Como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición de Dios, dijo
Francisco del Sacramento del Bautismo
(RV).- (Con audio y video) Discípulos y misioneros del Evangelio, con palabras y
obras, siempre y en todo lugar, el Señor cuenta con nosotros, pidámosle que a través
de la gracia del Bautismo podamos ser instrumentos de las bendiciones de Dios para
todo el mundo, alentó el Obispo de Roma en su audiencia general, a la que acudieron,
a pesar del frío, una vez más, miles de fieles, se calcula unos 35 mil, de numerosos
países. Y a pesar del frío, también este miércoles, el Papa pasó en el jeep lo más
cerca posible de las personas, saludando, bendiciendo y acariciando. Peregrinando
como Pueblo de Dios en la historia, cada uno en el lugar que el Señor le ha asignado.
El Papa recordó la importancia del Bautismo en la ejemplar historia de la comunidad
cristiana en Japón, de la que tenemos tanto que aprender. A pesar de la trágica persecución
del siglo XVII, logró perseverar en la fe, en la clandestinidad, gracias al Bautismo
que los padres administraron a sus hijos.
Tras dejar como tarea el buscar
la fecha del propio Bautismo, en el marco del nuevo ciclo de catequesis sobre los
Sacramentos, que empezó la semana pasada, Francisco prosiguió sus reflexiones sobre
el fundamento de nuestra vida, el comienzo de la vida nueva como hijos de Dios. Pues,
recibiendo la fe y el bautismo los cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo
y nos afianzamos en las palabras exhortadoras de Jesús: «Vayan, y hagan que todos
los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré
siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20).
(CdM – RV)
Palabras
del Papa en español:
Queridos hermanos
y hermanas: En la catequesis de hoy, continúo la reflexión sobre el bautismo. Me
detengo en este aspecto: el bautismo nos hace miembros de Cristo y de la comunidad.
El Concilio Vaticano II expresaba esta verdad insistiendo en que este sacramento nos
incorpora al Pueblo de Dios; nos hace miembros de un Pueblo que camina. A través
de la fuente bautismal, la gracia se transmite y el Pueblo de Dios camina en el tiempo,
difundiendo la bendición de Dios. Cada uno de nosotros se convierte en un discípulo
misionero. Por un lado, nunca dejamos de ser discípulos, de aprender, de recibir;
por otro, estamos llamados a la misión, a compartir lo que hemos recibido, lo que
vivimos: la experiencia de amor, de fe en la Trinidad. Nadie se salva por sí solo,
y todos estamos llamados, a pesar de nuestras limitaciones, a anunciar a los demás
la gracia recibida en el bautismo. Somos una comunidad, y vivir juntos nuestra fe
no es un adorno, sino algo esencial de la vida cristiana, del testimonio y de la evangelización.
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Saludo a los peregrinos de lengua española, en
particular a los Padres Agustinos Recoletos y a las Religiosas de María Inmaculada,
así como a los demás grupos venidos de España, Argentina, Uruguay, México y otros
países latinoamericanos. Invito a todos a tomar en serio su bautismo, siendo discípulos
y misioneros del Evangelio, de palabra y con el propio ejemplo. Que Jesús os bendiga
y la Virgen Santa os cuide. Muchas gracias.
Texto definitivo de
la Catequesis del Santo Padre en español traducida del italiano:
Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días!
El miércoles pasado hemos iniciado un breve ciclo
de catequesis sobre los Sacramentos, comenzando por el Bautismo. Y acerca del Bautismo
quisiera detenerme también hoy, para subrayar un fruto muy importante de este Sacramento:
él nos hace transformarnos en miembros del Cuerpo de Cristo y del Pueblo de Dios.
Santo Tomás de Aquino afirma que quién recibe el Bautismo es incorporado a Cristo
casi como miembro suyo y es agregado a la comunidad de los fieles, es decir, al Pueblo
de Dios. (Summa Theologiae, III, q. 69, art. 5; q. 70, art.1). En la escuela
del Concilio Vaticano II, nosotros decimos hoy que el Bautismo nos hace entrar en
el Pueblo de Dios, nos transforma en miembros de un Pueblo en camino, un Pueblo peregrinante
en la historia.
