,
estos nuestros hijos y hermanos han sido llamados la orden del presbiterado. Como
ustedes saben bien, el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento,
pero también en Él todo el pueblo santo de Dios ha sido establecido pueblo sacerdotal.
No menos importante entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiere escoger algunos
en particular, para que ejercitando públicamente en la iglesia su nombre y el oficio
sacerdotal en favor de todos los hombres para continúen su misión personal de Maestro,
Sacerdote y Pastor. Después de una profunda reflexión vamos a elevar al Orden de los
Presbíteros a nuestros hermanos, para que al servicio de Cristo, Sacerdote y Pastor,
cooperen en la edificación del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia de Cristo: el pueblo
de Dios es el templo santo en el Espíritu. Ellos, de hecho, serán configurados a Cristo,
Sumo y Eterno Sacerdote, es decir, serán consagrados como verdaderos sacerdotes del
Nuevo Testamento. Y con este título que les une a su obispo en el sacerdocio, serán
predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios y presidirán los actos de
culto, sobre todo la celebración del sacrificio del Señor .
En cuanto a ustedes,
amados hijos, que van a ser promovidos al orden sacerdotal, consideren que por el
ejercicio del ministerio de la sagrada doctrina van a ser partícipes de la misión
de Cristo, el único Maestro. Dispensarán a todos aquella palabra de Dios, que ustedes
mismos han recibido con alegría, de sus madres, de sus catequistas. Lean y mediten
asiduamente la Palabra del Señor para creer lo que han leído, para enseñar lo que
ha aprendido en la fe, para vivir lo que han enseñado. ¡Sea, por lo tanto, alimento
para el pueblo de Dios su doctrina, que no es suya y ustedes no son dueños de la doctrina!
Es la doctrina del Señor y ustedes han de ser fieles a la doctrina del Señor! Sea,
por lo tanto, alimento para el pueblo de Dios su doctrina. La alegría y el apoyo a
los fieles de Cristo, el perfume de sus vidas, porque con la palabra y el ejemplo
edificarán la casa de Dios, que es la Iglesia. Y así ustedes van a continuar la obra
santificadora de Cristo. A través de su ministerio, el sacrificio espiritual de los
fieles se hace perfecto, porque unido al sacrificio de Cristo, con sus manos, en nombre
de toda la Iglesia, se ofrece en el altar de la celebración de los santos misterios.
Reconozcan, pues, lo que realicen, imiten lo que celebran, porque participando al
misterio de la muerte y resurrección del Señor, llevarán la muerte de Cristo en sus
miembros y caminarán con Él en una vida nueva. Con el Bautismo agregarán nuevos
fieles al pueblo de Dios; con el Sacramento de la Penitencia perdonarán los pecados
en nombre de Cristo y de la Iglesia. Y aquí me quiero detener y pedirles que, por
el amor de Jesucristo, no se cansen nunca de ser misericordiosos. Por favor, tengan
esa capacidad de perdón que tuvo el Señor, que ¡no vino a condenar sino para perdonar!
Tengan misericordia, tanta misericordia! Y si les viene el escrúpulo de ser demasiado
“perdonadores” piensen en el santo cura del que les hablé que iba delante del Santísimo
y decía: “Señor, perdóname si he perdonado demasiado, pero eres tú el que me ha dado
el mal ejemplo de perdonar tanto”. Es así…Pero yo les digo verdaderamente, que siento
tanto dolor cuando encuentro gente que no va a confesarse porque ha sido maltratada,
muy mal, regañada; ¡han visto como les cerraban las puertas de la Iglesia en la cara!
Por favor no hagan esto: misericordia, misericordia. El buen pastor entra por la puerta
y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor: si ustedes no entran en su
ministerio por las llagas del Señor, ustedes no serán buenos pastores. Con el óleo
santo darán alivio a los enfermos; celebrando los ritos sagrados y rezando la liturgia
de las horas, serán la voz del pueblo de Dios, y de toida la humanidad. Concientes
de haber sido elegidos entre los hombres para atender las cosas de Dios, ejerciten
con alegría y caridad la obra sacerdotal de Cristo, buscando agradar a Dios y no a
ustedes mismos Y piensen en lo que decía San Agustín de los pastores que buscaban
agradarse a sí mismos y usaban las ovejas del Señor como alimento y para vestirse
y para tener majestad de un ministerio que no se sabía si era de Dios. Participando
en la misión de Cristo en comunión con su obispo empéñense en formar una sola familia,
para unir a los fieles para conducirles a Dios Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu
Santo. Tengan siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido
para ser servido, sino para buscar y salvar a los que están perdidos. (Traducción
de Mónica Zorita y Eduardo Rubió)