Una comunidad cristiana está en paz, da testimonio de Cristo y asiste a los pobres
(RV).- (Con audio) Toda comunidad cristiana
debería confrontar su propia vida con la que animaba a la primera Iglesia y verificar
su propia capacidad de vivir en “armonía”, de dar testimonio de la Resurrección de
Cristo y de asistir a los pobres. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la
misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Un’“icono”
con tres “pinceladas”: es lo que presenta a la primera comunidad cristiana tal como
aparece descrita en los Hechos de los Apóstoles. El Papa se detuvo en las tres características
de este grupo, capaz de plena concordia en su interior, de dar testimonio de Cristo
hacia fuera, y de impedir que sus miembros padecieran la miseria: las “tres peculiaridades
del pueblo renacido”.
Francisco desarrolló su homilía a partir de lo que la
Iglesia ha destacado durante toda la semana de Pascua: “renacer desde lo Alto”, del
Espíritu, que da vida al primer núcleo de los “nuevos cristianos”, cuando “aún no
se llamaban así”:
“‘Tenía un solo corazón y una sola alma’. La paz. Una
comunidad en paz. Esto significa que en aquella comunidad no había lugar para los
chismes, para las envidias, para las calumnias, para las difamaciones. Paz. El perdón:
‘El amor lo cubría todo’. Para calificar a una comunidad cristiana sobre esto, debemos
preguntarnos cómo es la actitud de los cristianos. ¿Son mansos, humildes? En esa comunidad
¿hay peleas entre ellos por el poder? ¿Peleas de envidia? ¿Hay chismes? No están por
el camino de Jesucristo. Esta característica es muy importante, muy importante, porque
el demonio trata de dividirnos siempre. Es el padre de la división”.
No
es que faltaran los problemas en aquella primera comunidad. De hecho, el Papa Francisco
recordó “las luchas internas, las luchas doctrinales, las luchas de poder” que también
aparecieron más adelante. Por ejemplo, dijo, cuando las viudas se lamentaron de no
ser asistidas bien por los Apóstoles, por lo que “debieron hacer a los diáconos”.
Sin embargo, aquel “momento fuerte” del inicio fija para siempre la esencia
de la comunidad nacida del Espíritu. Una comunidad acorde y, en segundo lugar, una
comunidad de testigos de la fe, sobre la cual el Papa invitó a confrontar toda comunidad
actual:
“¿Es una comunidad que da testimonio de la resurrección de Jesucristo?
Esta parroquia, esta comunidad, esta diócesis ¿cree verdaderamente que Jesucristo
ha resucitado? O dice: ‘Sí, ha resucitado, pero de esta parte’, porque lo cree aquí
solamente, con el corazón lejos de esta fuerza. Dar testimonio de que Jesús está vivo,
está entre nosotros. Y así se puede verificar cómo va una comunidad”.
Le
tercera característica sobre la cual verificar cómo va la vida de una comunidad cristiana
está relacionada con “los pobres”. Y aquí el Papa Francisco distinguió el metro de
verificación en dos puntos:
“Primero: ¿Cómo es tu actitud o la actitud de
esta comunidad con los pobres? Y segundo: Esta comunidad ¿es pobre? ¿Pobre de corazón,
pobre de espíritu? ¿O pone su confianza en las riquezas? ¿En el poder? Armonía, testimonio,
pobreza y atender a los pobres. Y esto es lo que Jesús explicaba a Nicodemo: este
nacer desde lo Alto. Porque el único que puede hacer esto es el Espíritu. Esta es
obra del opera del Espíritu. A la Iglesia la hace el Espíritu. El Espíritu hace la
unidad. El Espíritu te impulsa hacia el testimonio. El Espíritu te hace pobre, porque
Él es la riqueza y hace que tú te ocupes de los pobres”.
“Que el Espíritu
Santo – concluyó Francisco – nos ayude a caminar por este camino de renacidos por
la fuerza del Bautismo”.