Inaugurado en Venezuela el IV Congreso Misionero Americano
(RV).- (Con audio) Este martes se inauguró
en Maracaibo, Venezuela, el IV Congreso Americano Misionero CAM 4 y IX Congreso Misionero
Latinoamericano COMLA 9, con la Santa Misa presidida por el Cardenal Fernando Filoni,
Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, enviado especial
del Papa Francisco. El Cardenal Filoni, llevando el saludo del Santo Padre, destacó
en su homilía la imperante necesidad de reconocer a Cristo como la verdadera luz,
para poder evangelizar a todos los pueblos de América, tomando como referencia el
Documento Conciliar para la Nueva Evangelización. “En este nuestro Congreso, dijo,
ponemos en el centro a Cristo y, como Maestro, nos proponemos escuchar su voz, acoger
su mensaje, hacer que entre en nosotros y preparanos a la misión”. El Cardenal Filoni
invitó a reflexionar sobre lo que predomina en nuestras Iglesias, si es una pastoral
atenta a poner a Cristo en primer lugar, en el centro o, al contrario, como dice el
Papa, es autorreferencial, politicante, ideologizadora, sin alma y formal. Con
respecto a este importante evento, habla para Radio Vaticano, el sacerdote venezolano
David Gutiérrez, de la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal Venezolana, contactado
telefónicamente por Mónica Zorita. (CM-RV)
Homilía del Prefecto de la Congregación
para la Evangelización de los Pueblos con ocasión de la Solemne Celebración
de Apertura del 4º Congreso Americano Misionero CAM 4 – Comla 9
26
de noviembre de 2013
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, Queridos
hermanos y hermanas en Cristo,
Cuando el Santo Padre, el Papa Francisco, ha
recibido la noticia de la celebración de este IV Congreso Americano Misionero y IX
Congreso Misionero Latinoamericano, con la invitación a enviar un representante suyo,
con mucha benevolencia ha pensado en nombrarme su Delegado Extraordinario, en cuanto
Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Es por eso que,
con sumo gusto, he aceptado la designación, por lo que hoy me encuentro aquí en medio
de ustedes presidiendo esta solemne celebración de apertura. Con su Carta de designación,
el Papa no solamente se hace presente en medio a ustedes, sino que me pide transmitirles
a ustedes su cariño, y les saluda cordialmente a todos: al pastor de esta Iglesia
particular de Maracaibo, el arzobispo Ubaldo Ramón Santana Sequela, a los Obispos,
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, así como a quienes con gran generosidad
contribuyen al éxito de nuestro Congreso.
En su Carta de designación, el Papa
Francisco escribe, refiriéndose al documento conciliar Ad Gentes, que la naturaleza
verdadera y profunda de la Iglesia es la naturaleza misionera. Este es el motivo por
el que la Iglesia entiende dedicarse también hoy, con gran entusiasmo, para que el
Evangelio sea anunciado a todas las gentes (cfr. Mc 13, 10), siguiendo el mismo camino
señalado por el Señor «es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia,
del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso
por su resurrección» (AG 5). En efecto, la liturgia de la Palabra de hoy, nos
sitúa ante el designio de Dios, concebido desde la eternidad: se habla de la gloria
de Dios que el profeta Isaías ve brillar como una luz sobre la humanidad; una humanidad
que, salida de las tinieblas o de una niebla intensa, casi en procesión, de dirige
al “monte santo de Jerusalén” (Is 66, 20), trayendo «la oblación en recipiente
limpio a la Casa de Yahveh» (Is 66, 20). Jesús, el esperado, aparece como la luz
de las gentes, la luz de quien cree, la luz de la fe. Esta expresión la tomamos prestada
del Papa Francisco para dar nombre a su primera encíclica, Lumen fidei, en
la que desde las primeras líneas se recuerda al evangelista Juan (12, 46), en el pasaje
en el que mejor que en cualquier otro, se explica la profunda misión de Jesús: «Yo,
la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas».
Las gentes, todas las naciones, pues, están llamada a ver la luz de Cristo, como el
mismo profeta Isaías dirá en otro pasaje: «Caminarán las naciones a tu luz» (Is
60, 3), «pregonando alabanzas a Yahveh» (Is 60, 6). Isaías proclama que la
salvación es universal.
El pasaje del Evangelio de San Lucas, nos sitúa ante
el misterio de Jesús ya presente en María, que en su gesto de caridad ante Isabel,
indica a su propio Hijo como la verdadera vida y la luz de los hombres. Al mismo tiempo
proclama que todas las generaciones, en la misericordia de Dios, tienen la gracia
de llegar a ser hijos de Dios. Un Evangelio que nos indica, para María, la centralidad
de Cristo en la historia de salvación y que, consiguientemente, se debe convertir
en el centro de nuestra predicación, más aún, de la predicación de la Iglesia. Lo
dicen muy claramente los Hechos de los Apóstoles, en el pasaje que hemos escuchado
como segunda lectura, en el que se dice que todas las gentes, por Pentecostés, por
el Espíritu Santo, están llamadas a recibir su don. Tampoco San Pablo nunca se cansará
de predicar la gracia que es ser su ministro: pienso que «conocéis la misión de
la gracia que Dios me concedió» (Ef 3, 1); ahora, esta misión de la gracia, dice
el Apóstol, consiste en el hecho de que «los gentiles sois coherederos, miembros
del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio»
(Ef 3, 6). La eclesiología de San Paolo tiene, pues, la tarea de conducir todas las
gentes a Cristo y Cristo a todas las gentes. De aquí nace la misionariedad y el sentido
de este Congreso, que no es una agregación de fuerzas, ni un show numérico, o una
reunión de nostálgicos.
En este nuestro Congreso ponemos en el centro a Cristo
y como Maestro nos proponemos escuchar su voz, acoger su mensaje, hacer que entre
en nosotros y prepararnos a la misión. Sí, exactamente, como dice el tema de este
Congreso: hacerse “Discípulos misioneros de Jesucristo, desde América, en un
mundo secularizado y pluricultural”.
Necesitamos reflexionar, a distancia
de cinco siglos de evangelización de este Continente, como nuestra gente, que también
ha recibido y acogido la fe, vive y cree. Necesitamos preguntarnos qué es lo que predomina
en nuestras Iglesias, si es una pastoral de conservación o de anuncio; si es una pastoral
centrada solamente en nuestras realidades americanas o latinoamericanas, o, al contrario,
abierta al mundo; si nuestra pastoral, a veces cercana a los pobres de palabra, no
esté en realidad alejada de ellos, considerando que no pueden decirnos nada. Tenemos
que preguntarnos si la nuestra es una pastoral atenta a poner a Cristo en el primer
lugar, en el centro, o si, al contrario, como dice el Papa Francisco, es autorreferencial,
policante, ideologizadora, sin alma y formal.
Iniciamos nuestro Congreso con
este acto de culto, en el cual pedimos a Cristo que se haga nuestro hermano, nuestra
luz, nuestro bien. Nos acompañará la oración, y nos situamos desde ahora en la escuela
de Jesús Maestro, queriendo también nosotros, con los discípulos sobre el Tabor, decir
a Jesús: es bueno estar aquí; ha sido bueno estas aquí. Aunque después el Señor nos
hará bajar del Tabor y nos conducirá a la Galilea de las gentes, donde nos espera
nuestra misión. Amén.