Viviendo en Familia, con el Padre Kennedy Rodríguez
(RV).- (Con
audio)
Muchas son
las familias que han encontrado en la religión y en las prácticas de piedad, una guía
y un soporte para elevar su calidad de vida, ahí se forma la conciencia para vivir
los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes. Por tanto, en
la fe se encuentra un motivo más elevado para formar, cuidar y proteger a la familia.
"La
familia está llamada a ser templo, o sea, casa de oración: una oración sencilla, llena
de esfuerzo y ternura. Una oración que se hace vida, para que toda la vida se convierta
en oración". "A una familia que hace oración no le faltará nunca la conciencia
de la propia vocación fundamental: la de ser un gran camino de comunión". "La familia
es para los creyentes una experiencia de camino, una aventura rica en sorpresas, pero
abierta sobre todo a la gran sorpresa de Dios, que viene siempre de modo nuevo a nuestra
vida". (Familiaris Consortio, 1981).
Es importante recalcar que los valores
se viven en casa y se transmiten a los demás como una forma natural de vida, es decir,
dando ejemplo. Para esto es fundamental la acción de los padres, pero los niños y
jóvenes -con ese sentido común tan característico- pueden dar verdaderas lecciones
de cómo vivirlos en los más mínimos detalles.
Aunque son los padres quienes
tienen la responsabilidad en la formación y educación de los hijos, estos últimos
no quedan exentos. Los jóvenes solteros, y aún los niños, compartes esa misma responsabilidad
pues en este camino todos necesitamos ayuda para ser mejores personas. Actualmente
triunfan aquellos que se distinguen por su capacidad de trabajo, responsabilidad,
confianza, empatía, sociabilidad, comprensión, solidaridad, etc. etc., valores que
se aprenden en casa y se perfeccionan a lo largo de la vida según la experiencia y
la intención personal de mejorar.
Pensemos que todo a nuestro alrededor cambiaría
y la relaciones serían más cordiales si los seres humanos se preocuparan por cultivar
los valores en familia. Cada miembro, según su edad y circunstancias personales sería
un verdadero ejemplo, un líder en el ramo, capaz de comprender y enseñar a los demás
la importancia y trascendencia que tiene para sus vidas la vivencia de los valores,
los buenos hábitos y las costumbres. Para que una familia sea feliz no hace falta
calcular el número de personas necesarias e indispensables para lograrlo, mientras
en ella todos participen de los mismos intereses, compartan gustos y aficiones y se
interesen unos por otros.
Podríamos preguntarnos ¿cómo saber si en mi familia
se están cultivando los valores? Si todos dedican parte de su tiempo para estar en
casa y disfrutar de la compañía de los demás, buscando conversación, convivencia y
cariño, dejando las preocupaciones y el egoísmo a un lado, sin lugar a dudas la respuesta
es afirmativa.
Toda familia unida es feliz sin importar la posición económica,
los valores humanos no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado
que podemos dar. No existe la familia perfecta, pero sí aquellas que luchan y se esfuerzan
por lograrlo.
Estimados oyentes, los invito a vivir unidos en familia. Como
la sagrada familia de Nazaret. Que Dios nos ayude a amar, servir y valorar nuestra
familia. Dios bendiga siempre la familia.