Ver siempre en el otro la imagen de Dios, el Papa el viernes en Santa Marta
(RV).- (Audio y video) No es fácil construir
el diálogo con los demás, especialmente si nos divide el rencor. Pero el cristiano
busca siempre el camino de escucha y reconciliación, con humildad y docilidad, porque
eso es lo que nos ha enseñado Jesús. Fue en síntesis el pensamiento del Papa Francisco
en su homilía durante la Misa de la mañana en la Casa de Santa Marta. Me rompo,
pero no me doblego, afirma un cierto dicho popular. Me doblego para no romperme, sugiere
la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza,
fácilmente destinado a levantar muros de incomunicación entre las personas, hasta
la degeneración del odio. El segundo proclive a tender puentes de comprensión, también
después de un altercado, una discusión. Pero, advirtió Francisco, a condición de buscar
y practicar “la humildad”. La homilía en Santa Marta continuó a aquella de ayer. Al
centro de la lectura litúrgica, y de la reflexión del Papa, nuevamente el enfrentamiento
entre el Rey Saúl y David. El segundo, en un arranque, tiene ocasión de matar al primero
pero, observó el Santo Padre, escoge “otro camino: el camino de acercarse, de esclarecer
la situación, de explicarse. El camino del diálogo para hacer la paz”: “Para dialogar
es necesaria la docilidad, sin gritar. Es necesario pensar que también la otra persona
tiene más que yo, y David lo pensaba: ‘Él es el ungido del Señor, es más importante
que yo’. La humildad, la docilidad… Para dialogar, es necesario hacer lo que hoy hemos
pedido en la oración, al inicio de la Misa: darse todo a todos. Humildad, docilidad,
darse todo a todos y también – pero no está escrito en la Biblia – todos sabemos que
para hacer esto es necesario tragarse tantas cosas. Pero, debemos hacerlo, porque
la paz se consigue así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en el
otro la imagen de Dios”. “Dialogar es difícil”, reconoció el Obispo de Roma. Pero
peor del tentar construir un puente con un adversario es dejar crecer en el corazón
el rencor hacia él. De esta manera, afirmó, nos quedamos “aislados en este caldo amargo
de nuestro resentimiento”. Un cristiano, en cambio, tiene como modelo a David, que
vence el odio con “un acto de humildad”: “Humillarse, y siempre hacer el puente,
siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es fácil. Jesús lo hizo:
se humilló hasta el final, nos hizo ver el camino. Y es necesario que no pase tanto
tiempo: cuando existe el problema, lo más pronto posible, en el momento en el que
se pueda hacer, después que la tormenta ha pasado, acercarse al diálogo, porque el
tiempo hace crecer el muro, así como hace crecer la mala hierba que impide el crecimiento
del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la reconciliación: ¡es muy difícil!”. No
es un problema si “alguna vez los platos vuelan” – “en familia, en las comunidades,
entre los vecinos” – repitió el Papa. Lo importante es “buscar la paz lo más pronto
posible”, con una palabra, un gesto. Un puente antes que un muro, como aquel que por
tantos años dividió Berlín. Porque “también, en nuestro corazón – dijo el Papa Francisco
– hay la posibilidad de convertirse en Berlín con el Muro con los demás”: “Yo tengo
miedo de estos muros, de estos muros que crecen cada día y favorecen los resentimientos.
También el odio. Pensemos en este joven David: habría perfectamente podido vengarse,
habría podido echar al rey y eligió el camino del diálogo, con la humildad, la mansedumbre,
la dulzura. Hoy, podemos pedir a San Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, que
dé a todos nosotros la gracia de hacer puentes con los demás, jamás muros”.