«Ante el materialismo y el odio, no se deje de invocar el amparo de María Inmaculada,
Puerta del Cielo», radiomensaje de Juan XXIII
(RV).- (con audio) Juan XXIII dejó en
su ‘Diario del Alma’ el testimonio de un amor filial a la Virgen Santísima, que se
resume en la invocación: «Madre mía, confianza mía». En uno de sus radiomensajes,
el Papa Angelo Roncalli - vuestro Padre de Roma – como le gustaba decir - se dirigió
al pueblo español que «en María tiene una Madre, esa Madre que nunca se puede olvidar
y, aunque con nombre distinto, es para todos la misma.... Ante un mundo en el que
avanza el materialismo y el odio que trata de sofocar toda vida cristiana - en el
que se habla de fraternidad sin Dios - ¡Vana ilusión!» – deseaba que «no se deje
de invocar el amparo de María Inmaculada, Estrella de la mañana y Puerta del Cielo:
«quien ama en el Corazón de María da un amor fuerte y de pura ley, pues no existe
afecto humano que pueda igualar al de la Madre. María es Madre como ninguna otra».
Era su radiomensaje con motivo de la coronación de la Virgen del Rosario de La Coruña,
el 11 de septiembre de 1960.
(CdM – RV)
Texto completo del radiomensaje
del Papa Juan XXIII con motivo de la coronación de la Virgen del Rosario de La Coruña
«¡Amadísimos coruñeses y españoles todos! En medio del « Magnificat
» exultante de este día habéis pedido unas palabras de Vuestro Padre de Roma, y estas
palabras Nuestras quieren formar con las notas vibrantes de vuestros labios un himno
de alabanza a la Madre bendita del Rosario que Nuestro querido Cardenal Arzobispo
de Santiago de Compostela ha coronado con diadema real de oro y perlas. Al acercar
Nuestro corazón a esa hermosa y suave ciudad, Nos parece, en efecto, percibir un canto
de amor que brota como latido desbordante de vuestras almas. Eres grande, Coruña,
por el tesoro de antiquísima historia, por la valía de tus hombres; pero tu gloria
mayor, la que prende fuego a tus más puros sentimientos, la tienes cifrada en esa
Virgen veneranda que ahí se encuentra tan bien como si de ahí fuera nacida: le hace
guardia la torre mas alta y airosa de todas, la del Convento de los Padres Dominicos
que con tanto cariño la guardan. Tres votos populares señalan otras tantas ocasiones
en que se vio más palpable sobre ti la protección de María. ¡Oh que piadosos y
devotos, que encantadores son los santuarios marianos de España! «Flores apparuerunt
in terra nostra»: sí, en las tierras, áridas o fértiles, de vuestra y nuestra España
hay siempre flores: a centenares están los templos que Nuestra Señora tiene en Galicia
y Cataluña, en Andalucía y Navarra, en Extremadura y Vascongadas, en Castilla, Aragón
y Valencia. Van unidos al recuerdo de una gesta patriótica, están abiertos a todos
como museos de espirituales memorias, y son principalmente fuente inagotable de devoción
y de gracias. Al postrarnos ante Nuestra Señora de Montserrat, del Pilar o de Covadonga
sentimos en su palpitación más íntima el alma sincera y noble del pueblo español que
en María tiene una Madre, esa Madre que nunca se puede olvidar y, aunque con nombre
distinto, es para todos la misma.
El mundo actual —ya lo veis— parece trepidar
ante la riada inmensa de materialismo y de odio que trata de sofocar toda vida cristiana.
Se promete un paraíso inmediato sobre la tierra para olvidar el eterno; se habla de
fraternidad sin Dios. ¡Vana ilusión! Que María Inmaculada, Estrella de la mañana y
Puerta del Cielo, levante siempre vuestra mirada a los fulgores de la gloria futura.
Recordad que quien ama en el Corazón de María da un amor fuerte y de pura ley, pues
no existe afecto humano que pueda igualar al de la Madre. María es Madre como ninguna
otra; es el oro del fuego en el hogar cristiano. Os busca a todos para apretaros contra
su corazón. Cerca de él todos os sentiréis más hermanos.
Para terminar, una
palabra de aliento. De Nuestro recorrido por España conservamos la consoladora visión
de las virtudes que os adornan: en particular, de la pureza y santidad de vuestros
hogares, de la modestia y recato de vuestras esposas. Son grandes y providenciales
las reservas de fe que atesora vuestra católica Nación. Pues, amadísimos coruñeses
y españoles todos, ¿deseáis mantener patrimonio tan sagrado? Que nunca el rosario
caiga de vuestras manos; que la plegaria mariana siga santificando vuestra reunión
vespertina de familia y que dé el tono espiritual a vuestra vida entera. ¡Ánimo! Está
con vosotros, y para eso os bendice con todo afecto, vuestro Padre de Roma».