“San Francisco es un ejemplo a seguir”, el Papa a los jóvenes en Asís (RV).-
La tarde del 4 de octubre se llevó a cabo el esperado encuentro del Papa Francisco
con los jóvenes en la localidad italiana de Asís, último evento del viaje del Papa
a esta ciudad de la región de Umbría. Miles de peregrinos con gritos del “Viva el
Papa” y canciones relacionadas con la juventud, recibieron entre aplausos al Obispo
de Roma.
El Papa les invitó a tomar a San Francisco de Asís como ejemplo a
seguir: “Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia, y al mismo tiempo renovó
la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre con el Evangelio”.
Éstas
son las preguntas formuladas al Santo Padre por los jóvenes:
1.
Vocación: ¿Qué hacer en la vida? ¿Cómo y donde usar los talentos que el Señor
me ha dado? A veces nos atrae la idea del sacerdocio o de la vida consagrada. Pero
inmediatamente nace el miedo. Y luego, un compromiso así: ¿para siempre? ¿Cómo reconocer
la llamada de Dios? ¿Qué aconseja a quien quisiera dedicar la vida al servicio de
Dios y de los hermanos?
2. Familia: Nosotros jóvenes vivimos en una
sociedad donde al centro está ‘el estar bien’, el divertirse, el pensar en sí mismos.
Vivir un matrimonio de jóvenes cristianos es complejo, abrirse a la vida es un desafío
y un temor frecuente. Como pareja joven sentimos la alegría de vivir nuestro matrimonio,
pero experimentamos la fatiga y los desafíos cotidianos. ¿Cómo puede ayudarnos la
Iglesia, cómo pueden sostenernos nuestro pastores, cuáles pasos también nosotros estamos
llamados a cumplir?
3. Trabajo: También en Umbría la crisis económica
general de estos últimos años ha provocado situaciones de malestar y pobreza. El futuro
se presenta incierto y amenazante. El riesgo es de perder, junto con la seguridad
económica, también la esperanza. ¿Cómo debe mirar al futuro un joven cristiano? ¿En
cuál de estos caminos comprometerse para la edificación de una sociedad digna de Dios
y digna del hombre?
4. Misión: Es bello para nosotros estar aquí junto
a Usted y escuchar sus palabras que nos animan e inflaman nuestro corazón. El año
de la fe que concluye dentro de algunas semanas, ha repropuesto a todos los creyentes
la urgencia del anuncio de la Buena Noticia. También nosotros quisiéramos participar
en esta aventura entusiasmante. ¿Pero cómo? ¿Cuál puede ser nuestra contribución?
¿Qué debemos hacer?
Texto completo de las respuestas del Papa a los
jóvenes:
¡Gracias por haber venido, gracias por esta fiesta! De veras:
¡ésta es una fiesta! Y gracias por sus preguntas.
Me alegra que
la primera pregunta haya sido de un matrimonio joven ¡un lindo testimonio! Dos jóvenes
que han optado, que han decidido formar una familia, con alegría y con valor. ¡Sí,
porque es cierto, se necesita ser valientes para formar una familia! ¡Hace falta valor!
Y la pregunta de ustedes, jóvenes esposos, se enlaza con la de la vocación. ¿Qué es
el matrimonio? Es una verdadera vocación, al igual que el sacerdocio y la vida religiosa.
Dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor,
la vocación para formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida. Y el
Sacramento del matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo arraiga en
Dios mismo. ¡Con este don, con la certeza de esta llamada, se puede partir seguros,
no se tiene miedo de nada, se puede afrontar todo, juntos!
Pensemos
en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho
más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos
emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza
de que el Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el
Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de educarlos.
Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas simples,
pero verdaderas, formaban columnas que sostenían su amor. Su vida no era fácil: había
problemas, tantos problemas. Pero estas certezas simples les ayudaban a ir hacia delante.
Y lograron hacer una bella familia, a dar vida, a hacer crecer sus hijos.
¡Queridos
amigos, se necesita esta base moral y espiritual, para construir bien y de forma sólida!
Hoy en día, las familias y la tradición social ya no garantizan esta base. Aún más,
la sociedad en la que ustedes nacieron privilegia los derechos individuales en lugar
de la familia, estos derechos individuales, privilegian las relaciones que duran hasta
que no surgen dificultades, y por esta razón a veces habla de relación de pareja,
de familia y de matrimonio de forma superficial y equívoca. Sería suficiente ver ciertos
programas de televisión: y se ven estos valores, ¿no? Cuántas veces, los párrocos
– también yo, algunas veces lo he escuchado – oyen una pareja que viene a casarse:
“Pero, ¿ustedes saben que el matrimonio es para toda la vida?”. “Ah, nosotros nos
amamos tanto, pero…estaremos juntos mientras dure el amor. Cuando termina, uno por
un lado y el otro por otro.” Es el egoísmo: cuando yo no siento, termino el matrimonio
y me olvido de aquella “una sola carne” que no puede separarse. Es arriesgado casarse:
¡es riesgoso! Es aquel egoísmo que nos amenaza, porque dentro de nosotros todos tenemos
la posibilidad de una doble personalidad: aquella que dice “yo, libre, yo quiero esto…”,
y la otra que dice: “Yo, me, mi, conmigo, por mi…”: ¿eh? El egoísmo siempre, que regresa
y no sabe abrirse a los otros. La otra dificultad es esta cultura del provisorio:
parece que nada sea definitivo. Todo es provisorio. Como dije recientemente: pero
el amor, hasta que dura. Una vez oí un seminarista – bueno, ¿eh? – que decía: “Yo
quiero ser sacerdote pero por diez años. Luego volveré a pensar”. Pero… ¡es la cultura
de lo provisorio, y Jesús, no nos ha salvado provisoriamente: nos ha salvado definitivamente!
