“Siguiendo una luz, buscan la Luz”, dijo el Papa de los Sabios de Oriente
(RV).- (AUDIO) Con nuestra estrella
solar entibiando la fría y húmeda mañana romana, después de varios días de lluvia
intensa, el Obispo de Roma, en el santuario de San Pedro, recordó en la Santa Misa
que los Magos siguiendo una luz buscan la Luz con mayúscula. “La estrella que apareció
en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los mueve a la búsqueda
de la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente esa luz que los inspira interiormente,
y encuentran al Señor” explicó.
En la fiesta de la Epifanía, en la que se recuerda
la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un Niño – dijo Francisco
- sentimos junto a nosotros a los Magos, como sabios compañeros de camino. “Su ejemplo
nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de
nuestro corazón. Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre, de “pequeño cabotaje”,
sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que
todo esto lo es de modo cada vez más grande! Y nos enseñan a no dejarnos engañar por
las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sapiente, potente. No hay
que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia, la fachada. Es necesario
ir más allá, hacia Belén, allí donde, en la sencillez de una casa de periferia, entre
una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que ha nacido de lo
alto, el Rey del universo. Siguiendo el ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas
luces, busquemos la Luz”.
El Vicario de Cristo explicó que en el recorrido
de los Magos de Oriente está simbolizado el destino de cada hombre, porque nuestra
vida es un caminar hacia Jesús, Luz del mundo. Tenemos dos grandes libros que nos
orientan en la peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras.
Y exhortó especialmente a escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y hacerlo nuestro
alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y
de su amor.
El Sucesor de Pedro indicó que, como refiere el Evangelio, cuando
llegaron a Jerusalén los Magos perdieron por un momento la vista de la estrella. En
particular, su luz está ausente en el palacio del rey Herodes: aquella morada es tenebrosa,
allí reinan la oscuridad, la difidencia, el miedo. “Herodes, en efecto, se muestra
desconfiado y preocupado por el nacimiento de un Niño frágil que él siente como un
rival. En realidad Jesús no ha venido a derrocarlo a él, miserable fantoche, ¡sino
al Príncipe de este mundo! Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que peligran
las estructuras de su poder, temen que se inviertan las reglas del juego, que se desenmascaren
las apariencias. Todo un mundo construido sobre el dominio, sobre el éxito y sobre
el tener, ¡se pone en crisis por un Niño! Y Herodes llega hasta asesinar a los niños”,
dijo el Papa y explicó que “los Magos supieron superar ese peligroso momento de oscuridad
ante Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que
indicaba en Belén el lugar del nacimiento del Mesías. De este modo escaparon del entumecimiento
de la noche del mundo, retomaron el camino hacia Belén y allá vieron nuevamente la
estrella, experimentando «una inmensa alegría» (Mt 2, 10)”. jesuita Guillermo Ortiz
- RV
Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:
«Lumen
requi runt lumine». Esta sugestiva expresión de un himno litúrgico de la Epifanía
se refiere a la experiencia de los Magos: siguiendo una luz ellos buscan la Luz. La
estrella que apareció en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que
los mueve a la búsqueda de la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente esa luz
que los inspira interiormente, y encuentran al Señor. En este
recorrido de los Magos de Oriente está simbolizado el destino de cada hombre: nuestra
vida es un caminar, iluminados por las luces que iluminan el camino, para encontrar
la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros, los cristianos, reconocemos en
Jesús, Luz del mundo.
Y cada hombre, como los Magos, tiene a disposición
dos grandes “libros” de los cuales deducir los signos para orientarse en la peregrinación:
el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras. Lo importante es estar
atentos, vigilar, escuchar a Dios que nos habla, siempre nos habla. Come dice el Salmo,
refiriéndose a la Ley del Señor: «Para mis pasos tu palabra es una lámpara, una luz
en mi sendero» (Sal 119, 105). Especialmente escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo
y hacerlo nuestro alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia
de Él y de su amor.
