2013-11-01 18:51:11

Esperanza Última


REFLEXIONES EN FRONTERA
Jesuita Guillermo Ortiz
Esperanza Última
(RV).- (Audio) RealAudioMP3 La cruz dorada del mosaico en el cementerio monumental de Campo Verano, en Roma, representa que Jesús crucificado, muerto y sepultado, resucitó. ¡Venció la muerte!, dentro de aquel sepulcro nuevo en el huerto cercano al monte Calvario donde José de Arimatea llevó el cuerpo de Jesús.

La cruz dorada indica que en la fría sombra húmeda y mohosa del cementerio, resplandece una rendija de luz... Y a veces más. La representación de la imagen del mismo Jesús resucitado, gigante, con las llagas de la cruz pero de pie, vivo, llama la atención desde lejos. Suspendido en otro mosaico del muro largo, domina, vencedor de la muerte, de la oscuridad del mal. Reina soberano, como Principio y Fin del universo.

Más simple aún, brilla solamente un Rostro del Cristo triunfante con la corona de gloria. Y más elemental todavía, sobre una tumba, la cruz sola, dorada, resplandeciente, como puerta precisa, definitiva hacia la luz de Dios, entre alas de ángeles.

Sí, salí a buscar imágenes de la resurrección y encontré estas imágenes materiales allí donde muchos esperan la resurrección. Aunque parecen templos, iglesias, oratorios de devoción, son incontables panteones, mausoleos, que los deudos construyen a sus muertos. Expresan así su esperanza en 'la Resurrección de la carne', como afirma el Credo. La esperanza última del reencuentro con los seres queridos en el Amor victorioso de Dios; en la fiesta sin fin.

Incluso la cruz blanca de mármol, de piedra, o esa del bronce oscurecido por el tiempo, representa también esta esperanza. Porque Jesús ofreció su carne en sacrificio de amor precisamente en la cruz. La misma carne que el Padre Dios aceptó y recibió como ofrenda sagrada y que hizo resurgir de entre los muertos.

Y la de Jesús resucitado no es carne sin alma como un 'zombi', ni un fantasma. Es de carne y huesos con alma y divinidad. Es el Hijo de Dios y de María de Nazaret que resucitó con su mismo cuerpo, con su misma identidad, pero con una Vida nueva, distinta de la nuestra.

En la inmensa necrópolis (que los cristianos llamamos 'cementerio', es decir, dormitorio y no ciudad de muertos), también la imagen de un san José dorado con Jesús niño en sus brazos; un san Antonio que también sostiene a Jesús niño; un cirio con la estampa del padre Pío, prolongan con su brillo y su intercesión, la misma victoria de Jesús contra el mal y la muerte, en la esperanza de estos familiares creyentes. Con devoción esos muertos se encomendaron a ellos en vida y a ellos sus familiares los encomiendan en la muerte.

También hay tumbas sin cruz oscurecida ni brillante en la inmensa necrópolis. Sin conexión con el más allá estos sepulcros resultan lápidas definitivas. No tienen ni siquiera esa lámpara sola y titilante, que parece decir que algo distinto del cuerpo, como el espíritu o el alma, continúa todavía ardiendo, como frágil y leve resplandor de un rescoldo que la ceniza protege y oculta.

Hay sepulturas y panteones sin más que la rígida y breve persistencia del bronce, del mármol o la piedra, a la herrumbre, a la erosión, al tiempo ineluctable. Nada en ellas expresa la fe en un posible más allá de Amor victorioso. Las lágrimas amargas y ya perdidas de los deudos no riegan flores de esperanza ni homenajes de amor. Las absorbió sedienta, en angustiosa soledad, la inasible arena de un tiempo que transcurre sin sentido, encriptado; con la desaparición y el olvido como puertas únicas y oscuras.

En cambio las flores, las velas o las lámparas, que subrayan el color, el perfume, la música, el brillo y el sabor de la Vida en Cristo, iluminan y adornan el Umbral de otro mundo; el borde, la puerta abierta a otra dimensión, para nosotros solo prometida, aquella de la Resurrección; una fiesta de Amor sin fin.

Otra vez dos caminos: el de la fría sombra mohosa y húmeda o el del tímido brillo de la luz que solo enciende y alimenta la Fe. "Dales Señor el descanso eterno. Y brille para ellos la Luz que no tiene fin. Por la misericordia de Dios las almas de nuestros fieles difuntos descansen en paz hasta la resurrección de los muertos. Amén"








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