(RV).- (Con audio) Fue la oración del
Papa durante la Misa de esta mañana en la Capilla de la Casa de Santa Marta. En su
homilía Francisco se refirió al Evangelio del día en que Jesús anuncia a los discípulos
su pasión.
“El Hijo del hombre está a punto de ser entregado en las manos de
los hombres”: estas palabras de Jesús – afirmó el Papa – hielan a los discípulos
que pensaban en un camino triunfal. Palabras que “permanecían para ellos tan misteriosas
que no comprendían el sentido” y “tenían miedo de interrogarlo sobre este argumento”:
para ellos era “mejor no hablar”, era “mejor no entender la verdad” que Jesús decía:
“Tenían
miedo de la Cruz, tenían miedo de la Cruz. El mismo Pedro, después de esta confesión
solemne en la región de Cesarea de Filipo, cuando Jesús otra vez dice esto, reprocha
al Señor: ‘¡No, jamás, Señor! ¡Esto no!’. Tenía miedo de la Cruz. Pero no sólo los
discípulos, no sólo Pedro, ¡el mismo Jesús tenía miedo de la Cruz! Él no podía engañarse.
Él sabía. Tanto era el miedo de Jesús que esa noche del jueves sudó sangre; tanto
era el miedo de Jesús que casi dijo lo mismo que Pedro, casi… ‘¡Padre, quítame este
cáliz! ¡Hágase tu voluntad!’. ¡Esta era la diferencia!”.
La Cruz nos da
miedo también en la obra de la evangelización, pero – observó el Papa – está la “regla”
de que “el discípulo no es más grande que el Maestro. Está la regla de que no hay
redención sin efusión de la sangre”, no hay obra apostólica fecunda sin la Cruz:
Quizá
nosotros pensamos, cada uno de nosotros puede pensar: “¿Y a mí, a mí qué me sucederá?
¿Cómo será mi Cruz?”. No sabemos. No sabemos, ¡pero existirá! Debemos pedir la gracia
de no huir de la Cruz cuando llegue: ¡con miedo, eh! ¡Esto es verdad! Esto nos causa
miedo. Pero el seguimiento de Jesús termina allá. Me vienen a la mente las últimas
palabras que Jesús dijo a Pedro, en aquella coronación pontificia en el Tiberiades:
“¿Me amas? ¡Apacienta! ¿Me amas? ¡Apacienta!”… Pero las últimas palabras fueron: “¡Te
llevarán a donde tú no querrás ir!”. La promesa de la Cruz.
El Papa concluyó
su homilía con una oración a María:
“Muy cerca de Jesús, en la Cruz, estaba
su madre, su mamá. Quizá hoy, el día que nosotros le rezamos, sea bueno pedirle la
gracia de no quitarnos el temor – eso debe venir, el temor de la Cruz… – sino la
gracia de no asustarnos y huir de la Cruz. Ella estaba allí, y sabe cómo se debe estar
cerca de la Cruz”.