La primera Lectura hace resonar, por boca del profeta
Isaías, el llamamiento de Dios en Jerusalén: «¡Levántate, resplandece!» (60,1). Jerusalén
es llamada a ser la ciudad de la luz, que refleja sobre el mundo la luz de Dios y
ayuda a los hombres a caminar en sus caminos. Esta es la vocación y la misión del
Pueblo de Dios en el mundo. Pero Jerusalén puede faltar a esta llamada del Señor.
Nos dice el Evangelio que los Magos, cuando llegaron a Jerusalén, perdieron por un
momento la vista de la estrella. No la veían más. En particular, su luz está ausente
en el palacio del rey Herodes: aquella morada es tenebrosa, allí reinan la oscuridad,
la difidencia, el miedo,, la envidia. Herodes, en efecto, se muestra desconfiado y
preocupado por el nacimiento de un Niño frágil que él siente como un rival. En realidad
Jesús no ha venido a derrocarlo a él, miserable fantoche, ¡sino al Príncipe de este
mundo! Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que peligran las estructuras de
su poder, temen que se inviertan las reglas del juego, que se desenmascaren las apariencias.
Todo un mundo construido sobre el dominio, sobre el éxito y sobre el tener, sobre
la corrupción ¡se pone en crisis por un Niño! Y Herodes llega hasta asesinar a los
niños. Un padre de la Iglesia decía: «Matas a los niños en la carne porque el miedo
te mata en el corazón » - San Quodvultdeus (Disc. 2 en el Símbolo: PL 40, 655). Es
así, tenía miedo y en este miedo enloqueció.
Los Magos supieron superar
ese peligroso momento de oscuridad ante Herodes, porque creyeron en las Escrituras,
en la palabra de los profetas que indicaba en Belén el lugar del nacimiento del Mesías.
De este modo escaparon del entumecimiento de la noche del mundo, retomaron el camino
hacia Belén y allá vieron nuevamente la estrella. El evangelio dice que experimentaron
«una inmensa alegría» (Mt 2, 10). Esa estrella que no se veía en la mundanidad de
aquel palacio.
Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la
fe es también la santa “astucia”. Es una virtud esta “santa astucia”. Se trata de
aquella sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros para evitarlos.
Los Magos supieron usar esta luz de “astucia” cuando, en el camino de regreso, decidieron
no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino recorrer otro camino. Estos Magos
venidos de Oriente nos enseñan cómo no caer en las insidias de las tinieblas y cómo
defendernos de la oscuridad que trata de envolver nuestra vida. Ellos, con esta santa
astucia custodiaron la fe. También nosotros debemos custodiar nuestra fe. Custodiarla
de la oscuridad que tantas veces, es una oscuridad travestida de luz, porque el demonio,
dice san Pablo, se viste de ángel de luz. Y aquí necesitamos la santa astucia para
custodiar nuestra fe del canto de las sirenas que te dicen: hoy tenemos que hacer
esto o aquello. Pero la fe es un don, una gracia, a nosotros nos toca custodiarla
con este santa astucia, con la oración, con el amor, con la caridad. Es necesario
acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, cultivar esa astucia
espiritual que sabe conjugar sencillez y astucia, como Jesús pide a los discípulos:
«Prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas» (Mt 10, 16).
En
la fiesta de la Epifanía, en que recordamos la manifestación de Jesús a la humanidad
en el rostro de un Niño, sentimos junto a nosotros a los Magos, como sabios compañeros
de camino. Su ejemplo nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir
los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre,
de “pequeño cabotaje”, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero,
bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande! Y nos enseñan a
no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande,
sapiente, potente. No hay que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia,
la fachada. Es necesario custodiar la fe, en este tiempo es muy importante. Es necesario
ir más allá de la oscuridad, más allá del canto de las sirenas, de la mundanidad,
de tantas modernidades de hoy. Es necesario ir hacia Belén, allí donde, en la sencillez
de una casa de periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece
el Sol que ha nacido de lo alto, el Rey del universo. Siguiendo el ejemplo de los
Magos, con nuestras pequeñas luces, busquemos la Luz y custodiemos la fe.»
(Traducción:
María Fernanda Bernasconi y jesuita Guillermo Ortiz – RV).