(RV).- (Con audio)
El 14 de setiembre en Córdoba, Argentina se realizó la beatificación del sacerdote
conocido como el Cura Brochero. El jesuita Guillermo Ortiz, de Radio Vaticana, nos
informa:
Nuestro Cura Brochero Beato
A finales del 800
un sacerdote católico recorrió a lomo de mula los 200 Km. cuadrados de su parroquia,
para visitar a cada uno de sus feligreses. Se cuentan por miles los hombres y mujeres
que hicieron los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola en la casa de ejercicios
que construyó en Argentina. Pero su testimonio de discípulo misionero trascendió su
espacio en Córdoba y hoy atraviesa también el tiempo. El 14 de setiembre de 2013,
doscientos diez mil devotos llegaron de todo el país y el extranjero a Villa Cura
Brochero, a celebrar la beatificación del Cura Brochero.
El pueblo pequeño
se llenó de devotos, gente sencilla y pobre que se hizo presente con lo menos indispensable,
con su carrito con el mate, una sillita, una frazada o una bolsa de dormir. Gente
que recibió la devoción al Cura Brochero de sus abuelos o tatarabuelos que conocieron
al cura. A nuestros padres ellos les enseñaron que había que ser como Brochero, que
era un hombre sacrificado, como dijo doña Matilde. Se hicieron presente con la alegría
del “santo propio”, de la zona, de la familia. Alguien que ha conocido nuestra tierra,
nuestra gente; que conoció nuestras dificultades como propias porque se hizo uno más
de los nuestros como hizo Jesús en su tierra. Y como Brochero le dijo que sí a Dios,
todos estos devotos vinieron a decirle que sí a Brochero. Se emocionaron mucho cuando
sintieron que uno de afuera, de Roma, el cardenal Amato, dijo que el Papa lo declaraba
beato y ponderó a Brochero como una persona importante. El devoto se sintió él mismo
reconocido en su dignidad, en su sacrificio, al ver reconocido al Cura Brochero, nuestro
cura Beato, que intercede por nosotros.
Brochero y su amor a
la Virgen Cuando recorremos
los caminos del Valle de Traslasierra en la Provincia de Córdoba, nos imaginamos al
cura Brochero andando por estas soledades sobre su mula malacara, con soles fuertes
y también con mucho frío. Si todavía hoy hay que andar mucho entre una casa y otra,
mucho más en aquel tiempo, para llegar a todos, para que nadie se quedara sin cura.
Sin
embargo el cura Brochero no andaba solo. Andaba con las cosas para la Misa, donde
trataba mano a mano con Jesús, y andaba también con el rosario, que le permitía tratar
con la Santísima Virgen María a la que él llamaba cariñosamente “mi Purísima”.
Para
estos ojos de la carne solamente va un cura en mula por los caminos soledosos de polvo
y churquis... pero para los ojos del alma marcha una verdadera procesión. Un cura
que lleva sobre las andas; sobre las andas de su corazón a Cristo Crucificado y a
la Virgen Purísima, la Santísima Madre de Dios.
José Gabriel Brochero, dejame
imaginarte así, tan solo y tan desamparado por afuera, en el paisaje agreste de estas
tierras inmensas, y tan acompañado y a la sombra del amor de Cristo y de su Madre
por adentro. Permitinos asomarnos al altar de tu corazón para rezar allí y comprender
el misterio del cura que es amigo de todos.
Como sacerdote, como cristiano
“espero en Dios y en la Virgen Purísima” dice el cura Brochero.
Brochero,
un Cristo crucificado
Escribe el cura Brochero
a su amigo obispo Yaniz Martín: Recordarás que yo sabía decir... que iba a ser tan
enérgico siempre, como el caballo chesche que se murió galopando; pero Dios Nuestro
Señor es quien vivifica y mortifica, quien da las energías físicas y morales y quien
las quita: pues bien, yo estoy ciego casi al remate, apenas distingo la luz del día,
y no puedo verme ni mis manos, a más estoy casi sin tacto desde los codos hasta la
punta de los dedos y de las rodillas hasta los pies, y así otra persona me tiene que
vestir o prenderme la ropa; la Misa la digo de memoria, y es aquella de la Virgen...
Me cuesta mucho hincarme y muchísimo más levantarme, a pesar de tomarme de la mesa
del altar. Ya ves el estado a que ha llegado reducido el chesche, el enérgico, el
brioso.
Pero es un grandísimo favor el que me hecho Dios Señor... Dios me da
la ocupación de buscar mi último fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes
y por los que han de venir hasta el fin del mundo.