¡Pero
el Espíritu Santo suscita siempre respuestas nuevas a las nuevas exigencias! Y así
se han multiplicado en la Iglesia los caminos para los novios, los cursos de preparación
para el Matrimonio, los grupos de matrimonios jóvenes en las parroquias, los movimientos
familiares... ¡Son una riqueza inmensa! Son puntos de referencia para todos: para
los jóvenes en busca, para las parejas en crisis, para los padres que tienen problemas
con sus hijos y viceversa. Pero nos ayudan todos. Y luego están las diferentes formas
de acoger: acogida, adopción, hogares de acogida de diversos tipos... La fantasía
– me permito la palabra - ¡La fantasía del Espíritu Santo es infinita, pero también
es muy concreta! Entonces les quiero decir que no tengan miedo de dar pasos definitivos
en la vida: no tener miedo de darlos. Cuántas veces he oído madres que me decían:
“Pero, Padre, yo tengo un hijo de 30 años y no se casa: ¡no sé qué cosa hacer! Tiene
una bella novia, pero no se decide…” ¡Pero, señora, no le planche más las camisas!
¡Es así! No tener miedo de dar pasos definitivos, como el del matrimonio: profundicen
su amor, respetando sus tiempos y expresiones, recen y prepárense, pero luego ¡confíen
en que el Señor no los deja solos! Háganlo entrar en su hogar como uno de la familia,
Él los sostendrá siempre.
La familia es la vocación que Dios ha
escrito en la naturaleza del hombre y de la mujer, pero también hay otra vocación
complementaria al matrimonio: el llamado al celibato y a la virginidad por el Reino
de los Cielos. Es la vocación que el mismo Jesús vivió. ¿Cómo reconocerla? ¿Cómo seguirla?
Es la tercera pregunta que me han presentado. Pero, alguno de ustedes puede pensar:
“pero, ¡qué bien este Obispo! Hicimos las preguntas y ¡tiene las respuestas todas
listas, escritas!” Yo recibí las preguntas algunos días atrás, ¿eh? Por eso las conozco…
Y yo les respondo con dos elementos esenciales, sobre cómo reconocer esta vocación
al sacerdocio o a la vida consagrada. Primer elemento: orar y caminar en la Iglesia.
Estas dos cosas van de la mano, se entrelazan. En el origen de toda vocación a la
vida consagrada siempre hay una fuerte experiencia de Dios ¡una experiencia que no
se olvida, se recuerda para toda la vida! Es aquella que tuvo Francisco, ¿no? Y esto
no lo podemos ni calcular ni programar. ¡Dios siempre nos sorprende! Es Dios el que
llama; pero es importante tener una relación diaria con Él, escucharlo en silencio
ante el Tabernáculo y dentro de nosotros mismos, hablarle, acercarse a los Sacramentos.
Tener esta relación familiar con el Señor es como tener abierta la ventana de nuestra
vida, para que Él nos haga escuchar su voz, lo que quiere de nosotros. Sería lindo
escuchar aquí a los sacerdotes presentes, a las religiosas... Sería lindísimo, porque
cada historia es única, pero todas empiezan con un encuentro que ilumina en lo profundo,
que toca el corazón y envuelve a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo.
La relación con Dios no concierne sólo a una parte de nosotros mismos, sino que abarca
todo. Es un amor tan grande, tan hermoso, tan verdadero, que merece todo y merece
toda nuestra confianza. Y me gustaría decir una cosa con fuerza, sobre todo hoy: ¡la
virginidad por el Reino de Dios no es un "no" es un "sí"! Por supuesto, implica la
renuncia a un vínculo conyugal y a una familia propia, pero la base es el "sí" como
respuesta al "sí" total de Cristo hacia nosotros, y este "sí" hace fecundos.
¡Pero
aquí, en Asís no hay necesidad de palabras! ¡Está Francisco, está Clara allí, ellos
hablan! Su carisma sigue hablando a muchos jóvenes en todo el mundo: muchachos y muchachas
que dejan todo para seguir a Jesús por el camino del Evangelio.
He
aquí, el Evangelio. Quisiera tomar la palabra "Evangelio " para responder a las otras
dos preguntas que me han formulado, la segunda y la cuarta. Una se refiere al compromiso
social, en este período de crisis que amenaza la esperanza; y la otra se refiere la
evangelización, llevar el mensaje de Jesús a los demás. Ustedes me preguntan: ¿qué
podemos hacer? ¿Cuál puede ser nuestro aporte?
Aquí, en Asís, aquí cerca
de la Porciúncula, me parece oír la voz de San Francisco, que nos repite: "¡Evangelio,
Evangelio!” Me lo dice también a mí: aún más, en primer lugar a mí: ¡Papa Francisco,
sé servidor del Evangelio! Si yo no logro a ser un servidor del Evangelio, ¡mi vida
no vale nada!
