En el espíritu de Aparecida, con el P. Antonio Grande
(RV).- (Con audio)
La Iglesia
en Latinoamérica viene reflexionando y ejercitando un proceso vivo y participativo
de pastoral orgánica para recibir creativamente las orientaciones ofrecidas por el
Concilio Vaticano II. Es una historia cercana a los cincuenta años, con diversos logros
y dificultades según la realidad de los diversos países y sus tradiciones diocesanas.
En 2007, el Documento de Aparecida, pidió que la Iglesia en América Latina
y el Caribe guiada por el Espíritu Santo debía avanzar por el camino de una pastoral
orgánica guiada por los obispos y con el protagonismo destacado de su laicado (cf.
DA 169). Es un proceso de conversión como comunidad misionera, que le va a permitir
encontrar las nuevas formas de presencia evangelizadora en los espacios culturales
a los que no se llega y que los nuevos tiempos reclaman (cf. DA 365).
“El proyecto
pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una respuesta consciente
y eficaz para atender a las exigencias del mundo de hoy, con “indicaciones programáticas
concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valoración de los agentes
y la búsqueda de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue
a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio
de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura” (NMI 29). Los laicos deben
participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución.
Este proyecto diocesano exige un seguimiento constante por parte del obispo, los sacerdotes
y los agentes pastorales, con una actitud flexible que les permita mantenerse atentos
a los reclamos de la realidad siempre cambiante” (DA 371).
El Papa Francisco
viene de esa experiencia eclesial latinoamericana. Con claridad promueve la conversión
misionera de las Iglesias particulares guiadas por su obispo. Ellas atentas a las
mociones del Espíritu y a los signos de los tiempos, deben realizar un itinerario
formativo y espiritual que prepare a los agentes pastorales y a las comunidades diocesanas
para un renovado anuncio del Evangelio a sus conciudadanos.
“Cada Iglesia
particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está
llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización.
Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de
salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de comunicar a Jesucristo
se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados
como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia
los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta
la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez
más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar
en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” (EG 30).
Para
responder al sueño misionero del papa Francisco, en oración personal y comunitaria,
conviene que escuchemos la voz discreta del Espíritu Santo y el deseo de encuentro
con Jesús de tantos hermanos, a veces silencioso, para descubrir qué responder al
proceso de renovación misionera de nuestra comunidad diocesana.