Me ha movido ha escribirte
tal cual ésta porque tres veces he soñado que he estado en funciones religiosas junto
contigo, y también porque el 4 del entrante enteramos 47 años a quienes eligió Dios
para príncipes de su corte, de lo cual le doy siempre gracias a Dios, a fin de que
nos veamos juntos en el grupo de apóstoles en la metrópoli celestial. J. Gabriel Brochero.
«Celebramos
al Pastor con olor a oveja»
La Iglesia que peregrina en Argentina se engalana
hoy con la beatificación del Cura Brochero, presidida por el Card. Amato, enviado
pontificio. En Córdoba, nuestro enviado especial conversó con Mons. Santiago Olivera,
Obispo de Cruz del Eje, quien destacó que «escuchar a Francisco es ver a Brochero».
El p. Ortiz
encontró también a Toty López, archivera del museo dedicado al Cura Brochero. Escuchemos:
Cristo
lavó mis pecados
“Cristo lavó mis
pecados en su sangre...”, decía Brochero y esto es lo que siempre recordaba en su
corazón cuando pensaba en Cristo. Por eso decía a sus paisanos haciéndoles mirar la
cruz de la Capilla de la Casa de Ejercicios: “En la cruz está nuestra salud y nuestra
vida... la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu... la esperanza del cielo...
¿Tendremos valor para mirar al Salvador sin conmovernos y sin resolvernos a seguirlo,
aunque sea caminando por el medio de la amargura, y aunque sea derramando nuestra
sangre gota a gota hasta exhalar el alma?”. (Plática sobre la última Cena de Jesús). Nadie
puede decir que conoce y quiere al Cura Brochero, si no ha mirado ese Cristo, el Cristo
del cura, si no ha dejado que esa imagen se le imprima en el corazón de la misma manera
que el cura la tenía en el suyo. Cristo crucificado es la fuerza de la vida
y el amor más grande de José Gabriel Brochero. Y el que busque otra razón, aunque
sea para la construcción de una acequia, se equivoca si no dice que la causa es Cristo.
“Todo lo hago por amor al corazón de Cristo”, dijo el cura Brochero.
Cargó
su cruz
Dice Jesús
‘Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá. Crees esto...’
Juan 11,25 Jesús quiere darnos la sabiduría de la fe para que carguemos
los trabajos, limitaciones y sufrimientos de la vida como lo hizo él, que soportó
por nosotros la cruz, y como lo hizo el cura Brochero, discípulo y misionero de Jesús. Jesús
nació de una mujer pobre, en una cueva; fue rechazado y condenado como un delincuente.
Pero la cruz fue un ‘brete’ por el que Jesús subió a la gloria de la resurrección. Brochero
cargó su cruz con el amor y la esperanza de Jesús. Brochero murió ciego y leproso,
después de haberse roto las ‘posaderas’ trabajando por sus paisanos, para que reciban
la vida de Jesús. Pareció que la lepra y la ceguera destruyeron su vida.
Sin embargo, por esos sufrimientos de padre, que fueron como regar con oración la
siembra de su vida, Brochero está vivo con Jesús. Su cuerpo leproso, resucitará glorioso
como Jesús que tuvo llagas mayores. El Cura Brochero ofreció y entregó a
sus paisanos a Dios con sus trabajos, sus sufrimientos y sus oraciones de sacerdote
y padre, para que el Señor nos de la Vida que Jesús ofrece con su muerte y resurrección.
“Vivía según la fe”
“Vivo la vida
en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” confiesa san Pablo en
los escritos sagrados (Gál. 2, 20). También en nuestra patria, en las Sierras de Córdoba,
el ‘Cura Brochero’ vivió para nosotros esta fe en Jesús. “Vivía según la fe”, anota
un testigo. El Cura Brochero cultivo su fe con un amor profundo y vivo a
la Palabra de Dios de los Escritos Sagrados. Después de haber practicado muchas veces
los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, en los que meditó y contemplo esta Palabra
de Dios que es el mismo Jesús para nosotros, Brochero siguió rumiando esta Palabra
de Dios, constante en su oración cotidiana, en el rezo del rosario y el ‘breviario’
que es el libro de oración de los curas, y que Brochero llevaba en la cintura. Meditaba
esta Palabra de Dios en la misa diaria que rezaba también en sus largos recorridos
por la sierra y los llanos, y al final en su pieza de enfermo cuando solo podía rumiar
los misterios de la vida de Jesús ‘desgranando rosarios’. Solamente desde
esta fe heroica se puede entender la vida, el ministerio sacerdotal y la obra pastoral
y espiritual de Brochero, y se pueden comprender sus palabras antes de morir ciego
y leproso: “Yo me fío de la Misericordia de Dios”. Jesús danos la fe que
el Cura Brochero sembró como ‘doctrinero’ y catequista de los paisanos sobre todo
con su amistad desinteresada y con su vida.