Pero el Evangelio, queridos amigos, no concierne sólo
a la religión, concierne al hombre, a todo el hombre y concierne al mundo, a la sociedad,
a la civilización humana. El Evangelio es el mensaje de salvación de Dios para la
humanidad. ¡Pero cuando decimos "mensaje de salvación", no es una forma de hablar,
no son meras palabras o palabras vacías, como tantas que hay hoy en día! ¡La humanidad
necesita realmente ser salvada! Lo vemos todos los días cuando leemos el periódico,
o escuchamos las noticias en la televisión, pero también lo vemos a nuestro alrededor,
en las personas, en las situaciones..., ¡y lo vemos en nosotros mismos! ¡Cada uno
de nosotros tiene necesidad de salvación! ¡Solos no podemos! ¡Tenemos necesidad de
salvación! ¿Salvación de qué? Del mal. El mal obra, hace su trabajo. Pero el mal no
es invencible y el cristiano no se resigna ante el mal. Y ustedes, los jóvenes ¿quieren
resignarse ante el mal, las injusticias, las dificultades? ¿Quieren o no quieren?
[Los jóvenes responden: ¡no!] Ah, ¡está bien! Esto me gusta. Nuestro secreto es que
Dios es más grande que el mal: ¡es verdad, Dios es más grande que el mal! Dios es
amor infinito, misericordia sin límites, y este Amor ha vencido el mal en su raíz
en la muerte y resurrección de Cristo. ¡Éste es el Evangelio, la Buena Nueva: el amor
de Dios ha ganado! Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó. Con Él
podemos luchar contra el mal y vencerlo todos los días. ¿Creemos en ello, o no? [Los
jóvenes responden: ¡sí!] Pero este ‘sí’ debe ir en la vida ¿eh? Si yo creo que Jesús
venció el mal y me salvará, debo seguir a Jesús, debo ir por el camino de Jesús toda
la vida.
Entonces, el Evangelio, este mensaje de salvación, tiene dos
destinos que están enlazados: el primero, suscitar la fe, y ésta es la evangelización;
el segundo, transformar el mundo según el designio de Dios, y ésta es la animación
cristiana de la sociedad. Pero no son dos cosas separadas, son una sola misión: ¡llevar
el Evangelio a través del testimonio de nuestras vidas transforma el mundo! Éste es
el camino: llevar el Evangelio a través del testimonio de nuestra vida.
Miremos
a Francisco: él hizo ambas cosas, con la fuerza del único Evangelio. Francisco hizo
crecer la fe, renovó la Iglesia, y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más
fraterna, pero siempre con el Evangelio, con el testimonio. ¿Saben qué cosa dijo una
vez Francisco a sus hermanos? “Prediquen siempre el Evangelio y, si fuera necesario,
¡también con las palabras!”. Pero, ¿cómo? ¿Se puede predicar el Evangelio sin las
palabras? ¡Sí, con el testimonio! Primero, el testimonio, luego, las palabras. ¡El
testimonio!
¡Jóvenes de Umbría: hagan lo mismo! Hoy, en nombre de
San Francisco, les digo, no tengo ni oro, ni plata para darles, sino algo mucho más
valioso, el Evangelio de Jesús, ¡vayan con coraje! Con el Evangelio en su corazón
y en sus manos, sean testimonios de la fe con su vida: lleven a Cristo a sus hogares,
anúncienlo entre sus amigos, acójanlo y sírvanlo en los pobres. ¡Jóvenes: Den a Umbría
un mensaje de vida, de paz y de esperanza! ¡Ustedes pueden hacerlo!
[Luego
de rezar el Padrenuestro e impartir su bendición] Y, por favor les pido: ¡Recen por
mí!
(Traducción del italiano: Cecilia de Malak)
¿Qué
existe de más bello para nosotros, si no caminar con nuestro pueblo? El Papa la Comunidad
Diocesana
(RV).- (Con audio) La Catedral de San
Rufino en Asís, fue el lugar donde el Papa encontró al clero, las personas de vida
consagrada y a los miembros de los consejos pastorales de la diócesis. El Obispo de
Roma invitó a todos a “no tener miedo de salir e ir a las periferias si se lleva la
Palabra de Dios en el corazón y se camina con la Iglesia, como san Francisco”. No
somos nosotros los que salvamos el mundo: ¡Es el Señor que lo salva! Escuchen la Palabra,
caminen juntos en fraternidad, ¡anuncien el Evangelio en las periferias!
Texto
completo del discurso del Santo Padre Francisco al clero
Queridos hermanos
y hermanas de la Comunidad Diocesana, ¡buenas tardes!
Les agradezco su recibimiento,
sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos comprometidos en los consejos pastorales.
¡Cuán necesarios son los consejos pastorales! Un obispo no puede guiar una diócesis
sin los consejos pastorales. Un párroco no puede guiarla parroquia sin los consejos
pastorales. ¡Esto es fundamental! ¡Estamos en la Catedral! Aquí se conserva la fuente
bautismal en la cual San Francisco y Santa Clara fueron bautizados, que en aquel tiempo
se encontraba en la Iglesia de Santa María. ¡La memoria del Bautismo es importante!
El Bautismo es nuestro nacimiento como hijos de la Madre Iglesia. Yo quisiera hacerles
una pregunta: ¿Quién de ustedes sabe el día de su bautismo? ¿Pocos, eh? Pocos… Ahora,
tarea a casa, ¿eh? Mamá, papá, dime: ¿cuándo fui… bautizado? Pero, es importante,
porque es el día del nacimiento como Hijo de Dios. Un solo Espíritu, un solo Bautismo,
en la variedad de los carismas y de los ministerios. ¡Qué gran don ser Iglesia, ser
parte del Pueblo de Dios! Todos somos el Pueblo de Dios. En la armonía, en la comunión
de la diversidad, que es obra del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo es la armonía
y hace la armonía: es un don de Él, y debemos ser abiertos a recibirlo!