En efecto, así como de generación en generación se transmite
la vida, del mismo modo también de generación en generación, a través del renacimiento
de la fuente bautismal, se transmite la gracia, y con esta gracia el Pueblo cristiano
camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición
de Dios. Desde el momento en que Jesús dijo esto que hemos escuchado del Evangelio,
los discípulos fueron a bautizar y, desde aquel tiempo hasta hoy, hay una cadena en
la transmisión de la fe por el Bautismo, y cada uno de nosotros somos el anillo de
esta cadena; un paso adelante siempre, como un río que irriga. Y así es la gracia
de Dios, y así es nuestra fe, que debemos transmitir a nuestros hijos. Así es el Bautismo.
¿Por qué? Porque el Bautismo nos hace entrar en este Pueblo de Dios, que transmite
la fe. Esto es muy importante, ¿eh? Un Pueblo de Dios que camina y transmite la
fe.
En virtud del Bautismo nosotros nos transformamos en discípulos misioneros,
llamados a llevar el Evangelio en el mundo (Exhortación Apost. Evangelii gaudium,
120). “Cada bautizado, cualquiera sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción
de su fe, es un sujeto activo de evangelización. La nueva evangelización debe implicar
un nuevo protagonismo de todos, de todo el Pueblo de Dios, un nuevo protagonismo de
los bautizados, de cada uno de los bautizados. (ibid.) El Pueblo de Dios es
un Pueblo discípulo, porque recibe la fe, y misionero, porque transmite la fe. Esto
lo hace el Bautismo en nosotros: hace recibir la gracia. Y la fe es transmitir la
fe. Todos en la Iglesia somos discípulos y lo somos siempre, por toda la vida; y todos
somos misioneros, cada uno en el puesto que el Señor le ha asignado. Todos: el más
pequeño es también misionero y aquel que parece más grande es discípulo. Pero algunos
de ustedes dirán: "Padre, los obispos no son discípulos, los obispos saben todo. El
Papa sabe todo, no es discípulo". Eh, también los obispos y el Papa deben ser discípulos,
porque si no son discípulos, no hacen el bien, no pueden ser misioneros, no pueden
transmitir la fe ¿entendido?¿Han entendido esto? Es importante, ¿eh? Todos nosotros:
¡discípulos y misioneros!
Existe un vínculo indisoluble entre la dimensión
mística e aquella misionera de la vocación cristiana, ambas radicadas en el Bautismo.
“Recibiendo la fe y el bautismo, nosotros cristianos acogemos la acción del Espíritu
Santo que conduce a confesar a Jesucristo como Hijo de Dios y a llamar Dios “Abbá”
(Padre). Todos los bautizados y las bautizadas estamos llamados a vivir y a transmitir
la comunión con la Trinidad, porque la evangelización es un llamado a la participación
de la comunión trinitaria” (Documento final de Aparecida, n. 157).
Nadie
se salva solo. Esto es importante. Nadie se salva solo. Somos comunidad de creyentes,
y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor
que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos “canales” de
la gracia los unos por los otros, no obstante nuestros límites y nuestros pecados. La
dimensión comunitaria no es sólo un “marco”, un “contorno”, sino que es parte integrante
de la vida cristiana, del testimonio y de la evangelización. La fe cristiana nace
y vive en la Iglesia, y en el Bautismo las familias y las parroquias celebran la incorporación
de un nuevo miembro a Cristo y a su cuerpo, que es la Iglesia (ibid., n.175 b).
A
propósito de la importancia del Bautismo para el Pueblo de Dios, es ejemplar la historia
de la comunidad cristiana en Japón. Pero escuchen bien esto. Aquella comunidad sufrió
una dura persecución a comienzos del siglo XVII. Fueron numerosos los mártires, los
miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No quedó
en Japón ningún sacerdote, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró
a la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento. Y cuando nacía
un niño, el papá o la mamá lo bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar
en circunstancias particulares. Cuando después de aproximadamente dos siglos y medio
- 250 años después - los misioneros volvieron a Japón, millares de cristianos salieron
a la luz y la Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo!
Pero esto es grande, ¿eh? El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza sus hijos y
va adelante. Y habían mantenido, aún en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque
el Bautismo los había hecho transformar en un sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados
y escondidos, pero eran siempre miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de
esta historia! ¡Gracias!