El jesuita Guillermo Ortiz,
enviado especial de RV a Córdoba, Argentina, con motivo de la inminente beatificación
del Cura Brochero, nos ofrece una serie de entrevistas:
Al P. José
Luis, quien nos habla de este “Hombre de Dios”:
A la Sra.
Natalia Peralta, quien difunde la imagen del Cura Brochero con gran devoción:
Al P. Julio
Merediz, Postulador de la Causa de Beatificación:
Al Sr. Sergio
Castro, devoto del Cura Brochero:
Buen amigo
de todos
“Yo los llamo
amigos” (Jn 15, 15) dice Jesús a sus discípulos y el Cura Brochero en una de sus cartas
afirma: “Amigo mío: lo he de tratar como siempre, dándole el dulce título de amigo,
porque lo soy, y lo seré siempre, amigo de Usted”. (Carta 24-2-1878). El Cura Brochero
cultivó el valor de la amistad como una virtud. A sus feligreses (y a todos en general)
los llamaba “mis amigos”. Y eran amigos suyos el cura vecino, el Presidente de la
República, Doña Recalde (Panaholma). En sus cartas envía saludos muy cariñosos a los
servidores y empleados de las casas. Se interesa por todos y por todo. Cuidó a sus
amigos. Les abrió el corazón. Hizo un largo viaje para salvar a Santos Guayama. Brochero
escribe que este al que la gente llama un “hombre malo”, “para mí fue un manso cordero
y muy buen amigo”. Lo visita con peligro de su vida. Para que lo reciba bien le envía
un santo Cristo, una medalla y una fotografía suya, para que al llegar lo reconozcan
los amigos de Guayama. Le pagó sus deudas. Le buscó trabajo. Se ingenió para conseguirle
el indulto. “Lloró su muerte”. Nunca buscó amigos por interés. Sino porque
tenía un corazón bueno. Tampoco los corrió “con la Cruz y el agua bendita”, porque
colaboraban en “sus obras benéficas”. Jesús, ayúdanos a entregar
nuestra vida (“los años más hermosos de mi vida”, como escribió Brochero) cumpliendo
así el Evangelio: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
‘El
que no trabaja, que no coma...’
Brochero organizo
la educación y trabajos importantes para los paisanos de su parroquia. La
oración de Brochero y de la comunidad Brocheriana de aquel momento hizo posible emprendimientos
educativos y trabajos importantes que parecían imposibles. Ya, la construcción de
la Casa de Ejercicios, cuando en Villa del Transito había solo 12 ranchos, fue un
emprendimiento que parecía imposible y sin embargo se hizo realidad. De modo que con
la casa de oración en pie y con tantos hombres y mujeres que probaron el gozo transformador
de la vida que Jesús nos ofrece, todo lo demás era posible aunque pareciera imposible:
el colegio de las niñas; la construcción de caminos, templos, acequias de riego. Estos
estudios y trabajos eran muy necesarios para salir de la miseria en la que vivían
los paisanos de Traslasierra. Fueron emprendimientos para el bien de todos los de
la zona, realizados con mucho sacrificio pero con la fuerza y la luz del encuentro
con Jesús en la oración y para vivir la Vida que él nos ofrece.
La oración
es el cimiento del trabajo y el estudio. ‘Todo lo que digan o realicen, háganlo siempre
en nombre del Señor Jesús, dando gracias por El a Dios Padre’ (Colosenses 3,17).
Los
Pobres eran su predilección ‘Felices los
pobres, el cielo es de ellos’. (MT. 5, 3) dijo Jesús. ‘Necesito que me ayudés para
atender las necesidades de los pobres’, le escribía el Cura Brochero en una carta
a su hermana Aurora. Los preferidos de Brochero son aquellos que sufren
más necesidad, los más pobres. Su trabajo de cura, de pastor se orientó
a los pobres a los que les entregó su vida y su tiempo. Escribe una vez
a su obispo: “... en este mes y el de julio, me iré, como las golondrinas, a Santiago
del Estero, buscando calor, y daré Ejercicios a los pobres de allí”. El Cura José
Gabriel Brochero también cuando visita la cárcel en la ciudad de Córdoba, de 1898
a 1902 tiene como privilegiados entre los presos a los que son más pobres. Brochero,
sacerdote compasivo no se ocupa del montón sin nombre ni apellido, este cura piensa
en las necesidades de cada uno en detalle. Por ejemplo, escribe: “Yo pensaba dejar
de capataz al mismo capataz de Don. Crecencio (Aguirre) para cuidar de las cabras.
