DE LO QUE PASA POR EL ALMA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio)
El Evangelio de la
pasión de Jesús revela lo que hay en los corazones. El pueblo siente alegría y gratitud
con Jesús y siguiendo estos afectos alaba a Jesús. Mientras que en los fariseos crecen
la envidia y la bronca. Y siguiendo estos sentimientos deciden matar a Jesús.
Con
Judas podemos ver todo un proceso interior. Traiciona a Jesús que le dio confianza.
Lo vende por 30 monedas. Después cuando se da cuenta, se suicida por la desesperación.
Con Pedro también se ve un proceso: promete ser fiel hasta la muerte pero después
cobarde, niega a Jesús tres veces. Cuando recuerda las palabras y la mirada de Jesús,
se arrepiente, llora amargamente. Y después da la cara, se hace cargo y da su vida
por Jesús.
En el momento de la pasión los discípulos tienen miedo y dominados
por el miedo se desparraman. Pilato es pobre hombre ambicioso y por el miedo de perder
la migaja desabrida de poder que tiene, se lava las manos.
Jesús sufre como
ninguno en el cuerpo y en el alma, pero a pesar de todo, con la fuerza de su amor
al Padre Dios y a cada uno de nosotros, consigue llegar hasta el altar de la cruz
donde se ofrece rogando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y con este
amor más fuerte que todo Jesús vence el mal y vence la muerte.
Que el amor
de Jesús nos transforme y nos haga capaces de amar como él.
Después de escuchar
el Evangelio de la pasión de Jesús en la plaza de san Pedro con más de 100 mil personas,
Papa Francisco, concentrado en la contemplación de Jesús y de los que lo rodean en
la pasión, se preguntó: ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre?, ¿A cuál de éstas
personas yo me parezco?
Todo el pueblo recibe a Jesús -comentó Francisco.
Los niños y los jóvenes cantan, alaban a Jesús. ¿Soy capaz de expresar mi alegría,
de alabarlo?, ¿O tomo distancia?
El grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes,
algunos fariseos, algunos maestros de la ley habían decidido matarlo. ¿Soy yo como
ellos?
Los discípulos que no entendían nada, se quedaron dormidos mientras
el Señor sufría. ¿Mi vida está dormida?, ¿O soy como Pedro que quería resolver todo
con la espada? Yo ¿soy como Judas que finge amar y besa al Maestro para entregarlo,
para traicionarlo?
Y cuando hago estas cosas –se preguntó Francisco- ¿creo
que con esto salvo al pueblo? ¿Soy yo como Pilato que cuando veo que la situación
es difícil, me lavo las manos?; ¿soy yo como los soldados que golpean al Señor, le
escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor?, ¿soy yo como el
Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena volunta de ayudar
al Señor a llevar la cruz?, ¿soy yo como aquellos que pasaban delante de la Cruz y
se burlaban de Jesús? “¡que baje de la cruz y creeremos en él!”.
¿Soy yo como
aquellas mujeres valientes, y como la mamá de Jesús, que estaba allí, y sufrían en
silencio?, ¿soy yo como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del Sepulcro,
llorando, rezando?
¿Soy yo como estos dirigentes que al día siguiente fueron
a Pilato para pedirle que cerrara bien el sepulcro y pusiera guardias? Frenan la vida,
bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga afuera.
¿Dónde
está mi corazón? ¿A cuál de éstas personas me parezco yo?
Que esta pregunta
nos acompañe durante toda la semana –concluyo Francisco.