República Dominicana de la mano con Nuestra Señora de Altagracia
(RV).- (Audio) República Dominicana
celebra el 21 de enero la festividad de Nuestra Señora de Altagracia, madre Protectora
y Espiritual del país. Más de 20.000 personas peregrinan cada año para rezarla en
su día, en el Santuario Nacional de la Basílica de Nuestra Señora de Altagracia.
Existen documentos históricos que prueban que en el año de 1502, en la Isla de
Santo Domingo, ya se daba culto a la Virgen Santísima bajo la advocación de Nuestra
Señora de la Altagracia, cuyo cuadro pintado al óleo fue traído de España. Según la
tradición, Nuestra Señora de Altagracia, fue vista en sueños por una joven en Higüey,
Santo Domingo (así lo narra monseñor Juan Pepen en su libro "Dónde floreció el naranjo").
Esta tradición dice que la devota hija de un rico mercader pidió a éste que le trajese
de Santo Domingo un cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia. El padre trató inútilmente
de conseguirlo por todas partes, pero nadie conocía esta advocación. Ya de vuelta
a Higüey, el comerciante conoció a un hombre de edad avanzada quien sacó de su alforja
un pequeño lienzo enrollado y le dijo: «Esto es lo que usted busca». Era la Virgen
de la Altagracia. Al poco tiempo el anciano había desaparecido envuelto en el misterio.
Cuenta la tradición que, el 21 de enero la hija del mercader acompañada de varias
personas, recibió a su padre en el mismo lugar donde hoy se encuentra el Santuario
de Higüey, y que, lleno de alborozo en sus salutaciones, entregó aquél a su hija el
tan esperado regalo. Desde ese momento, quedó establecido el venerado culto de la
Virgen de Altagracia.
La imagen se representa en una delgada tela, donde
aparece pintada la escena del nacimiento de Jesús; la Virgen, hermosa y serena ocupa
el centro del cuadro y su mirada llena de dulzura se dirige al niño casi desnudo que
descansa sobre las pajas del pesebre. La cubre un manto azul salpicado de estrellas
y un blanco escapulario cierra por delante sus vestidos. María de la Altagracia lleva
los colores de la bandera dominicana anticipando así la identidad nacional. Su cabeza,
enmarcada por un resplandor y por doce estrellas, sostiene una corona dorada colocada
delicadamente, añadida a la pintura original. Un poco retirado haca atrás, San José
observa humildemente, mirando por encima del hombro derecho de su esposa; y al otro
lado la estrella de Belén brilla tímida y discretamente. (MZ-RV