Primero, porque cuidando los dos grupitos de cabras ganaría más”. Jesús,
que el ejemplo de este cura tuyo, José Gabriel Brochero, de nuestra tierra, nos ayude
a salir del egoísmo que quiere todo para sí, para que nos animemos a hacernos cargo
de la fragilidad de nuestros hermanos más pobres.
“Somos muy brocherianos” “Sentimos
que se han cumplido nuestros ruegos”, dice la Sra. María Vázquez, que se define “brocheriana”
y a quien entrevistó el jesuita Guillermo Ortiz:
Les daré
un corazón nuevo
‘Les daré
un corazón nuevo y les infundiré mi espíritu’ (Ezequiel 36, 24 ss).
La
Oración es el alimento, la fuerza, la luz para aceptar y recibir la Vida que Jesús
ofrece; la reconciliación y comunión de vida y amor con las personas divinas y humanas. Por
eso José Gabriel Brochero, sacerdote de Traslasierra y venerable para toda la Iglesia,
propuso la oración de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola como fundamento
de su comunidad parroquial, y esta comunidad supo probar el gozo, la alegría y la
fuerza del encuentro con Jesucristo en los Ejercicios Espirituales.
La
oración intensa y larga, ayudó a los paisanos a salir de las peleas y los vicios,
y a crecer en comunión de amor y vida, como familia, como comunidad parroquial unida.
La
oración es el cordón umbilical por el cual recibimos la Vida que Jesús ofrece; la
vida de Dios, de hijos de Dios en el gozo de la fraternidad y el amor.
‘Cuando
reces entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que esta allí a solas
contigo. Y tu Padre que ve en lo secreto te premiara’ (Mateo 6, 5 ss).
Brochero,
sacerdote discípulo y misionero de Jesús, apostó todo a la oración en su comunidad
parroquial.
Apostó a los Ejercicios Espirituales
Brochero buscó
a Dios desde chico, lo sintió muy cercano en algunos acontecimientos, como cuando
rezó para que a ese compañero suyo no lo matara la creciente del río. Lo siguió buscando
en el seminario hasta que en Córdoba hizo los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
de Loyola. Ahí Brochero se dio cuenta de que ése era un modo de estarse con Jesucristo,
tratando y conversando con Él, sin otra preocupación que la oración y el recogimiento,
conversando con el Señor como un amigo habla con su amigo. Brochero comprendió que
los Ejercicios Espirituales son un modo privilegiado para encontrarse con Dios y por
eso trabajó para que todos sus feligreses pudieran hacer esta experiencia. Por
eso el cura trabajó primero para llevar a Córdoba toda la gente posible para hacer
los ejercicios, en invierno -único tiempo en que la gente del campo estaba más desocupada-
cruzando las sierras nevadas a lomo de mula. Después no paró hasta cumplir su sueño
de tener en la misma parroquia una casa de Ejercicios. La inauguró en 1877 y llegó
a reunir en ella tandas de 900 hombres y de 600 mujeres. En 1880 llegaron también
a lomo de mula las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón para hacerse cargo de la
Casa. A la muerte de Brochero habían pasado por la Casa 70.000 personas.
Misionero
de Jesucristo
‘He
venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia’ proclama Jesús en el evangelio. El
Cura Brochero, discípulo, misionero de Jesucristo, trajo a Traslasierra con el sacerdocio
de Jesús, la Vida que Jesús nos ofrece. Brochero constituyó en su tiempo una familia
que probó la vida que Jesús ofrece; la alegría y la fuerza de la reconciliación y
la unidad que nos hace capaces de trabajar por el bien de todos. Esta capacidad de
gozar la Vida que Jesús ofrece, no la tienen los animales, las vacas, los perros,
los caballos, los ovejas, las cabras. La capacidad de gozar la Vida que Jesús nos
ofrece; la comunión de vida y amor, es propia de la persona humana. La persona humana
es creada para formar familia, comunidad, a imagen y semejanza de Dios comunidad,
comunión de vida y amor: Padre, Hijo, Espíritu de Amor.
La reconciliación
y comunión que nos alcanza el sacerdocio de Jesús nos constituye familia: somos familia:
hijos, hermanos, padres, porque somos creados y estamos llamados a vivir la vida de
Dios que Jesús ofrece. Todos tenemos alguna experiencia del gozo, la alegría, la fuerza
de los vínculos profundos de amor y vida con las personas. Fortalezcamos esto con
la vida que Jesús nos ofrece. Brochero trabajó intensamente por esto.
