(RV).- (Con audio) Antes de rezar el
Ángelus dominical con los fieles reunidos el pasado 16 de febrero en la Plaza de San
Pedro, el Papa Francisco recordó que Jesús va a las raíces de la Ley judía, y al
no matarás, añade: “Antes de rezar al Señor, reconcíliate con tu hermano”. De ahí
que el Papa exclamara que ¡también las habladurías matan, evitémoslas!
“Jesús
nos recuerda que también las palabras pueden matar” y, por lo tanto, “no sólo no se
debe atentar contra la vida del prójimo, sino que tampoco se derramar sobre él el
veneno de la ira y golpearlo con la calumnia”. Lo dijo el Papa el domingo16 de febrero
a mediodía, antes de rezar el Ángelus ante miles de fieles y peregrinos en la Plaza
de San Pedro. Al comentar el Evangelio dominical, el Papa dijo que Jesús “va a la
raíz de la Ley, centrándose en la intención, en el corazón humano, donde se originan
nuestras acciones buenas o malas. Compara la Ley judía y su predicación, y si el quinto
mandamiento dice: ‘no matarás’, él añade que “el que se enoja con su hermano, merece
ser condenado por un tribunal”.
¡Los chismes, también pueden matar, porque
matan la reputación de la gente! ¡Es muy feo chismorrear! Al principio puede parecer
una cosa agradable, incluso divertida, como si fuera un caramelo. Pero al final, nos
llena el corazón de amargura y nos envenena también a nosotros. Les digo la verdad,
¡eh! Estoy convencido de que si cada uno de nosotros tuviera el propósito de evitar
los chismes, ¡con el tiempo se convertiría en un santo! Éste es un hermoso camino.
“Jesús
propone a los que siguen la perfección del amor – concluyó Francisco – un amor cuya
única medida es no tener medida”. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental
que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no
queremos hacer la paz con el prójimo. Por esto estamos llamados a reconciliarnos con
nuestros hermanos antes de mostrar nuestra devoción al Señor en la oración.
En
el ambiente del barrio, de la parroquia, las relaciones deben inspirarse según el
criterio de la sinceridad y de la verdad, una verdad que viene directamente de nuestro
corazón. Es el mensaje que el Papa dejó a los fieles de la parroquia de Santo Tomás
Apóstol, en el barrio de Infernetto, en la periferia sur de Roma, que visitó el domingo
16 de febrero por la tarde. El Obispo de Roma venido de la Argentina comenzó su cuarta
visita a una parroquia de su diócesis encontrándose con los niños. El secreto para
amar a Jesús, dijo al responder a una pregunta de un pequeño parroquiano, “es dejarse
amar por él. ¡Primero nos ama Él!”. Después Francisco se encontró con los bautizados
en los últimos meses y con sus padres, con los ancianos, los enfermos y la Asociación
de familias con hijos minusválidos. Antes de la Misa, que celebró en la iglesia consagrada
hace menos de un año, si bien la parroquia festeja este 2014 los 50 años de su fundación,
el Pontífice confesó a cinco parroquianos. En su homilía el Papa pidió que se piense
en lo hay en el propio corazón para decir la verdad a nosotros mismos. “Debemos preguntarnos
primero qué hay dentro – dijo – porque esto sale y hace mal, si es malo; y si es bueno,
sale y hace el bien”. Pidamos siempre esta gracia – concluyó – de “conocer qué sucede
en mi corazón, para hacer siempre la elección correcta, la elección del bien. Recordando
que lo que ensucia nuestra vida es lo que hay de malo que sale de nuestro corazón”.
En
su catequesis de la audiencia general del 19 de febrero, el Papa recordó la alegría
de ser perdonados por el Señor, que en el sacramento de la Reconciliación “nos abraza
y hace fiesta”. Además Francisco rezó por las víctimas de la violencia en Kiev, Ucrania,
invitando a la búsqueda de la paz en este país del Este de Europa.
No tengan
miedo de la confesión, porque “el sacerdote la recibe con amor y con ternura, y en
nombre de Dios perdona”. Lo dijo el Papa en su catequesis de la audiencia general
del 19 de febrero, ante la presencia de más de veinte mil fieles, en la que prosiguió
sus reflexiones sobre los Sacramentos, deteniéndose en el de la Penitencia y Reconciliación.
Después de haber subrayado que “el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos
darnos nosotros, no es fruto de nuestros esfuerzos, sino don del Espíritu Santo” y
que “no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón” Francisco
explicó que “es necesario confesar los propios pecados al ministro de la Iglesia”.
En efecto, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, “que
se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su
arrepentimiento y que se reconcilia con él”. Y si en nosotros hay vergüenza, ésta
hace bien, porque nos hace más humildes.
También desde el punto de vista
humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas
cosas que pesan tanto en mi corazón: uno siente que se desahoga ante Dios, con la
Iglesia y con el hermano. Pero, no tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está
en la fila para confesarse siente todas estas cosas – incluso la vergüenza – pero
después, cuando termina la confesión sale libre, grande, bello, perdonado, blanco,
feliz. Y esto es lo hermoso de la Confesión. Y si pasó tanto tiempo desde la última
confesión – concluyó el Pontífice – “no pierdas un día más, ve adelante, que el
sacerdote será bueno, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, y te recibe”. Cada
vez que nos confesamos, “Dios nos abraza y hace fiesta”.
Producción de María
Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
El espacio “El Papa en la
semana”, se transmite los sábados en las emisiones informativas de las 17,30; 01,45
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