En el espíritu de Aparecida, con el padre Antonio Grande
(RV).-
Con audio El seguimiento
de Jesús es una vocación de amor que se realiza de diversos modos en el sacramento
del orden, en la consagración religiosa y en la vida de los fieles laicos, la mayoría
del Pueblo de Dios. El número 215 del Documento de Aparecida, expresó que los laicos
son llamados a integrar su participación en la Iglesia y su siembra de los valores
del Reino en la sociedad.
“Reconocemos el valor y la eficacia de los Consejos
parroquiales, Consejos diocesanos y nacionales de fieles laicos, porque incentivan
la comunión y la participación en la Iglesia y su presencia activa en el mundo. La
construcción de la ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de la eclesialidad
en los laicos, es un solo y único movimiento”.
Por eso, el número 263 de Aparecida,
presenta la espiritualidad popular como “una espiritualidad cristiana que, siendo
un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico,
y las necesidades más concretas de las personas”.
El Papa Francisco en su reciente
documento La alegría del Evangelio, agradece el número importante de hermanos que
dan lo mejor de sí a la Iglesia, y destaca que el aporte que realiza la Iglesia al
mundo en nuestro tiempo es enorme. Luego, con sabiduría y fortaleza paterna señala
algunas tentaciones de los agentes pastorales, un tema que ya había presentado en
el Discurso al Comité de Coordinación del CELAM, el 29 de julio pasado, en Brasil.
Usa un lenguaje bíblico que sigue siendo actual y llama a reflexionar. La tentación
desafía una buena intención, pone a prueba un compromiso elegido y llevado adelante,
sea por una persona como por una comunidad.
Ahora recojo el llamado papal a
volver a optar por una espiritualidad misionera, volver a elegir un tipo de oración
y de encuentro con Cristo que integre el servicio al prójimo en su realidad cotidiana,
aún más, ir al encuentro de quien está en una dificultad, o, de quien todavía no recibió
el anuncio del Evangelio. En el número 78 enseña:
“Hoy se puede advertir en
muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una preocupación exacerbada
por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas
como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad.
Al mismo tiempo, la vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que
brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, el compromiso
en el mundo, la pasión evangelizadora. Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores,
aunque oren, una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída
del fervor. Son tres males que se alimentan entre sí”. Luego, en el número 102,
el Santo Padre valora la participación de los bautizados en la vida de la Iglesia,
pero llama la atención para que el anuncio de los valores evangélicos sea sembrado
como fermento de novedad en las realidades del mundo. “Si bien se percibe una mayor
participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso no se refleja
en la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico.
Se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la
aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad”.
Conviene examinar
cómo rezamos. Preguntarnos si el encuentro con el Señor nos abre a la misión de ir
a servirlo en quienes están agobiados, o, ir a anunciarlo a quienes no lo han encontrado.