"La fe de María da carne humana a Jesús", catequesis del Papa
(RV).- (Con audio) Entre miles de pañuelos blancos y rostros de amor a la Virgen,
el Santo Padre acogió a la imagen original de la Virgen de Fátima, en la plaza de
San Pedro de Roma, a las 5 de la tarde del sábado. La estatua llegó a la ciudad eterna
este mediodía, con motivo de las Jornadas Marianas que se celebran el fin de semana.
El obispo de Roma recordó que "la fe de María da carne humana a Jesús". "María
ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio
que Dios le ha dirigido mediante el ángel. ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha
querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre
consentimiento de María, de su «sí»", agregó el Papa en su catequesis afirmando que
lo ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros a
nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y
la ponemos en práctica. "Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a
habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra".
Catequesis
completa del Santo Padre (audio de la crónica radial del evento):
Queridos hermanos
y hermanas
En este encuentro del Año de la fe dedicado a María, Madre de Cristo
y de la Iglesia, Madre nuestra. Su imagen, traída desde Fátima, nos ayuda a sentir
su presencia entre nosotros. Es una realidad: María siempre nos lleva a Jesús. Es
una mujer de fe, una verdadera creyente. Podemos preguntarnos ¿Cómo es la fe de María?
1. El
primer elemento de su fe es éste: La fe de María desata el nudo del pecado (cf. LG,
56). ¿Qué significa esto? Los Padres conciliares han tomado una expresión de san Ireneo
que dice así: «El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María.
Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe»
(Adv. Haer., III, 22, 4). El «nudo» de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad.
Cuando un niño desobedece a su madre o a su padre, podríamos decir que se forma un
pequeño «nudo». Esto sucede si el niño actúa dándose cuenta de lo que hace, especialmente
si hay de por medio una mentira; en ese momento no se fía de la mamá o del papá. Vosotros
sabéis, ¡Cuántas veces pasa esto! Entonces, la relación con los padres necesita ser
limpiada de esta falta y, de hecho, se pide perdón para que haya de nuevo armonía
y confianza. Algo parecido ocurre en nuestras relaciones con Dios. Cuando no lo escuchamos,
no seguimos su voluntad, cometemos actos concretos en los que mostramos falta de confianza
en él – y esto es pecado –, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Estos nudos
nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden convertirse
en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de deshacer. Pero para
la misericordia de Dios, lo sabemos, nada es imposible. Hasta los nudos más enredados
se deshacen con su gracia. Y María, que con su «sí» ha abierto la puerta a Dios para
deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura
nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia
de Padre. Cada uno de nosotros tiene algunos y podemos preguntarnos dentro de nuestro
corazón: ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? Eh, Padre, ¡los míos no se pueden
aflojar!. Eh, ¡esto es una confusión! Todos los nudos del corazón, todos los nudos
de la conciencia se pueden aflojar. ¿Pido a María que me ayude a tener confianza,
para aflojar, para en la misericordia de Dios para cambiar? Ella, mujer de fe, seguro
que nos dirá: "Ve adelante, ve donde el Señor: Él te entiende". Y ella lleva de la
mano de María el abrazo del Padre, del Padre de la misericordia.
2. Segundo
elemento: la de fe de María da carne humana a Jesús. Dice el Concilio: «Por su fe
y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer
varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (LG, 63). Este es un punto sobre
el que los Padres de la Iglesia han insistido mucho: María ha concebido a Jesús en
la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido
mediante el ángel. ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando
nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, através
de su «sí».Le ha preguntado: "¿Estás dispuesta a esto?". Y ella ha dicho: "sí." Pero
lo que ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros
a nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero
y la ponemos en práctica. Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a
habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra.No
es fácil entender esto, pero sí, es fácil escucharlo en el corazón. ¿Pensamos
que la encarnación de Jesús es sólo algo del pasado, que no nos concierne personalmente?
Creer en Jesús significa ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María,
para que él pueda seguir habitando en medio de los hombres; significa ofrecerle nuestras
manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies para salir al encuentro
de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en
la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del Evangelio;
y, sobre todo, ofrecerle nuestro corazón para amar y tomar decisiones según la voluntad
de Dios. Todo esto acontece gracias a la acción del Espíritu Santo. Y así, somos los
instrumentos de Dios porque Jesús actúa en el mundo através de nosotros Dejémonos
guiar por él.
3. Es el último elemento es la fe de María como camino: El Concilio
afirma que María «avanzó en la peregrinación de la fe» (LG, 58). Por eso ella nos
precede en esta peregrinación, nos acompaña, nos sostiene. ¿En qué sentido la
fe de María ha sido un camino? En el sentido de que toda su vida fue un seguir a su
Hijo: él -él, Jesús- es la vía, él es el camino. Progresar en la fe, avanzar en esta
peregrinación espiritual que es la fe, no es sino seguir a Jesús; escucharlo y dejarse
guiar por sus palabras; ver cómo se comporta él y poner nuestros pies en sus huellas,
tener sus mismos sentimientos y actitudes.¿ Y cuales son los sentimientos y las actitudes
de Jesús? humildad, misericordia, cercanía, pero también un firme rechazo de la hipocresía,
de la doblez, de la idolatría. La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final,
hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz. Por eso, el camino de la fe
pasa a través de la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes quiso
matar a Jesús recién nacido. Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús
fue rechazado: María siempre estaba con Jesús, seguía a Jesús en medio del pueblo,
y escuchaba las conversaciones, las odiosidades de los que no querían al Señor. Y
esta cruz, ¡ella la ha portado! la fe de María afrontó entonces la incomprensión y
el desprecio; y cuando llegó la «hora» de Jesús, es decir la hora de la pasión: la
fe de María fue entonces la lamparilla encendida en la noche. Aquella llamas en plena
noche. María veló durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara,
estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de
que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la
fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo. Porque siempre lafe nos porta
a la alegría, y ella es la Madre de la alegría: ¡Qué nos enseña el andar por este
camino de la alegría! Este es el punto culminante -esta alegría, ¿eh?, este encuentro
de Jesús y de María. Pero, imaginemos como ha sucedido... este encuentro es el punto
culmen del camino de la fe de María y de toda la Iglesia. ¿Cómo es nuestra fe? La
tenemos encendida, como María también en los momentos difíciles, aquellos momentos
de oscuridad? ¿He escuchado la alegría de la fe?
Esta tarde, Madre, te damos
gracias por tu fe y renovamos nuestra entrega a ti, Madre de nuestra fe.