El
Obispo es custodio de esta armonía. El obispo es custodio de este don de la armonía
en la diversidad. Por eso el Papa Benedicto quiso que la actividad pastoral en las
Basílicas papales franciscanas sea integrada en aquella diocesana. Porque él debe
hacer la armonía: es su tarea, es su deber y su vocación, y él tiene un don especial
para hacerla. Estoy contento que estén caminando bien en este camino, con beneficio
de todos, colaborando juntos con serenidad y los animo a continuar. La visita pastoral
que se ahora ha concluido y el Sínodo diocesano que están por celebrar son momentos
fuertes de crecimiento para esta Iglesia, que Dios ha bendecido en modo particular.
La Iglesia crece, pero no es para hacer proselitismo: ¡no, no! La Iglesia no crece
por proselitismo. La Iglesia crece por atracción, la atracción del testimonio que
cada uno de nosotros da al Pueblo de Dios.
Ahora, brevemente, quisiera subrayar
algunos aspectos de nuestra vida de Comunidad. No quiero decirles cosas nuevas, sino
confirmarlos en aquellas más importantes, que caracterizan su camino diocesano. 1.
La primera cosa es Escuchar la Palabra de Dios. La Iglesia es esto - lo ha
dicho el obispo- la comunidad que escucha con fe y con amor al Señor que habla. El
plan de pastoral que están viviendo juntos insiste justamente en esta dimensión fundamental.
Es la Palabra de Dios que suscita la fe, la nutre, la regenera. Es la Palabra que
toca los corazones, los convierte a Dios y a su lógica, que es tan diferente de la
nuestra; es la Palabra de Dios que renueva continuamente nuestras comunidades...
Pienso
que todos podemos mejorar un poco en este aspecto: volvernos todos más oyentes de
la Palabra de Dios, para ser menos ricos de nuestras palabras y más ricos de sus Palabras.
Pienso al sacerdote, que tiene la tarea de predicar. ¿Cómo puede predicar si antes
no ha abierto su corazón, no ha escuchado, en el silencio, la Palabra de Dios? Fuera
estas homilías interminables, aburridas, de las cuales no se entiende nada… esto es
para ustedes, ¿eh? Pienso al papá y a la mamá, que son los primeros educadores: ¿cómo
pueden educar si su conciencia no está iluminada por la Palabra de Dios, si su modo
de pensar y de actuar no es guiado por la Palabra, qué ejemplo pueden dar a los hijos?
Esto es importante, porque después, papá y mamá se quejan “este hijo…” ¿pero tú? ¿Qué
testimonio le has dado? ¿Cómo le has hablado? ¿De la Palabra de Dios o de los diarios?
¿Eh? ¡Papá y mamá deben hablar de la Palabra de Dios! Y pienso a los catequistas,
a todos los educadores: si su corazón no tienen la calidez de la Palabra, ¿cómo pueden
inflamar los corazones de los otros, de los niños, de los jóvenes, de los adultos?
No basta leer las Sagradas Escrituras, se necesita escuchar a Jesús que habla en ellas.
Es justamente Jesús habla en ellas. ¡Tenemos que ser antenas que reciben, sintonizadas
en la Palabra de Dios, para ser antenas que transmiten! Se recibe y se transmite ¡Es
el Espíritu de Dios que hace vivas las Escrituras, las hace comprender en profundidad,
en su sentido verdadero y pleno! Preguntémonos como una de las preguntas del Sínodo:
¿qué lugar tiene la Palabra de Dios en mi vida, en la vida de cada día? ¿Estoy sintonizado
en Dios o en tantas palabras de moda o en mí mismo? Una pregunta que cada uno de nosotros
debe hacerse.
2. El segundo aspecto es aquel de caminar. Es una de las palabras
que prefiero cuando pienso al cristiano y a la Iglesia. Pero para ustedes tiene un
sentido particular: están entrando en el Sínodo diocesano, y hacer “sínodo” quiere
decir ‘caminar juntos’. Pienso que esta sea verdaderamente la experiencia más bella
que vivimos: ¡formar parte de un Pueblo en camino, en camino en la historia, junto
con su Señor, que camina en medio de nosotros! No estamos aislados, no caminamos solos,
sino que somos parte de la única grey de Cristo, que caminan juntos.
Aquí pienso
aún en ustedes sacerdotes, y dejen que me ponga yo también con ustedes. ¿Qué existe
de más bello para nosotros, si no caminar con nuestro pueblo? ¡Es bello! Cuando yo
pienso en estos párrocos que conocen el nombre de las personas de la parroquia, que
iba a encontrarlos, también como uno me decía: “Yo conozco el nombre del perro de
cada familia”: ¡También el nombre del perro conocían! Que bello era, ¿no? ¿Qué hay
más bello? Lo repito seguido: caminar con nuestro pueblo, a veces delante, a veces
en medio y a veces detrás: adelante, para guiar la comunidad, en medio, para animarla
y sostenerla, detrás, para tenerla unida para que ninguno se quede demasiado, demasiado
atrás: para tenerla unida. Y también por otra razón: ¡Porque el pueblo tiene “olfato”!
