(RV).- (Con audio)
En Nitramnas había
una familia en la que el padre castigaba a los hijos con su silencio. Por debilidad
de carácter, no por maldad, cuando estaba enojado les negaba la palabra y no dejaba
que los hijos o la esposa hablasen. El silencio marchitaba la vida y apagaba la luz
de la alegría.
Pero ¡Dios no es así! Dios no es como este padre humano. El
Padre Dios es todo lo contrario, porque Dios nos habla, nos da su palabra, se comunica
con cada uno. Y esta Palabra de Dios es vida para cada uno, es luz que conjura las
tinieblas interiores, es cercanía. La palabra de Dios no es la mentira de los falsos
líderes, que tanto nos desilusiona. Es una palabra de verdad, dicha por alguien que
nos quiere tanto, con un amor que no puede ser destruido por nada y que termina seduciéndonos
a pesar de nuestro rechazo. Porque el poder de Dios es precisamente su palabra de
Amor; su promesa; su perdón, su construcción de una familia de hermanos en torno a
este diálogo con él; a su palabra de Amor.
Y esta certeza es nuestra fe: Dios
habla con nosotros. Que Dios con su palabra nos comunica vida y alegría es nuestra
sabiduría más grande, nuestra esperanza más firme, sobre la cuál construimos la vida
en comunidad, en familia.
Dios habla a través de la creación y especialmente
nos habla con su hijo Jesús
El evangelio de san Juan comienza afirmando
la dicción de Dios, su Palabra, su diálogo y comunicación, como parte de la esencia
misma de Dios: “Al Principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios
y la Palabra era Dios. Por medio de la palabra se hizo todo…”. Inés, Beatriz, Cecilia,
también Gustavo y Raúl, recuerdan el primer texto escuchado de la Biblia en el catecismo,
cuando las cosas comienzan a existir en el momento mismo en que Dios las pronuncia:
“Dios dijo ‘luz’ y la luz se hizo…”.
Pero el Padre Dios no nos habla solamente
en la creación. Aunque todavía no hemos terminado de descubrir y descifrar todo lo
que nos dice, tanto en la inmensidad de las constelaciones, como en la microscópica
partícula en el interior de nuestro cuerpo, Dios profundiza su diálogo contigo y conmigo
dándonos a su propio hijo, Jesús. Porque Dios nos habla finalmente en su Hijo, porque
Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, hecho hombre. Es sobre Jesús que el evangelista
Juan nos dice que “la Palabra de Dios se hizo carne y puso su morada entre nosotros”.
Tenemos
que aprender el lenguaje de Dios para conocer su amor, vivir su vida y su alegría
¿Por
qué me debería interesar escuchar a Dios, saber lo que me dice? afirma Estanislao
descreído, que se hace el fuerte, grita y trata de imponerse porque en realidad es
muy frágil y está herido por la a-dicción, es decir por la no palabra; por el silencio
oscuro y sepulcral de su padre carnal de Nitramnas.
Querido Estanislao, es
que solamente si vos y yo aprendemos el lenguaje de Dios podremos gozar la plenitud
de su amor, vivir su vida plena y su alegría desbordante. La vida plena, la alegría
que buscamos es lo que Dios n os comunica con su Palabra hecha carne. Su Palabra conjura
las tinieblas del corazón, lo cura del mal y nos llena de su alegría y vida plena.
Dice
el apóstol Juan en su evangelio que en Palabra de Dios, está la vida y que esta Palabra
es la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la recibió
–dice-. Pero a cuanto la recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios.
Por
eso Estanislao, igual que cuando chicos, con trabajo, tuvimos que aprender a hablar,
a leer y escribir para comunicarnos con los humanos y conocer la realidad, así, cada
día, debemos ir a la escuela de la oración humilde, para aprender a hablar con Dios,
escuchar lo que él quiere decir a cada uno persona, porque cada uno de nosotros es
distinto y especial para Dios. Y si dialogamos con Dios en la oración, escuchando
su Palabra, él conjurará nuestras tinieblas interiores con su luz, nos curará del
mal, nos llenará con su vida plena, el corazón rebosará de la alegría y esperanza
que tanto necesitamos.
En la oración, en el Encuentro con Jesús, Dios nos hace
hijos suyos y hermanos entre nosotros. Dios nos hace familia feliz.