Se
conmovió
Prisionero
de los vicios, el alcoholismo, las peleas y las pasiones desordenadas, estaba el paisano
con su familia en los tiempos de José Gabriel Brochero en Traslasierra. Estaba atado,
encadenado, condenado a la miseria y a la desgracia. Como dice el evangelio ‘Jesús
se conmovió porque estaban errantes como ovejas sin pastor’. Y como Jesús, el Cura
Brochero sintió compasión. Con su sacerdocio, por la reconciliación y la comunión
de Vida en el amor que Jesús ofrece, Brochero liberó a muchos paisanos y formó una
comunidad que trabajaba unida por el bien de todos.
San Ignacio nos
dice en los ejercicios espirituales que hay que pedir la gracia de conocer los engaños
y daños con los que el maligno nos enreda y nos ata y conocer la verdadera Vida y
libertad que Jesús nos ofrece. ¿Cómo estoy? ¿Cómo estamos nosotros hoy?, ¿Qué egoísmos,
caprichos, vicios nos atan, enredan al mal, nos quitan la libertad para vivir la vida
que Jesús ofrece?, ¿Qué puedo hacer para liberarme?, ¿Recurro al Señor para que me
libere con su perdón, me cure del mal y me llene de la fuerza de su Vida?
Jesús
nos ofrece siempre la oportunidad de abrir el corazón.
Párroco a
lomo de mula
A
lomo de mula construyeron la patria Argentina nuestros mayores, los próceres y también
los santos, los beatos, los venerables, los siervos de Dios de nuestra tierra.
José
Gabriel Brochero, fue uno de ellos. En Argentina, precisamente en Córdoba, tenemos
el bellísimo cordón montañoso de las Sierras Grandes. Sumá a este cordón montañoso
el Departamento San Alberto y los llanos de La Rioja y tendrás una extensión inmensa.
Volvé por un momento a 1870, más o menos, cuando todavía cruzaban las sierras a lomo
de mula o caballo, y trazá un camino sintiendo cómo te crecen los callos en las “posaderas”
- como decía el cura Brochero -. Y con ese camino, como si fuera un hilo, andá enlazando
para Dios a fuerza de amistad y trabajo, tantos cristianos como personas encontrés.
Imaginá
que se crea una gran familia de hermanos y amigos que se ayudan a progresar en las
condiciones de vida; a acercarse espiritualmente a Dios. Dibujá en este paisaje sobre
la mula un cura de sombrero alón, con un corazón de amigo y sacerdote incondicional
y estarás frente a José Gabriel Brochero del Rosario, párroco en Traslasierra. Le
rogamos a la santísima Virgen María que interceda para que pronto tengamos la canonización
de José Gabriel del Rosario Brochero.
¿Quién fue el Cura Brochero?
Para
saber quién fue el cura Brochero, decía el serrano Hugo Antonio, hay que subirse
al cerro Champaquí que es lo más alto tras las Sierras Grandes de Córdoba, en Argentina,
a 2800 metros de altura, y desde allí contemplar la extensión hasta los llanos de
La Rioja, porque el corazón del cura Brochero, sacerdote abnegado y evangelizador
incansable, recorrió todo ese territorio a lomo de mula. Brochero era un cura pobre
de cosas, pero muy rico de cariño por la gente, como Jesús. Las sierras son muy lindas.
pero también muy duras para sus habitantes y, como ahora, cuando Brochero recorrió
estos parajes donde se mezclan el verde y el desierto, había mucha miseria material
y espiritual. Aunque no tenían caminos el cura los hizo con su mula malacara, visitando
a todos lo que vivían en su inmensa parroquia. Les enseñaba el catecismo, acompañaba
a los enfermos y animaba a todos al trabajo y a la vida cristiana. Junto con los callos
que le levantó la montura, también se levantaban firme las escuelas, las iglesias
y las familias cristianas, en el camino del cura Brochero, como pedazos queridos de
su corazón de pastor.
Cura bueno y ejemplar, murió ciego y leproso.
Por eso - decía el serrano Hugo Antonio -, quien quiera conocerlo bien tiene que subirse
a la punta del Champaquí y extender la piel del corazón lleno de fe sobre todos los
hombres y mujeres, niños y jóvenes del extenso Valle de Traslasierra, hasta el límite
con La Rioja. ¿Qué pensás de este hombre, que la Iglesia declara Beato?