Tiene olfato para encontrar nuevos senderos para el camino, tiene el “sensus fidei”
que dicen los teólogos. ¿Qué cosa hay de más bello? Y en el Sínodo debemos saber también
qué les dice el Espíritu Santo a los laicos, al Pueblo de Dios, a todos.
Pero
la cosa más importante es caminar juntos, colaborando, ayudándose mutuamente; pedirse
disculpas, reconocer los propios errores y pedir perdón, pero también aceptar las
disculpas de los otros perdonando - ¡cuánto es importante esto! - A veces pienso
en los matrimonios que después de tantos años se separan. “no, no nos entendemos,
nos hemos alejado…” Quizás no supieron pedir perdón a tiempo. Quizás no supieron perdonar
a tiempo. A los recién casados yo les doy este consejo: “Peleen cuanto quieran. Si
vuelan los platos, déjenlos, ¡Pero nunca terminen el día sin haber hecho las paces!
¡Nunca!” Pero… si los matrimonios aprenden a decir: “Pero, perdón, estaba cansado”
o solamente un gesto: pero es esta la paz, y retomar la vida el día después. Éste
es un lindo secreto, y esto evita estas separaciones dolorosas. Cuánto es importante
caminar unidos, sin huidas en adelante, sin nostalgias del pasado. Y mientas se camina
se habla, se conoce, se conversan los unos a los otros, se crece en el ser familia.
Aquí preguntémonos: ¿cómo caminamos? ¿Cómo camina nuestra realidad diocesana? ¿Camina
junta? ¿Qué hago yo para que ella camine verdaderamente unida? Yo no quisiera entrar
aquí en el argumento de las habladurías, pero ustedes saben que las murmuraciones
dividen siempre, ¿no?
3. Entonces: escuchar, caminar, y el tercer aspecto es
aquél misionero: anunciar hasta en las periferias. También esto lo he tomado de ustedes,
de sus proyectos pastorales. El obispo ha hablado recientemente, pero quiero subrayarlo,
también porque es un elemento que he vivido mucho cuando estaba en Buenos Aires: la
importancia de salir para ir al encuentro del otro, en las periferias, que son lugares,
pero son sobretodo personas en situaciones de vida especial. Es el caso de la diócesis
que tenía antes, aquella de Buenos Aires: una periferia que me hacía tanto mal, era
encontrar en las familias de clase media, niños que no sabían hacerse la señal de
la Cruz. Pero ésta es una periferia, ¿eh? Y yo les pregunto: Aquí en esta diócesis,
¿hay niños que no saben hacerse la señal de la Cruz? Piensen. Estas son verdaderas
periferias existenciales, donde Dios no está.
En un primer sentido, las periferias
de esta diócesis, por ejemplo, son las zonas de la Diócesis que corren el riesgo de
estar en los márgenes, fuera de los rayos de luz de los reflectores. Pero son también
personas, realidades humanas de hecho marginadas, despreciadas. Son personas que tal
vez se encuentran físicamente cerca del “centro”, pero espiritualmente están lejanas.
No tengan miedo de salir e ir al encuentro de estas personas, de estas situaciones.
No se dejen bloquear por los prejuicios, las costumbres, por la rigidez mental o pastoral,
¡por el “se ha hecho siempre así!”. Se puede ir a las periferias sólo si se lleva
la Palabra de Dios en el corazón y se camina con la Iglesia, como san Francisco. De
otro modo llevamos a nosotros mismos, no la Palabra de Dios, ¡y esto no es bueno,
no sirve a nadie! No somos nosotros que salvamos el mundo: ¡Es justamente el Señor
que lo salva!
Queridos amigos, no les he dado recetas nuevas. No las tengo,
y no crean a quien dice tenerlas: no hay. Pero he encontrado en el camino de vuestra
Iglesia aspectos bellos e importantes que los han hechos crecer y quiero confirmarlos
en ellos. Escuchen la Palabra, caminen juntos en fraternidad, ¡anuncien el Evangelio
en las periferias! ¡El Señor los bendiga, la Virgen los proteja, y san Francisco los
ayude a todos a vivir la alegría de ser discípulos del Señor! Gracias.
(Traducción
del italiano: Griselda Mutual– RV).
Que el monasterio no sea un Purgatorio,
sino una familia, dice el Papa a las monjas de clausura, en la Basílica de Santa Clara
(RV).-
(Con audio) A las monjas de clausura
el Papa Francisco les dirigió unas palabras llenas de afecto, no sin alguna nota de
humor. En efecto, el Santo Padre les dijo: “Yo pensaba que esta reunión habría
sido..., como hicimos dos veces en Castel Gandolfo, en la sala capitular, yo solo
con las religiosas, pero, les confieso, no tengo el valor de echar a los Cardenales.
Hagámosla así…
Bien. Les agradezco mucho la acogida y la oración por la Iglesia.
Cuando una religiosa en la clausura, consagra toda su vida al Señor, se produce una
transformación que no se termina de comprender. La normalidad de nuestro pensamiento
diría que esta religiosa se vuelve aislada, sola con lo Absoluto, sola con
Dios… es una vida ascética, penitente… Pero éste no es el camino de una religiosa
de clausura católica, y ni siquiera cristiana. El camino pasa por Jesucristo: siempre.
