Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina: preocupación de los obispos
por la realidad de la droga
(RV).- (Con audio)
Desde este
lunes 5 de mayo y hasta el sábado 10, en la casa de ejercicios El Cenáculo-La Montonera
de Pilar, tiene lugar la 107° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina,
presidida por Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz y Presidente
de la Conferencia Episcopal.
En la homilía de la Misa de apertura de la Plenaria,
Monseñor José María Arancedo, hizo un nuevo llamado a proponer acciones para combatir
el delito del narcotráfico en el país y recordó el servicio a favor de los más necesitados
del padre Carlos Mugica, a 40 años de su asesinato. "Hemos hablado con preocupación
de la realidad de la droga con su rostro de violencia e inseguridad, como de negocio
y de muerte. Es necesaria una actitud definida frente a lo que no dudamos en llamar
el delito del narcotráfico" subrayó el prelado. "Hay una orfandad social y afectiva
en muchos jóvenes que los hace presa fácil de una sociedad que en su afán de lucro
no tiene límites. La trasmisión y asimilación de valores - dijo mons. Arancedo -
es esencial para crecer en un una sociedad de hombres libres. Es importante, para
ello, volver la mirada a la familia y a la escuela como lugares privilegiados en la
trasmisión de cultura, de convivencia y proyectos de vida".
El temario de la
Plenaria, en la que participan un centenar de obispos, prevé un intercambio inicial
sobre la realidad social y pastoral del país, análisis y reflexión sobre la exhortación
apostólica “Evangelii Gaudium”, la pastoral familiar de cara al Sínodo Extraordinario
y la preparación de la celebración del Bicentenario en el 2016 con un Congreso Eucarístico
Nacional.
(MCM- RV)
Texto completo de la homilía de Mons. Arancedo
en la Misa de apertura de la 107° Asamblea Plenaria
Queridos hermanos: Iniciamos
con la celebración de esta eucaristía nuestra 107° Asamblea Plenaria, poniéndonos
en presencia de Dios, pidiendo la asistencia de su Espíritu y renovando nuestro compromiso
al servicio del Pueblo de Dios. Vivamos con gratitud este encuentro que fortalece
nuestro afecto colegial y servicio pastoral. En la proclamación de la Palabra de Dios
hemos escuchado la respuesta que da el Señor a la pregunta de los apóstoles: ¿Qué
debemos hacer para realizar las obras de Dios? En ella se nos habla de una actitud
de fe y de entrega generosa a su persona y su palabra: “La obra de Dios, nos dice,
es que ustedes crean en aquel que él ha enviado” (Jn. 6, 28-29). Pidamos la gracia
de ser humildes discípulos del Señor para escuchar su voz, amar y servir su obra.
Traemos de nuestras diócesis las experiencias, realizaciones y preocupaciones
de nuestra gente, ello nos permitirá evaluar el camino recorrido en el marco de las
“Orientaciones Pastorales para el trienio 2011-2014”, como proyectar nuevas acciones.
Nuestra reflexión es de pastores fieles a la palabra del Señor y al magisterio de
la Iglesia pero se alimenta, también, de esa cercanía con nuestra gente donde vemos
y escuchamos sus necesidades, angustias y esperanzas. Esto nos enriquece y compromete
nuestra palabra y acciones pastorales. Somos pastores, nuestra palabra reconoce su
fuente en el amor y la misericordia del Padre, que ha enviado su Hijo al mundo para
salvarlo. Es una palabra que ama y discierne, que preside y sirve, que acompaña y
orienta. Que nuestra palabra sea, Señor, expresión de ese “officium amoris” al que
hemos sido llamados para apacentar tu grey. Contamos, y se lo agradecemos nuevamente
al Santo Padre, con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que nos anima y confirma
en el camino de una Iglesia evangelizadora. Frente a las necesidades materiales
y espirituales de nuestro pueblo, no seríamos fieles al Evangelio, sino fuésemos testigos
de una palabra profética y de esperanza. La profecía busca, desde el amor salvífico
de Dios manifestado en Jesucristo, el bien del hombre. Es una palabra que, incluso
en la denuncia, sólo busca ser fiel a Jesucristo. Nuestra esperanza tiene su fuerza
y raíz en Dios, cuya expresión mayor de su amor venimos de celebrar en la Pascua.
Nuestra palabra de pastores se enriquece, además, con la voz de nuestros fieles que
se hace compromiso y oración en nuestras comunidades. El testimonio de su fe, de su
palabra y oración, nos hablan de esa presencia de Dios en el corazón del hombre a
quien buscan, en quien confían y en quien necesitan apoyarse, porque lo perciben y
reconocen como fuente de razón y justicia, de vida y de paz. ¡Cuánta enseñanza recibimos
de esta fe sencilla y profunda de nuestros hermanos!
Hemos hablado con preocupación
del delito de la droga con su rostro de violencia e inseguridad, como de negocio y
de muerte. Es necesaria una actitud definida frente a lo que no dudamos en llamar
el delito del narcotráfico. Sabemos, por otra parte, que este flagelo tiene raíces
muy profundas. Hay una orfandad social y afectiva en muchos jóvenes que los hace presa
fácil de una sociedad que en su afán de lucro no tiene límites. La trasmisión y asimilación
de valores, es esencial para crecer en un una sociedad de hombres libres. No hay auténtica
libertad sin una referencia al bien y a la verdad. Por ello, sólo una cultura fundada
en los valores como en la ejemplaridad de sus mayores, va a fortalecer y orientar
a la persona en el ejercicio de su libertad. Es importante, para ello, volver la
mirada a la familia y a la escuela como lugares privilegiados en la trasmisión de
cultura, de convivencia y proyectos de vida. Estas realidades que necesitan de una
fuerte presencia del Evangelio, para iluminar y fortalecer su camino. Recuerdo, en
este marco, la riqueza de aquel contenido del núcleo evangelizador de Nuestras Líneas
Pastorales, cuando decíamos: “la Iglesia necesita, con su predicación y testimonio,
suscitar, consolidar y madurar la fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, presentándola
como un potencial que sana, afianza, y promueve la dignidad del hombre” (n° 16). Hoy
más que nunca es actual y necesaria la predicación del Evangelio, como verdad que
da sentido a la vida del hombre y le descubre su dignidad de hijo de Dios. Siempre
la evangelización será nuestro mayor servicio al hombre, a la cultura y a la sociedad.
Damos comienzo a nuestra 107° Asamblea Plenaria, próximo a cumplirse 40 años
de la muerte del Padre Carlos Mugica. Este hecho está presente en la memoria de la
Iglesia. Fue, en aquellos años duros y tristes de nuestra Patria, víctima de un asesinato.
Fue un sacerdote que vivió su fe y ministerio en comunión con la Iglesia y al servicio
de los más necesitados, que aún lo recuerdan con gratitud, cariño y dolor. Elevemos
nuestra oración por él, por nuestro hermano Carlos, y pidamos al Señor que, junto
a la verdad y a la justicia, avancemos en el camino de la concordia y la reconciliación
entre los argentinos, como parte de una cultura del encuentro que nos debemos y que
nos permitirá construir una Patria más unida, más fraterna y solidaria. Que María
Santísima, Nuestra Madre de Luján, nos acompañe en los trabajos que hoy iniciamos.
Mons. José María Arancedo Arzobispo de Santa Fe de la Vera
Cruz Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina