(RV).- (Audio) El padre Antonio Grande,
de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de
rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando
de la nueva Evangelización.
Discípulos misioneros, un proyecto de
Dios para América Latina y El Caribe
El Espíritu Santo continúa
haciendo presente la Persona de quien fue crucificado, pero está Vivo en su Iglesia
y en el mundo. La experiencia cristiana integra siempre el estar con el Señor y colaborar
en su manifestación (cf. Mc 3, 14). Aparecida lo expresa bellamente como discipulado
misionero para nuestros pueblos en este tiempo.
“El discípulo experimenta
que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es participación de la
Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su estilo de vida y
sus mismas motivaciones (cf. Lc 6,40b), correr su misma suerte y hacerse cargo
de su misión de hacer nuevas todas las cosas” (A 131).
Días pasados, el
Papa Francisco en su visita al Brasil, reafirmó el llamado a asumir esta comprensión
del ser y la misión de los cristianos en nuestro espacio y tiempo.
“El
discipulado-misionero que Aparecida propuso a las Iglesias de América Latina y El
Caribe es el camino que Dios quiere para este “hoy”… En el pasado Dios estuvo
y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa…
El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el “hoy” es chispa de eternidad.
En el “hoy” se juega la vida eterna”.
La presencia del Resucitado se
manifiesta por diversos signos que los creyentes tenemos que ir descubriendo y relacionando
para colaborar en la obra evangelizadora que el Señor nos hace corresponsables.
“Jesús
está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno.
El cumple su promesa: `Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo
en mdio de ellos´ (Mt 18,20)…También lo encontramos de un modo especial en los
pobres, los afligidos y enfermos (cf. Mt 25,37-40), que reclaman nuestro compromiso
y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir
viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan!” (A
256-257).
El Papa Francisco, signo de Cristo para nosotros, profundizó
esta enseñanza: la Iglesia es enviada al encuentro de sus hermanos. Necesitamos
superar los diversos límites en nuestras comunicaciones. Nos impulsa a salir a reconocer
su presencia en quienes no participan en nuestros encuentros, a quienes están en periferias
existenciales en nuestras ciudades, pueblos o en la zona rural.
“El discipulado
misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy” pero “en tensión”…
No admite la autorreferencialidad: o se refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo
a quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el encuentro:
el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro con los hombres
que esperan el anuncio. Por eso, me gusta decir que la posición del discípulo misionero
no es una posición de centro sino de periferias: vive tensionado hacia las periferias…
incluso las de la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico,
hablar de “periferias existenciales” des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir
del centro. El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo,
que convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales”.