Jesucristo está en el centro de su vida, de su penitencia, de su vida comunitaria,
de su oración y también de la universalidad de la oración. Y por este camino sucede
lo contrario de lo que se piensa que sea esta religiosa ascética de clausura: cuando
va por el camino de la contemplación de Jesucristo, de la oración y de la penitencia
con Jesucristo, se vuelve grandemente humana.
Las monjas de clausura
están llamadas a tener gran humanidad, una humanidad como la de la Madre Iglesia:
humanas, comprender todas las cosas de la vida, ser personas que saben comprender
los problemas humanos, que saben perdonar, que saben pedir al Señor por las personas…
Su humanidad: y su humanidad viene por este camino, la encarnación del Verbo,
el camino de Jesucristo.
¿Y cuál es la característica de una monja tan humana?
La alegría. La alegría, cuando hay alegría. A mí me causa tristeza cuando encuentro
a religiosas que no son gozosas. Quizá sonrían, pero... con la sonrisa de una asistente
de vuelo, ¿no? ¡Hum! Pero no con la sonrisa de la alegría, de esa que viene desde
dentro, ¡eh! Siempre con Jesucristo.
Hoy en la Misa, hablando del Crucificado,
decía que Francisco lo había contemplado como con los ojos abiertos, con las heridas
abiertas, con la sangre que se derramaba: y ésta es su contemplación, la realidad.
La realidad de Jesucristo. No ideas abstractas: no ideas abstractas, porque secan
la cabeza. Y la contemplación de las llagas de Jesucristo, y las ha llevado al Cielo,
¡y las tiene!, es el camino de la humanidad de Jesucristo: siempre con Jesús, Dios,
Hombre. Y por esto es tan bello cuando la gente va al locutorio de los monasterios
y piden oraciones y cuentan sus problemas, hablan… Quizá la religiosa no diga nada
extraordinario, pero una palabra que les venga precisamente de la contemplación de
Jesucristo, porque la religiosa, como la Iglesia, va por el camino de estar abierta
a la humanidad. Y éste es su camino: no demasiado espiritual, ¡eh! Cuando son demasiado
espirituales, yo pienso en la fundadora de los monasterios de su competencia, Santa
Teresa, por ejemplo, ¿no?
Cuando una religiosa iba a verla, oh, con estas
cosas… decía a la cocinera: “¡Dale un bife!”. Siempre con Jesucristo, siempre. La
humanidad de Jesucristo, porque el Verbo ha venido en la carne, Dios se ha hecho carne
por nosotros, y esto les dará a ustedes una santidad humana, grande, bella, madura;
una santidad de Madre. Y la Iglesia las quiere así: madres. Madre, madre. Dar la vida,
¿no? Cuando ustedes rezan, por ejemplo, por los sacerdotes, por los seminaristas,
ustedes tienen con ellos una relación de maternidad, con la oración los ayudan a llegar
a ser buenos pastores del pueblo de Dios. Pero acuérdense del bife de Santa Teresa,
¡eh! Es importante. Y esto es lo primero: siempre con Jesucristo, las llagas de Jesucristo,
las llagas del Señor. Porque es una realidad que después de la Resurrección Él las
tenía y las ha llevado.
Y la segunda cosa que quería decirles, brevemente,
es la vida de la comunidad. Pero… perdonen, sopórtense, porque la vida de la comunidad
no es fácil. ¡El diablo aprovecha todo para dividir! Dice: “Pero… yo no quiero hablar
mal, pero…”, y se comienza con la división. No, esto no va, porque no lleva a nada:
a la división. Cuidar la amistad entre ustedes, la vida de la familia, el amor entre
ustedes. Y que el monasterio no sea un Purgatorio, que sea una familia… Porque los
problemas están, estarán, pero, como se hace en una familia, con amor, buscar la solución
con amor: no destruir esto para resolver aquello; no tener competencias… Cuidar la
vida de la comunidad, porque cuando en la vida de la comunidad es así, de familia,
es precisamente el Espíritu Santo el que está en medio de la comunidad.
Estas
dos cosas quería decirles: la contemplación siempre – ¡siempre! – con Jesús; Jesús,
Dios y Hombre. Y la vida de la comunidad, siempre con un corazón grande, ¡eh! Dejando
pasar… no vanagloriarse, soportar todo, sonreír desde el corazón… Y el signo de esto
es la alegría. Y yo pido para ustedes esta alegría que nace precisamente de la verdadera
contemplación y de una bella vida comunitaria.
Gracias. Gracias de la acogida.
Les pido que recen por mí, por favor: ¡no lo olviden! Antes de la bendición, recemos
a la Virgen: Ave María… (María Fernanda Bernasconi – RV).
La
paz franciscana está fundada en Cristo, no es armonía panteísta, dice el Papa al celebrar
la misa en la Plaza San Francisco de Asís
(RV).- (Con audio) En su homilía de la
misa que el Papa celebró en la Plaza de San Francisco de Asís el Santo Padre pidió
que “respetemos todo ser humano: que cesen los conflictos armados que ensangrientan
la tierra, que callen las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor,
la ofensa al perdón y la discordia a la unión”. El Obispo de Roma también pidió que
“escuchemos el grito de los que lloran, sufren y mueren por la violencia, el terrorismo
o la guerra, en Tierra Santa, tan amada por san Francisco, en Siria, en todo el Oriente
Medio, en el mundo”.
