Todos la hemos sentido, no una: ¡tantas veces! El Papa el sábado
(RV).- (Audio y video) Dejémonos mirar por
Jesús, su mirada cambia la vida: lo dijo el Papa Francisco la mañana del sábado, durante
la Misa en la Casa de Santa Marta, comentando el Evangelio que narra la conversión
de San Mateo. Jesús mira a los ojos a Mateo, un recaudador de impuestos, un pecador.
El dinero es su vida, su ídolo. Pero ahora – afirmó Francisco – siente “en su corazón
la mirada de Jesús que lo observaba”:
Y aquella mirada lo envolvió totalmente,
le cambió la vida. Nosotros decimos: lo ha convertido. Le ha cambiado la vida. “Apenas
sintió en su corazón aquella mirada, se levantó y lo siguió”. Y esto es verdad: la
mirada de Jesús nos levanta siempre. Una mirada que nos eleva, que jamás te deja ahí
, ¿eh?, jamás. Jamás te abaja, jamás te humilla. Te invita a levantarte. Una mirada
que te hace crecer, ir adelante, que te da valor, porque te quiere. Te hace sentir
que Él te quiere. Y esto da aquel valor para seguirlo: “Y él se levantó y lo siguió”.
La
mirada de Jesús – subrayó el Papa – no es algo “mágico: Jesús no era un especialista
en hipnosis”. “Jesús miraba a cada uno, y cada uno se sentía mirado por Él, como si
Jesús dijese su nombre … Y esta mirada cambiaba la vida, a todos”. De esta manera
cambió a Pedro, que después de haberlo renegado encuentra su mirada y llora amargamente.
Luego está la última “mirada de Jesús sobre la Cruz: mira a la mamá, miró al discípulo
y nos dijo, con aquella mirada, nos dijo que su mamá era la nuestra y que la Iglesia
es madre. Con una mirada”. Luego miró al Buen Ladrón y una vez más a Pedro, “asustado,
luego de la Resurrección, con aquellas tres preguntas: ‘¿Me amas?’. Una mirada que
lo hacía avergonzarse. Nos hará bien pensar, rezar sobre esta mirada de Jesús – subrayó
el Papa – y también dejarse mirar por Él”. Jesús, ahora, va a la casa de Mateo y mientras
se sienta a la mesa llegan muchos pecadores: “se había corrido la voz. Y toda la sociedad
– pero no la sociedad limpia – se sintió invitada a aquel convite”, como ocurre en
la parábola del rey que ordena a los criados ir a buscar a los cruces de los caminos
para invitar al banquete nupcial del hijo a todos los que encuentren, buenos y malos:
Y
los pecadores, publicanos y pecadores, sentían … pero, Jesús los había mirado y aquella
mirada de Jesús sobre ellos creo fue como un soplo sobre las brasas, y ellos sintieron
que había fuego dentro, aun, y que Jesús los hacia subir, les devolvía la dignidad.
La mirada de Jesús siempre nos hace dignos, nos da dignidad. Es una mirada generosa.
“Pero mira qué Maestro: ¡come con la podredumbre de la ciudad!”: pero bajo esa podredumbre
estaban las brasas del deseo de Dios, las brasas de la imagen de Dios que querían
que alguno las ayudase a convertirse en fuego. Y esto lo hacía la mirada de Jesús.
“Todos
nosotros, en la vida – concluyó el Papa - hemos sentido esta mirada, y no una vez:
¡tantas veces! Quizás en la persona de un sacerdote que nos enseñaba la doctrina o
nos perdonaba los pecados … quizás en la ayuda de personas amigas”:
Pero,
todos nosotros nos encontraremos delante de aquella mirada, aquella mirada maravillosa.
Y vamos adelante en la vida, con la certidumbre que Él nos mira. Pero también Él nos
espera para mirarnos definitivamente. Y aquella última mirada de Jesús sobre nuestra
vida será para siempre, será eterna. Lo pido a todos los Santos que han sido mirados
por Jesús, que nos preparen a dejarnos mirar en la vida, y que nos preparen también
a aquella última – ¡y primera! – mirada de Jesús. (RC-RV)