(RV).- (Con audio)
Hoy ni siquiera los
médicos tocan a los enfermos. Prefieren diagnosticar con los exámenes y análisis del
cuerpo que hacen las máquinas, cada vez más sofisticadas pero sin corazón.
En
cambio, el mismo Jesús “toma de la mano a enfermos y sufrientes y les asegura que
ni siquiera la muerte podrá separarlos de él”. Así lo afirmó Francisco Papa, en la
catequesis sobre el sacramento de la Unción de los enfermos.
Antes de saludar,
besar, abrazar, bendecir a los numerosos enfermos que vienen a la plaza de San Pedro,
el Sucesor de Pedro explicó que la parábola del Buen Samaritano en la que se relata
que el hombre “cuidó del sufriente derramando sobre sus heridas aceite y vino… y lo
confió al dueño del albergue para que continuara cuidándolo sin considerar los gastos”,
es la imagen bíblica que expresa en profundidad el misterio que trasluce el sacramento
de la Unción de los enfermos y nos ayuda a ampliar la mirada hacia la experiencia
de la enfermedad y el sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios.
En
esta ocasión el Vicario de Cristo dijo que Jesús “enseño a sus discípulos a tener
la misma predilección por los enfermos y los sufrientes y les transmitió la capacidad
y el deber de continuar derramando en su nombre y según su corazón, alivio y paz,
a través de la gracia especial de este sacramento”. “Es a la Iglesia, a la comunidad
cristiana, a nosotros, a quienes cada día, el Señor Jesús nos confía a los que están
afligidos en el cuerpo y el espíritu, para que continuemos derramando sobre ellos
su misericordia” insistió Francisco. “Es el mismo Jesús en la persona del sacerdote
el que se acerca al enfermo, es la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo, a
los ancianos”.
Para concluir invitando a llamar al sacerdote a visitar al enfermo
y al anciano, porque no es verdad que trae mala suerte, ni que después de él llega
la pompa fúnebre –dijo Francisco-. “Es Jesús que llega para aliviarlo, para darle
fuerzas, para darle esperanza, para ayudarlo. También para perdonarle los pecados”.
Es hermoso saber que en el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos.
El sacerdote y los que están presentes representan a toda la comunidad cristiana con
Jesús, “que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos y nos recuerda
que le pertenecemos y que nada –ni siquiera el mal y la muerte- podrán nunca separarnos
de él.” El sacramento de la Unción de los enfermos es la fuerza de Jesús para seguir
adelante.