Y al dirigirse a san Francisco, junto con la asamblea
invitó a pedir que nos dé el don de Dios de la armonía y de la paz para nuestro mundo.
El
Sucesor de Pedro, hacia el final de su homilía, afirmó que no podía olvidar que Italia
celebra hoy a san Francisco como su Patrono, tal como lo expresa también el tradicional
gesto de la ofrenda del aceite para la lámpara votiva, que este año corresponde precisamente
a la Región de Umbría. De ahí la invitación del Papa Francisco: “Recemos por la Nación
italiana, para que cada uno trabaje siempre para el bien común, mirando más lo que
une que lo que divide”.
El Pontífice también hizo suya la oración de san Francisco
por Asís, por Italia, por el mundo: “Te ruego, pues, Señor mío Jesucristo, Padre de
toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten presente
la inagotable clemencia que has manifestado en esta ciudad, para que sea siempre lugar
y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito y gloriosísimo,
por los siglos de los siglos. Amén”.
Texto completo de la homilía del Santo
Padre:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños»
(Mt 11, 25).
Paz y bien a todos. Con este saludo franciscano os agradezco
el haber venido aquí, a esta plaza llena de historia y de fe, para rezar juntos.
Como
tantos peregrinos, también yo he venido para dar gracias al Padre por todo lo que
ha querido revelar a uno de estos «pequeños» de los que habla el evangelio: Francisco,
hijo de un rico comerciante de Asís. El encuentro con Jesús lo llevó a despojarse
de una vida cómoda y superficial, para abrazar «la señora pobreza» y vivir como verdadero
hijo del Padre que está en los cielos. Esta elección de san Francisco representaba
un modo radical de imitar a Cristo, de revestirse de Aquel que siendo rico se hizo
pobre para enriquecernos con su pobreza (Cf. 2 Co 8, 9). El amor a los pobres
y la imitación de Cristo pobre son dos elementos unidos de modo inseparable en la
vida de Francisco, las dos caras de una misma moneda.
¿Cuál es el testimonio
que nos da hoy Francisco? ¿Qué nos dice, no con las palabras –esto es fácil- sino
con la vida?
1. La primera cosa que nos dice, la realidad fundamental que nos
atestigua es ésta: ser cristianos es una relación viva con la Persona de Jesús, es
revestirse de él, es asimilarse a él.
¿Dónde inicia el camino de Francisco
hacia Cristo? Comienza con la mirada de Jesús en la cruz. Dejarse mirar por él en
el momento en el que da la vida por nosotros y nos atrae a sí. Francisco lo experimentó
de modo particular en la iglesita de San Damián, rezando delante del crucifijo, que
hoy también yo veneraré. En aquel crucifijo Jesús no aparece muerto, sino vivo. La
sangre desciende de las heridas de las manos, los pies y el costado, pero esa sangre
expresa vida. Jesús no tiene los ojos cerrados, sino abiertos, de par en par: una
mirada que habla al corazón. Y el Crucifijo no nos habla de derrota, de fracaso; paradójicamente
nos habla de una muerte que es vida, que genera vida, porque nos habla de amor, porque
él es el Amor de Dios encarnado, y el Amor no muere, más aún, vence el mal y la muerte.
El que se deja mirar por Jesús crucificado es re-creado, llega a ser una «nueva criatura».
De aquí comienza todo: es la experiencia de la Gracia que transforma, el ser amados
sin méritos, aun siendo pecadores. Por eso Francisco puede decir, como san Pablo:
«En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo»
(Ga 6, 14).
Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: enséñanos a
permanecer ante el Crucificado, a dejarnos mirar por él, a dejarnos perdonar, recrear
por su amor.
2. En el evangelio hemos escuchado estas palabras: «Venid a mí
todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 28-29).
Ésta
es la segunda cosa que Francisco nos atestigua: quien sigue a Cristo, recibe la verdadera
paz, aquella que sólo él, y no el mundo, nos puede dar. Muchos asocian a san Francisco
con la paz, pero pocos profundizan. ¿Cuál es la paz que Francisco acogió y vivió y
que nos transmite? La de Cristo, que pasa a través del amor más grande, el de la Cruz.
Es la paz que Jesús resucitado dio a los discípulos cuando se apareció en medio de
ellos y dijo: «Paz a vosotros» (Cf. Jn 20,19.20).
La paz franciscana
no es un sentimiento almibarado. Por favor: ¡ese san Francisco no existe! Y ni siquiera
es una especie de armonía panteísta con las energías del cosmos… Tampoco esto es franciscano,
tampoco esto es franciscano, sino una idea que algunos han construido. La paz de san
Francisco es la de Cristo, y la encuentra el que «carga» con su «yugo», es decir su
mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado (Cf. Jn 13,34;
15,12). Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con soberbia,
sino sólo con mansedumbre y humildad de corazón.
Nos dirigimos a ti, Francisco,
y te pedimos: enséñanos a ser «instrumentos de la paz», de la paz que tiene su fuente
en Dios, la paz que nos ha traído el Señor Jesús.
