Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nos perdemos en el camino de la vida, el
Papa a la hora del ángelus
(RV).- (Con audio) A mediodía el Papa
Francisco rezó el ángelus con los miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos
países que se habían dado cita en la Plaza de San Pedro para escuchar sus palabras
y recibir su bendición.
Aludiendo al Evangelio dominical en que Jesús se refiere
a la necesidad de rezar siempre, a través de la parábola de la viuda que logra justicia
a fuerza de suplicar a un juez deshonesto, el Obispo de Roma explicó el motivo por
el cual Dios, que conoce todas nuestras necesidades, quiere que le pidamos con insistencia.
Porque
“si se apaga la fe, se apaga la oración” – afirmó el Santo Padre – y nosotros “caminamos
en la oscuridad” y “nos perdemos en el camino de la vida”. Mientras Dios nos escucha
siempre, y lucha a nuestro lado contra el mal que se encuentra dentro y fuera de nosotros.
(María
Fernanda Bernasconi – RV).
Texto completo de la alocución del Papa Francisco
antes del rezo a la Madre de Dios:
Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy Jesús relata una parábola
sobre la necesidad de rezar siempre, sin cansarse. La protagonista es una viuda que,
a fuerza de suplicar a un juez deshonesto, logra que él le haga justicia. Y Jesús
concluye: si la viuda logró convencer a aquel juez, ¿piensan que Dios no nos escuche,
si le rezamos con insistencia? La expresión de Jesús es muy fuerte: “¿No hará justicia
a sus elegidos, que están clamando a él día y noche?” (Lc 18, 7).
“¡Clamar
día y noche” a Dios! Nos sorprende esta imagen de la oración. Pero preguntémonos:
¿por qué Dios quiere esto? ¿Acaso Él no conoce ya nuestras necesidades? ¿Qué sentido
tiene “insistir” con Dios?
Y esta es una buena pregunta, que nos hace profundizar
un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a orar con insistencia, no porque
no sabe de qué cosa tenemos necesidad, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha
siempre y conoce todo de nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente
en las dificultades, en la lucha contra el mal, fuera y dentro de nosotros, el Señor
no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos junto a Él, y nuestra arma es
precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia,
también su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia
y resistencia – como Moisés, que debía tener los brazos alzados para hacer vencer
a su pueblo (Cfr. Es 17, 8-13). Y así hay una lucha que llevar adelante cada
día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza, y la oración es la
expresión de esta fe. Por eso Jesús nos asegura la victoria, pero al final se pregunta:
“Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” (Lc 18,
8). Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros caminamos en la oscuridad,
nos perdemos en el camino de la vida.
Aprendamos, por tanto, de la viuda del
Evangelio a rezar siempre, sin cansarnos. ¡Era buena esta viuda, sabía luchar por
sus hijos y pienso en tantas mujeres que luchan por su propia familia, que rezan,
que no se cansan jamás! Un recuerdo hoy, de todos nosotros, a estas mujeres que con
su actitud nos dan un verdadero testimonio de fe, de coraje, de modelos de oración.
¡Un recuerdo a ellas! Rezar siempre, ¡pero no para convencer al Señor a fuerza de
palabras! ¡Él sabe mejor que nosotros de qué cosa tenemos necesidad! Más bien la oración
perseverante es expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada
día, cada momento, para vencer el mal con el bien.