3. Francisco comienza así
el Cántico: «Altísimo, omnipotente y buen Señor… Alabado seas… con todas las criaturas»
(FF, 1820). El amor por toda la creación, por su armonía. El Santo de Asís da testimonio
del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y cómo Él lo ha creado, sin experimentar
sobre la creación para destruirla; ayudarla a crecer, a ser más bella y más semejante
a lo que Dios ha creado. Y, sobre todo, san Francisco testimonia el respeto por todo,
testimonia que el hombre está llamado a custodiar al hombre, que el hombre esté en
el centro de la creación, en el lugar en que Dios - el Creador - lo ha querido. ¡No
instrumento de los ídolos que nosotros nos creamos! . Dios creó el mundo para que
fuera lugar de crecimiento en la armonía y en la paz. ¡La armonía y la paz! Francisco
fue hombre de armonía y de paz. Desde esta Ciudad de la paz, repito con la fuerza
y mansedumbre del amor: respetemos la creación, no seamos instrumentos de destrucción.
Respetemos todo ser humano: que cesen los conflictos armados que ensangrientan
la tierra, que callen las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor,
la ofensa al perdón y la discordia a la unión. Escuchemos el grito de los que lloran,
sufren y mueren por la violencia, el terrorismo o la guerra, en Tierra Santa, tan
amada por san Francisco, en Siria, en todo el Oriente Medio, en todo el mundo.
Nos
dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: ¡Alcánzanos de Dios el don de la armonía,
la paz y el respeto por la creación!
No puedo olvidar, en fin, que Italia celebra
hoy a san Francisco como su Patrón. Y felicito a todos los italianos, en la persona
del Jefe del Gobierno, aquí presente. Lo expresa también el tradicional gesto de la
ofrenda del aceite para la lámpara votiva, que este año corresponde precisamente a
la Región de Umbría. Recemos por la Nación italiana, para que cada uno trabaje siempre
para el bien común, mirando más lo que une que lo que divide.
Hago mía la oración
de san Francisco por Asís, por Italia, por el mundo: «Te ruego, pues, Señor mío Jesucristo,
Padre de toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten
presente la inagotable clemencia que has manifestado en [esta ciudad], para que sea
siempre lugar y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito
y gloriosísimo, por los siglos de los siglos. Amén» (Espejo de perfección,
124: FF, 1824).
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Escuchar
y reconocer las llagas de Jesús, el Papa en su encuentro con los niños minusválidos
y enfermos
(RV).- (Con audio) El Papa Francisco
comenzó esta mañana su visita pastoral a Asís, con ocasión de las celebraciones del
Patrono de Italia. El helicóptero papal aterrizó en el campo deportivo del Instituto
Seráfico a las 7.30, con un cuarto de hora de anticipación según el programa previsto,
dada también la intensa jornada, llena de citas.
Acogió al Obispo de Roma
el presidente del Senado italiano, Piero Grasso, y la de la Región de Umbría, Catiuscia
Marini. El primer y conmovedor encuentro del Papa en tierra de San Francisco fue con
los niños minusválidos y enfermos, a quienes abrazó y besó.
“Nosotros estamos
en medio de las llagas de Jesús – dijo Francisco – al responder al saludo de la presidenta
del Instituto Francesca Maolo, dejando de lado el texto que había preparado para esta
ocasión. “Estas llagas –prosiguió el Santo Padre – tienen necesidad de ser escuchadas,
de ser reconocidas. Y me viene a la mente cuando el Señor Jesús, cuando iba en camino
con aquellos dos discípulos tristes. Al final, el Señor Jesús les mostró sus llagas
y ellos lo reconocieron. Después el pan, donde Él estaba allí. Mi hermano Domingo
me decía que aquí se hace la Adoración. También aquel pan tiene necesidad de ser escuchado,
porque Jesús está presente y escondido detrás de la sencillez y la mansedumbre de
un pan. Y aquí está Jesús escondido en estos chicos, en estos niños, en estas personas.
En el altar adoramos la Carne de Jesús, en ellos encontramos las llagas de Jesús.
Jesús escondido en la Eucaristía y Jesús escondido en estas llagas… Tienen necesidad
de ser escuchadas. Quizá no tanto en los periódicos, como noticias… Eso es una escucha
que dura uno, dos, tres días, después sigue otra cosa… Deben ser escuchadas por los
que se dicen cristianos”.
“El cristiano – añadió el Papa – adora a Jesús;
el cristiano busca a Jesús; el cristiano sabe reconocer las llagas de Jesús. Y hoy
todos nosotros, aquí, tenemos necesidad de decir: ‘¡Estas llagas deben ser escuchadas!’.
Pero hay otra cosa que nos da esperanza. Jesús está presente en la Eucaristía, aquí
está la Carne de Jesús; Jesús está presente entre ustedes: y la Carne de Jesús son
las llagas de Jesús en estas personas”.
“Pero es interesante – prosiguió diciendo
Francisco – que Jesús, cuando Resucitó era bellísimo. No tenía en su cuerpo lívidos
y heridas… ¡Nada! ¡Era más bello! Sólo ha querido conservar las llagas y se las ha
llevado al Cielo. Las llagas de jesús están aquí y están en el Cielo ante el Padre.
Nosotros curamos las llagas de Jesús aquí y Él, desde el Cielo, nos muestra sus llagas
y nos dice a todos nosotros, a todos nosotros: ‘¡Te estoy esperando! Así sea”.
Antes
de dejar el Instituto el Papa saludó con estas palabras: “Muchas gracias… y recen
por todos los niños, los chicos, las personas que están aquí, por todos los que trabajan
aquí. ¡Por ellos!… ¡Que el Señor los bendiga! ¡Recen también por mí, eh! Pero siempre
recen a favor, no en contra, eh… Que el Señor los bendiga”.